«Hay presos que no saben ni lo que es WhatsApp»
Instituciones Penitenciarias ha reconocido el trabajo en la cárcel de la Iglesia en Aragón con la Medalla de Plata al Mérito Social Penitenciario
La realidad siempre se encarga de darle un sonoro tortazo a todo preso que sale en libertad después de cumplir una condena de larga duración. El mundo que conocían dejó de existir hace tantos años como los que ellos mismos han pasado entre rejas. Después de seis meses de pandemia, esta sensación de desorientación es mucho más radical. «Salen a un mundo totalmente desconocido para ellos. Piensa, por ejemplo, que ahora ya no nos vemos las caras o que muchas reuniones o encuentros se han trasladado al ámbito digital», subraya Isabel Escartín, delegada de Pastoral Penitenciaria de Zaragoza. «Hay presos que han salido estos meses a la calle sin saber lo que es el WhatsApp. Con lo cual, cuando los acogemos, lo primero es enseñarles cómo funciona un móvil actual». La educación digital la lleva a cabo el equipo Salida Digna de la Pastoral Penitenciaria, que también acoge a los expresidiarios con menos recursos en un piso. De lo contrario, «muchos se irían a dormir al puente con una mano en cada bolsillo». «Nosotros los acogemos, estamos autorizados a empadronarlos en la casa, regularizamos su documentación y solicitamos el subsidio de excarcelación, al que tienen derecho durante 18 meses y que asciende a 426 euros».
Pero la ayuda de la Pastoral Penitenciaria de Zaragoza se desarrolla también, y principalmente, dentro de las prisiones aragonesas, donde ofertan hasta 24 programas distintos gracias al compromiso de 80 voluntarios, algunos de ellos no creyentes. «Trabajamos desde la salud mental hasta el tiempo libre o las habilidades sociales», explica Escartín, que lleva un lustro como delegada. «El objetivo es llevar a los internos la esperanza, el amor y la fe en Dios» y «ayudarles a reintegrarse en la sociedad».
Los tentáculos de la Pastoral Penitenciaria se extienden incluso hasta el módulo de aislamiento de la prisión de Zuera, donde han implementado su último proyecto. «Desde enero se nos ha permitido entrar, reunir a los internos en grupos de cinco y trabajar con ellos dos horas todas las semanas». Son gente que, por su delito o por su comportamiento, están cumpliendo pena en aislamiento y «con ellos desarrollamos talleres lúdicos, de valores y les ofrecemos acompañamiento».
Toda esta labor la reconocen a diario los internos a los que atienden, y ahora también Instituciones Penitenciarias, que ha concedido a la pastoral de las diócesis aragonesas en las cárceles la Medalla de Plata al Mérito Social Penitenciario. La propia Isabel Escartín recogió la condecoración el pasado jueves 24 de septiembre, festividad de la Virgen de la Merced, de la mano del director de la cárcel de Daroca. «Ha supuesto un estímulo para nosotros y nos ha aumentado las ganas de seguir trabajando con los internos. Estamos muy agradecidos», reconoce la delegada.
Además de premiar la labor de las dióceiss aragonesas, Instituciones Penitenciarias también ha reconocido con la Medalla de Bronce al Mérito Social Penitenciario a las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl por su trabajo, junto a ACLAD Asociación de Ayuda, al frente de la casa de acogida Miguel Ruiz de Temiño. Allí atienden a internos con VIH o en fase terminal, a los que se les brinda la posibilidad de pasar la última etapa de su vida fuera del ámbito penitenciario. También ha sido galardonado el sacerdote José Antonio García, delegado de Pastoral Penitencia de Asturias, por su «labor asistencial y compromiso personal», y su «eficaz gestión de coordinación de los voluntarios del Centro Penitenciario de Asturias». Finalmente otra medalla de bronce ha ido a parar a la Pastoral Penitenciaria de Mérida-Badajoz, principalmente por su gestión del piso de acogida Dimas, donde atienden a reclusos que salen de permiso.