«Hay un abanico de necesidades enorme»
La archidiócesis de Madrid se ha propuesto crear grupos provida en todas las parroquias. Lo primero y fundamental es promover la oración y la formación. De ello se nutrirán después de voluntarias los grupos de ayuda a embarazadas con problemas (Proyecto Ángel), o a mujeres que padecen las secuelas de haber pasado por el trauma de un aborto (Proyecto Raquel). «Hemos hecho muy poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias», se lamentaba recientemente el Papa Francisco
Muchas personas en las parroquias quieren implicarse en la defensa de la vida, pero no tienen un cauce adecuado. Eso, en Madrid, va a dejar de ser un problema, cuenta Gloria Díaz, responsable de Proyecto Ángel, iniciativa eclesial para el acompañamiento a las mujeres ante un embarazo imprevisto.
Más conocido que el Proyecto Ángel, es el itinerario de sanación post-aborto Proyecto Raquel. Este proyecto ya está presente en más de 20 diócesis españolas, y crece cada vez más rápido. Sólo desde verano, ha llegado a cinco más, entre ellas Barcelona, y varias están en lista de espera para recibir la formación necesaria. El Proyecto Raquel ha puesto en marcha un teléfono de atención para toda España. Todavía sin ninguna publicidad, el teléfono ha atendido en un año algo más de 30 llamadas, algunas procedentes de otros países.
«Hemos hecho poco»
El carisma de la defensa de la vida ha estado presente siempre en la Iglesia, tanto en las congregaciones religiosas, como a través del compromiso particular de los fieles en entidades provida aconfesionales. Sin embargo, se ha empezado a sentir que «hemos hecho poco para acompañar adecuadamente a las mujeres que se encuentran en situaciones muy duras, donde el aborto se les presenta como una rápida solución a sus profundas angustias», como reconocía el Papa en su Exhortación Evangelii gaudium.
Existía la inquietud de hacer más, de forma unitaria y con un acompañamiento espiritual desde la propia Iglesia –opina Gloria Díaz–; «pero no se le daba forma», al menos en España. Hasta ahora. En abril pasado, la Provincia Eclesiástica de Madrid organizó un Encuentro internacional por la vida, en el que se presentaron públicamente tres proyectos, coordinados por la asociación pública de fieles Spei Mater: Proyecto Raquel, que ya estaba en marcha, y los Proyectos Ángel y Effeta (creación de grupos provida en las parroquias), que daban sus primeros pasos. Lo que entonces era sólo un plan es ya realidad, y la archidiócesis de Madrid es la primera diócesis española en haber puesto en marcha los tres proyectos, con la esperanza de que lleguen pronto al resto de España.
Estos proyectos están inspirados por la labor provida de la Iglesia en otros países, sobre todo en Norteamérica, donde muchas diócesis tienen apostolados provida. En su última Asamblea Plenaria, la Conferencia Episcopal de Estados Unidos decidió crear, dentro de su Comité de Actividades Provida, una oficina para coordinar y expandir a nivel nacional Proyecto Raquel.
La meta, la misericordia de Dios
Maite Acero sabe bien cuánta falta hacen estas iniciativas, pues lleva un año atendiendo el teléfono y el correo electrónico de Proyecto Raquel. Ella es la primera en escuchar a las mujeres y hombres que piden ayuda tras un aborto, y quien los pone en contacto con un consejero cercano del Proyecto o, si no hay en su diócesis, del Centro de Orientación Familiar (COF) o la Delegación de Familia y Vida. «Tiene que ser muy rápido: a quien me llama hoy, la consejera tiene que citarle al día siguiente. Todo el tiempo que pase es muy peligroso, pues están incómodas y pueden echarse atrás. Lo fundamental es que se sientan acogidas, y hacerles ver que no son las únicas a las que les sucede lo mismo». Así comienza un proceso de sanación «cuyo objetivo es que se encuentren con la misericordia de Dios, que las perdona».
Maite Acero se embarcó en esta aventura cuando, siendo secretaria de su COF, acudió al primer curso de capacitación de Proyecto Raquel en Madrid. «Salí pensando que jamás iba a poder ser consejera», por la dureza de esta labor. «La responsable, María José Mansilla, me tranquilizó, y me animó a que siguiera la formación». Aceptó hacerse cargo de la acogida y, «al irme metiendo, fui teniendo más paz y me di cuenta de que no era yo la que lo hacía, sino Otro; y de que sólo tenía que dejarme hacer». Ahora, también se ha animado a ser consejera, y «está siendo una experiencia preciosa».
Un ángel para cada madre
Proyecto Raquel fue el primer paso, pero ha puesto en marcha una corriente que va más allá. «En cuanto empiezas a tratar a la gente, ves que hay un abanico de necesidades enorme», subraya Gloria Díaz, que pasó de Proyecto Raquel a coordinar Proyecto Ángel. Ante un embarazo imprevisto, «hay casos tremendos de soledad e incomprensión». Por eso, el primer mensaje que dan a una mujer que busca ayuda es que «nunca va a estar sola. Tratamos su caso con total confidencialidad, y le asignamos un ángel». Esta persona la va a acompañar y la va a poner en contacto con otras entidades que, dentro y fuera de la Iglesia, ofrecen ayuda y recursos.
«Pero nuestra función fundamental es estar cerca de ellas, darles mucho cariño y que conozcan a Dios, o se vuelvan a acercar a Él, si se habían alejado. Es un momento muy bueno para descubrir no sólo la grandeza de la maternidad, sino también el amor de Dios», manifestado en el don de un hijo. La meta es que tengan todo lo necesario para acoger a su hijo, y que se integren en una comunidad parroquial que siga acompañándolas.
