Hermanos en el seminario: «Hizo de pastor conmigo» - Alfa y Omega

Hermanos en el seminario: «Hizo de pastor conmigo»

La familia de Pablo Vidal no entendió que quisiera ser sacerdote. Hubo una excepción, la de su hermano mayor, que unos años después siguió sus pasos

José Calderero de Aldecoa
Santi (izquierda) es el mayor de los dos, pero está en segundo. Pablo está ya en el quinto curso
Santi (izquierda) es el mayor de los dos, pero está en segundo. Pablo está ya en el quinto curso. Foto: José Calderero de Aldecoa.

Cuando Pablo Vidal le contó a sus padres que se iba al Seminario Conciliar de Madrid, su madre le dejó de hablar durante una semana. «Lo que pasa es que los padres trazan el futuro de sus hijos en su cabeza y sus planes, a veces, no coinciden con los nuestros ni con los de Dios», explica el joven, que lleva seis años formándose para ser sacerdote. La incomprensión en casa no fue el único sufrimiento que Vidal tuvo que afrontar tras su sí al Señor, porque este implicó un no a su novia. «La quería muchísimo. Era la mujer de mi vida y me costó mucho dejarla», asegura. Pero en ninguno de los dos casos Pablo se sintió abandonado por Dios. «Al contrario, fueron dos situaciones muy dolorosas ante las que me sentí sostenido por Él».

Con el tiempo, «al verme feliz, a mi madre se le fue pasando», pero la herida se reabrió cuando Santi —otro de los hijos— sintió la llamada al sacerdocio, dejó su puesto de consultor y siguió los pasos de su hermano. «Nunca me lo había planteado, para nada», confiesa Santi Vidal a este semanario. Sin embargo, el 4 de diciembre de 2019 el Señor le dejó muy clara su vocación durante una Misa en la iglesia de Santa Bárbara, en Madrid. El joven se acuerda hasta de la canción que estaba sonando: la que habla de una Iglesia peregrina. Durante el ofertorio, «cuando el sacerdote estaba levantando el pan y el vino, vi como si me estuviera levantando en la patena y el Señor me dijo: “Quiero que lleves al mundo entero mi Cuerpo, quiero que todo el mundo me conozca”». Acto seguido, «me vi reflejado en el sacerdote y sentí una alegría inmensa, muy profunda, que no sabría explicar, y le entregué todo al Señor».

La alegría, no obstante, se acabó pronto y Santi experimentó que no era una decisión tan fácil. El joven, que entonces tenía 27 años, vivía las complicaciones del día a día como una prueba. «Me di cuenta de que el sí hay que decirlo todos los días». Incluso en el seminario. «Cuando me levanto por la mañana para la oración, a veces pienso qué hago allí y me viene la tentación de una vida anterior o de su estuviera casado y con hijos, pero luego recuerdo la llamada del Señor y que esto solo tiene sentido con Él». De igual forma, su hermano Pablo pone en entredicho la mítica frase de «vivir como un cura». «La gente se piensa que esto es una vida de rosas y no». De hecho, «hace relativamente poco me escribía una amiga que está en Iesu Communio y me hablaba de los sufrimientos de la vida consagrada y cómo se pueden sobrellevar solo porque Él está a nuestro lado».

En el caso de Santi, lo ha tenido un poco más fácil gracias al hecho de tener a su hermano —con el que había compartido cuarto de pequeño— dentro de los muros del seminario. «La verdad es que me ha ayudado bastante. El primer año me dio mucha paz tenerlo aquí», confiesa el joven, que aprovechaba la hora del café o el tiempo libre después de la cena para para ir a ver a su hermano y preguntarle por esto y por lo otro. «Fue muy bonito porque él hizo un poco de pastor conmigo». Ya no era una relación de hermano a hermano, «sino que él ya tenía un recorrido en el seminario y había ciertas cosas en las que me iba iluminando. El Señor claramente me hablaba a través de él», asevera.

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