Hemos tocado y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado - Alfa y Omega

Hemos tocado y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado

Miércoles de la 24ª semana de tiempo ordinario / Lucas 7, 31-35

Carlos Pérez Laporta
Jesús predicando. Vidriera en la Stanford Memorial Church (Estados Unidos). Foto Lawrence OP.

Evangelio: Lucas 7, 31-35

En aquel tiempo, dijo el Señor:

«¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación? ¿A quién son semejantes? Se asemejan a unos niños, sentados en la plaza, que gritan a otros aquello de:

“Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones y no habéis llorado”. Porque vino Juan el Bautista, que ni come pan ni bebe vino, y decís:

“Tiene un demonio”; vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: “Mirad qué hombre más comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.

Sin embargo, todos los hijos de la sabiduría le han dado la razón».

Comentario

La generación de Jesús se asemeja a unos niños que reclaman a otros que no hayan querido seguir el ritmo de la música: «Hemos tocado la flauta y no habéis bailado, hemos entonado lamentaciones, y no habéis llorado». Juan y Jesús son comparados con los niños de esa generación que tocan música triste o alegre, cada uno a su tiempo. No son adultos respecto del los otros niños que no siguen la música. Son niños de esa generación, que juegan, que interpretan música que tocan instrumentos. Son niños que toman en serio la música y el juego. Porque el juego es la manera en la que los niños aprenden a vivir. La libertad y creatividad del juego y de la música hacen que el niño comience a advertir las consecuencias de la vida. Un niño que no juega, y que no juega en serio, es un niño que no vive su tiempo de niñez, que no crecerá adecuadamente.

Por eso, los otros niños que no han querido jugar, que no han asumido las reglas del juego y de la música, son niños que no sabrán interpretar los signos reales de los tiempos, que no sabrán vivir la vida: «Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el cielo: […] Su tiempo el llorar, y su tiempo el reír; su tiempo el lamentarse, y su tiempo el danzar», dice el Ecleisastés (3, 1.4).

Quien no supo jugar, es posible que no sepa después a llorar en la vida cuando corresponda, que no sepa vivir las tristezas. Porque quien no conoce el dolor de la derrota en el juego, será extraño al dolor de la vida. Y puede que si no llora, en el momento no sienta el dolor, pero la pena llegará a vaciarlo. De tal modo que cuando llegue la alegría caiga en un pozo sin fondo. Quien no sabe asumir sus derrotas, sus pecados, y sus penas, se hace incapaz de la verdadera alegría. Quien no reconoce su necesidad de convertirse con Juan, no podrá reconocer su salvación en Jesús.