Más que Cáritas
De momento, en Madrid apenas hay 15 ángeles, mujeres que al conocer el proyecto vieron que respondía a una inquietud que tenían. Han recibido la capacitación necesaria, aunque son conscientes de que «necesitamos una formación constante, reunirnos entre nosotras»; y, sobre todo, «una vida de oración fuerte», enfatiza Gloria. También les han llegado ya las primeras madres a las que ayudar. «Buscamos no agobiar, pero sí estar pendientes. La atención será como mínimo una vez a la semana, o cada 15 días. Te pueden necesitar para que las acompañes al ginecólogo, o simplemente a dar un paseo. También estamos pendientes por teléfono, para que sepan que tienen a alguien con quien contar».
Entre estos ángeles están María José y otras cuatro mujeres de la parroquia San Ramón Nonato. Ella conoció el Proyecto en el encuentro internacional de la pasada primavera, y «me entusiasmó». En su barrio, Puente de Vallecas, se enfrentan con frecuencia a casos de embarazos imprevistos, en los que la desestructuración familiar y la crisis se alían para generar situaciones bastante difíciles.
Estas mujeres «ya nos llegaban antes a través de Cáritas. Allí se les procuraba asistencia material, pero no llegábamos a la raíz, había una necesidad de un acompañamiento mayor. Proyecto Ángel se ajusta a esta realidad». Las voluntarias aterrizaron en Ángel tanto desde Cáritas como desde el COF parroquial; algo muy positivo, porque «ahora todos trabajamos en el mismo barco». Se formaron y, sólo un mes después, estaban funcionando. Han atendido ya a nueve madres. «No es más de lo que hubiéramos hecho desde Cáritas, pero sí lo hemos hecho con más calidad».
Que el Evangelio de la vida cale
El objetivo a largo plazo es que, en cada rincón de la diócesis, pueda haber un ángel disponible. Pero, para que estos proyectos sigan creciendo, es necesario fomentar y seguir alimentando esta llamada en las parroquias. Es el objetivo de Proyecto Effeta. Para el coordinador de su lanzamiento, Eduardo Navarro, «crear grupos provida en las parroquias es la base para todo lo demás». El objetivo es que, a través de la oración y la formación, «el Evangelio de la vida y la misericordia cale en la parroquia como una parte integral de la vida de la misma». Además de un suelo fértil para los demás proyectos, puede ser un complemento muy interesante para ellos, ofreciendo un cauce para que las mujeres que salen de Ángel o Raquel se integren en la vida de la Iglesia y, con su presencia, contribuyan a «dinamizar toda la sensibilidad provida de la comunidad».
Eduardo explica que, «en todas las parroquias, suele haber alguien con esta inquietud». Apunta que, en primer lugar, debe ofrecerse a su párroco y pedirle permiso. «Nosotros les ofrecemos una estructura mínima, les damos las pautas, y la seguridad de que quien está detrás es la Iglesia». Para ello, ya está disponible un curso de formación al que se accede, por un precio simbólico, a través de Internet. Este curso adapta los materiales de Vida Humana Internacional a la realidad española, y permite «ponerse a funcionar y ser el responsable del Proyecto en la parroquia».
Formación permanente
Además, todos los meses, el equipo responsable preparará un vídeo formativo, material para la oración, y una noticia comentada sobre bioética, como formación permanente. Pretenden que esto no sirva sólo para el grupo provida, sino «para toda la parroquia: catequesis, liturgia, grupos de oración… También nos ofrecemos, si una parroquia o diócesis quiere tratar un tema específico, a buscar los medios para que acuda una persona».
Todas las parroquias de Madrid han recibido ya, en las
últimas semanas, la carta con la que la Delegación de Pastoral Familiar presenta estos tres proyectos. Pero es sólo el comienzo. Spei Mater, nacida en 2012 en Alcalá de Henares para coordinarlos, ya está aprobada como asociación pública de fieles también en Madrid y en Cádiz y Ceuta. Esto facilita una aprobación eclesiástica a nivel nacional, y les permitirá seguir trabajando para que, en otras muchas diócesis, estos proyectos continúen defendiendo la vida en nombre de la Iglesia.
El padre Javier Siegrist, párroco del Santo Cristo de la Misericordia, de Boadilla del Monte (Madrid), coincide en que la defensa de la vida desde la Iglesia «no es una necesidad, es una urgencia». En su parroquia, lleva dos años funcionando el Hogar de vida. La iniciativa partió de «una serie de madres cuyos hijos se han ido al cielo. Ellas querían evitar que otras madres pasen por el drama de perder a un hijo, y además siendo ellas mismas las que, en este caso, lo han provocado».
Comenzaron en la casa de un parroquiano que se la cedió al irse a vivir a Turquía, y en la que entraban tres mujeres. Ahora, «si Dios quiere, la Comunidad de Madrid va a darnos un terreno», en el que esperan construir un hogar para 20 madres. En la parroquia, «están encantados, todo el mundo tiene ganas de colaborar». El Hogar funciona a través de la Fundación Golfín, cuyo Presidente de Honor es el obispo de Getafe. La presidenta es la directora de la Cátedra de Bioética Jérôme Lejeune, doña Mónica López Barahona, y en su Patronato está representada la parroquia.
«Ya han nacido cuatro niños, dos de ellos de chicas de 19 años, que se han reconciliado con su familia y han vuelto a casa. Es muy importante que la Iglesia se implique en esto. Una de las cosas más bonitas es que, además de que sus hijos no mueran, las mujeres se integren en la Iglesia, que es madre. Una de las que ha salido de la casa, en su carta de despedida, nos agradecía que su estancia con nosotros había sido un encuentro con Dios».