Iciar Bayarte: «Parte de la Iglesia ha sido dura con los separados y divorciados»
Iciar Bayarte es una de las creadoras de Cuatro Estaciones, un proyecto nacido en el seno de CVX España, para acompañar a las personas cuyo matrimonio ha fracasado y darles una respuesta dentro y como parte de la Iglesia. Ella misma vivió en sus carnes la separación y esta habría sido, dice, la respuesta que habría necesitado en aquel momento. Ahora es la coordinadora de la iniciativa, presente ya en varios países.
¿Qué es Cuatro Estaciones?
Es un método dentro de la Iglesia para ayudar a las personas que han sufrido, por las razones que sean, una ruptura de pareja. Cuando esto sucede sientes que el suelo se tambalea y necesitas recomponerte. Además, es importante abordarlo en la Iglesia, pues el matrimonio tiene un sentido en ella. Se basa en el acompañamiento ignaciano y tiene el trasfondo de los ejercicios espirituales.
¿Cómo surgió?
Por la pregunta que nos hicimos quienes habíamos vivido este proceso hace años: ¿qué hubiera necesitado cuando me separé? Trabajamos durante tres años y lo testamos en nuestra comunidad hasta ponerlo en marcha. Hoy es un método académico y científico en el que participa la Universidad Pontificia Comillas, además de psicólogos, psiquiatras, juristas, sociólogos… En la actualidad, el equipo nacional cuenta con 60 acompañantes.
¿Cómo se concreta?
En cuatro etapas, siguiendo las estaciones del año. La primera es el Invierno, el proceso más largo, centrado en el cuidado de uno mismo. Comienza con el reconocimiento de haber pasado el duelo y de la necesidad de buscar espacios para la reconstrucción. Se insiste en que la persona tiene derecho a cuidarse. También se presenta en ese momento la idea de perdón, de reconciliación con la propia historia para poder mirar al futuro. Luego hay un acompañamiento individual con reuniones cada 15 días y un trabajo personal. Se aborda la recuperación de la confianza en uno mismo, la comunicación y resolución del conflictos. Hay cuestiones muy prácticas, como el modo de llevar a cabo una conversación con la antigua pareja por una cuestión relacionada con los hijos. Esta etapa ayuda a abrirnos a una nueva realidad y a un modo de vivir la familia.
¿Y luego?
El Otoño, que es un taller de perdón en grupo con otras personas en la misma situación. Es un fin de semana con especialistas en acompañamiento en el que se ayuda a la persona a reconciliarse con la historia y a entender que el perdón es una gracia, pero que también hay que trabajar.
¿Cuándo llegan la Primavera y el Verano?
El Verano es la inserción en una comunidad eclesial y puede hacerse en cualquier momento. Parte de la Iglesia ha sido muy dura con las personas separadas y divorciadas. Es bueno tener una experiencia de comunidad, de un Dios que abraza y que nos quiere, y que esa persona pueda volver a la parroquia. La Primavera es una invitación a unos ejercicios, un retiro… Se hace al final.
¿Cómo cambia la persona?
Pasa de ser una persona encorvada, pequeña, gris, llena de culpa y dolida a otra que está de pie, que siente que la vida no es para sufrir, que Dios la quiere y que tiene derecho a un futuro.
¿Ha sido la Iglesia acogedora?
Depende del lugar y la comunidad. He acompañado a personas a las que les han dicho que se tenían que ir de un grupo tras haberse separado. Se las ha echado. Otras han sido acogidas. Es muy diferente si es una Iglesia madre o es una Iglesia que juzga. El Papa repite en Amoris laetitia que no hay que juzgar. Es más fácil juzgar que acoger.
A veces, se plantea el debate en la Iglesia sobre los separados y divorciados de manera polarizada o basado en la norma, si pueden o no comulgar o si están o no en una situación irregular.
¿Quién plantea ese debate? Se confunde a las personas separadas y divorciadas con las que tienen una nueva pareja. Las primeras no están en ningún caso en una situación irregular. Y sobre el que vuelve a rehacer su vida, ¿quién es capaz de juzgar a esa persona? ¿Sabemos qué sufrimientos ha tenido? Es fácil juzgar desde una vida perfecta.
¿Cómo ha cambiado Amoris laetitia la atención a este colectivo?
Nos ha indicado dónde poner el centro, que está en el amor y en la persona, no en la norma. Para juzgar ya está Dios; nosotros debemos dar dignidad a la persona, ayudar a que se recupere y sea consciente de que Dios la ama tal y como es, con ese fracaso… Hay divorciados y separados que dicen que Dios no los puede querer así. Hay que hacer examen de conciencia en la Iglesia. La clave es la acogida y el no juzgar.
¿En este proceso se descubre la fe?
Hay personas que han vuelto a sentir que tienen un lugar dentro de la Iglesia. Me viene a la mente el caso de un hombre que no iba a Misa desde que se casó. Después de pasar por Cuatro Estaciones se ha integrado en una parroquia y colabora con ella. Hay personas que vuelven o encuentran por primera vez a la Iglesia.