Natalia Ayala, vecina de Sanchinarro (Madrid): «Hay que celebrar la vida cada día»
Natalia Ayala es vecina de Sanchinarro (Madrid), nació en Valladolid, pero se vino a Madrid con el inicio del siglo XXI a hacer realidad su sueño profesional. Y lo consiguió al contarnos el gol de Iniesta desde Sudáfrica en RNE. Hasta no hace mucho, echaba una mano con el refuerzo escolar en una parroquia de Villaverde Alto. Ahora reparte el tiempo que no tiene entre su hija, la ayuda a madres solteras y a otros padres de bebés prematuros
Dice el Papa Francisco que «la vida tiene sentido socorriendo al otro en su dolor, comprendiendo la angustia ajena, aliviando a los demás». ¿Tiene esto algo que ver con usted?
Tuve la suerte de recibir mucho alivio de personas queridas en dos momentos muy dolorosos de mi vida; la pérdida de un bebé a las 20 semanas de gestación y el nacimiento de mi hija, Valeria, prematura extrema, a las 27 semanas, con 950 gramos de peso. Antes de estas dos experiencias, también fue vital un grupo de mujeres que tuvieron claro que querían ser madres, más allá del modelo familiar en el que vivían en ese momento, y que supone, a día de hoy, mi gran grupo de apoyo en una ciudad tan inmensa, impersonal y paradójicamente acogedora como Madrid.
¿Por qué decidió comprometerse más con otras madres solteras?
Porque hubo personas que me sostuvieron en los peores momentos. Y porque ahora creo que lo mejor que puedo dar de mí es ayudar a quienes pasan por momentos parecidos. Me es más fácil empatizar, estar a su lado y poder compartir experiencias, kleenex o silencios. Es solo un poquito de lo que yo puedo dar a cambio de todo aquello que recibí.
También optó por dejar de lado una prometedora carrera profesional para ser madre.
He sido una periodista volcada en el trabajo. A veces demasiado. Me llevé puesto el gol de Iniesta, pero a cambio me perdí muchos ratitos de juventud con los míos. Eché el freno porque ser mujer en algunos círculos sigue siendo una profesión de riesgo. Y empecé a quererme más.
¿Y no se considera un poco santa?
¡No! Mi día a día dista mucho de ser ejemplo para nadie.
Pero, a ver, ¿qué es para usted la santidad?
Restándole la parte más mística, veo rasgos de santidad en quien practica la empatía y es capaz de despojarse de todo aquello que engorda nuestro ego para tratar de ver más allá, e intentar hacer feliz al de al lado; en quien renuncia a miles de likes en su vida y los cambia por un par de abrazos sinceros. Son esas personas capaces de iluminar ratitos a los demás.
¿Y ha conocido a alguno de esos santos y santas de los que habla?
Cuando pasas tres meses en una UCI neonatal, junto a bebés que luchan por sobrevivir, todo aquel que los ayuda a aferrarse a la vida y te presta su hombro en los peores momentos, pasa a ser tu particular santo en vida. De la misma forma, quienes logran arrancar sonrisas a nuestros mayores, a esos que por no tener ya no tienen ni recuerdos, son para mí cuidadores santos.
Dice el Papa que no hay que copiar a los santos, sino que se trata de que cada uno llegue a ser su mejor versión. ¿Qué es lo mejor que tiene usted?
Lo mejor de mi vida es la gente que me rodea. Las personas que me ayudan a recorrer caminos, por grandes que sean los obstáculos. Quizá lo mejor que tengo es haber tejido una red de familia y amigos que no me dejan caer y que se alegran de mis alegrías, que es igual de importante que estar en las duras.
Insisto con la Gaudete et exsultate: «El santo es capaz de vivir con alegría y sentido del humor. Sin perder el realismo ilumina a los demás con un espíritu positivo y esperanzado». ¿Le suena?
Me gustaría que me sonara más. Una muchachita de Valladolid como yo tiende más a la seriedad y a la contención en la expresividad de sentimientos alegres. Pero trato de contagiarme de esa positividad. Tras los reveses, decidí que hay que celebrar la vida cada día. Siempre celebrar.
«Un santo no es alguien raro, lejano, que se vuelve insoportable por su vanidad, su negatividad y sus resentimientos». Esto es lo que dice el Papa Francisco. ¿Qué le parece?
Estoy de acuerdo. Ni vanidad, ni resentimiento, ni rodearse de negatividad pueden ser buenas cualidades para ser buena persona, así que supongo que para ser santo, menos [ríe]. Pero eso lo sabe mucho mejor el Papa Francisco que yo.