Hugo Moreno: «Nuestro plato de comida sale también de la IA»
Con apenas 5 años, este doctor en Agroingeniería ya pasaba horas con su abuelo en el campo del pueblo mirando con una lupa cómo la araña roja se comía las hojas de las habas. Hoy es experto en agricultura de precisión y nos cuenta cómo influye la inteligencia artificial en nuestros campos.
—¿Hacia qué estilo de agricultura nos encaminamos?
—Estamos pasando a una agricultura en la que el trabajo físico no es lo que predomina y a una profesión mucho más sofisticada, tecnificada. Aún más con la irrupción de la IA, porque esta va a hacer que todo este trabajo tan físico, cada vez menos por la automatización, pase a los algoritmos.
—¿Cómo está influyendo la llegada de esta tecnología en la agricultura y su transformación?
—El plato de comida que tenemos en la mesa no sale solamente del trabajo del campo, sino también del algoritmo y del poder de la IA. La agricultura ya se mide no tanto en hectáreas sino en datos, que vienen de sensores que interpretan el lenguaje de la tierra y de las plantas. Por ejemplo, con drones que vigilan los cultivos y anticipan plagas, junto a una maquinaria autónoma y robotizada, que recorre los surcos de la tierra con una precisión milimétrica. Solo un 5 % de la tierra es cultivable y, de ese porcentaje, un 74 % ya está en uso. Además, al menos 100 millones de hectáreas de tierra productiva desaparecen anualmente por la contaminación, la construcción o los incendios. Aquí la IA juega un papel fundamental para producir más con menos suelo productivo, optimizando estos procesos a través de la automatización de recogida de datos con sensores, procesándolos con IA y tomando decisiones, incluso de forma remota. Así se ahorran costes de producción.
—¿Y esas aplicaciones son accesibles también para el pequeño agricultor?
—No debemos olvidar que el futuro de nuestros campos se construye y se forja con quienes lo trabajan cada día. Si esta tecnología no es accesible para todos, no es una verdadera transformación sino un privilegio para unos pocos. Por eso, es necesaria la colaboración público-privada y que haya un acompañamiento al agricultor para que pueda sacar el máximo rendimiento de esa herramienta. También los agricultores necesitan formación continua y abrirse a poder digitalizar más sus campos.
—¿Esta modernización generará o destruirá empleos?
—En España se espera que en la próxima década se creen 1,6 millones de empleos nuevos relacionados con la inteligencia artificial. Pero también conlleva una pérdida potencial de 400.000 empleos en los próximos diez años. La agricultura no debe ser ajena a esto porque, aunque España es uno de los principales productores de frutas y hortalizas, necesitamos que el agricultor se vaya tecnificando, formando y que esas prácticas culturales se apoyen en datos y en evidencias científicas.
—¿Cómo afectan estos cambios a la situación alimentaria global?
—Ahora somos más de 8.000 millones de personas y cerca de 1.000 millones pasan hambre cada día. En este contexto, necesitamos integrar la IA y todas las tecnologías asociadas en el campo para poder producir más con menos; para, con unos recursos cada vez más menguantes, satisfacer toda esta demanda, asegurando una seguridad alimentaria.