Hoy no
Nos dirán que la diplomacia se mueve en los bajos fondos, que hay mucho que no sabemos, que Zapatero busca la paz y la concordia… que se lo digan a los siete millones de personas que han tenido que abandonar su país
«¿Qué le decimos al Dios de la muerte?». Se lo pregunta su maestro de esgrima a Aria, la hermana pequeña de los Stark en el segundo episodio de la primera temporada de Juego de Tronos. Es una cuestión clave, que sirve para toda vida amenazada. Es, en realidad, la única cosa seria sobre la que se puede meditar. Lo hemos hecho toda la vida: el cazador ante la bestia, el guerrero frente a su par, el reo mientras camina hacia la silla eléctrica. Y ante ese dilema último, uno puede reaccionar de dos maneras. La más universal sería la súplica, ya que llevamos de serie un animalito dentro que nos grita vida, aunque sea una vida rendida. Sin embargo, hay unas pocas personas que, ante el precipicio final, se aferran a una especie de dignidad última y luchan. Pelean con todas sus fuerzas, arriesgando lo poco que tienen. Los cristianos tenemos un buen catálogo de mártires de ayer y de hoy que atestiguan ese valor. Desde san Esteban a los 140 religiosos que han sido perseguidos y expulsados de Nicaragua en los últimos seis años. Se trata de un sentido de la resistencia que aparece cuando el agredido tiene ya muy poco que perder. Y eso es exactamente lo que está pasando en Venezuela, donde la heroica oposición —la institucional y la anónima, acaso esta más valiente y fiel— se niega a entregar las llaves de su país al régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Se resisten a la derrota final porque, literalmente, les va la vida en ello. Por eso es absolutamente inconcebible que España, cuya responsabilidad histórica sobre América es reconocida por todos los actores del juego de tronos del mundo, haya adoptado este papel sinuoso y cobarde.
En la foto vemos a un señor sin corbata y al presidente que eligieron los venezolanos. Moncloa le quiso quitar valor a la reunión entre Pedro Sánchez y Edmundo González sacando el encuentro de la agenda oficial y mostrando al presidente del Gobierno descorbatado. Pero de esa foto lo único que nos queda claro es que, en ella, solo hay un presidente de verdad. El otro es alguien que ha dimitido de su responsabilidad. Y que es capaz de retirar al embajador de España en Buenos Aires por unas injustificadas groserías del presidente Milei pero que, en cambio, se limita a respetar las agresiones diplomáticas de Caracas.
Nos dirán que la diplomacia se mueve en los bajos fondos, que hay mucho que no sabemos, que Zapatero en el fondo es un buen hombre que busca la paz y la concordia… que se lo digan a los siete millones de personas que han tenido que abandonar su país. En Venezuela están matando a chavales por ir a manifestaciones, la lista de presos políticos no hace más que crecer y al presidente electo lo han tenido que meter en un avión porque, si no, lo mataban. En Juego de Tronos es el propio maestro de esgrima quien responde a su pregunta. Y es lo mismo que contesta el pueblo venezolano ante la permanente amenaza de muerte de sus dirigentes: «Hoy no».