María José Tuñón: «Hay futuro para la vida religiosa» - Alfa y Omega

María José Tuñón: «Hay futuro para la vida religiosa»

La religiosa María José Tuñón se estrena como directora del Secretariado de Vida Consagrada de la CEE. Una labor que «es más de tender puentes y tejer cercanía»

Fran Otero
María José Tuñón ya trabaja sede de la Conferencia Episcopal, en la madrileña calle de Añastro
María José Tuñón ya trabaja sede de la Conferencia Episcopal, en la madrileña calle de Añastro. Foto: CEE.

Uno de los rostros nuevos del curso que empieza en la Conferencia Episcopal Española (CEE) es el de la religiosa María José Tuñón, esclava del Sagrado Corazón de Jesús, que ocupa la dirección del Secretariado de la Comisión de Vida Consagrada. Fue nombrada el pasado mes de julio por la Comisión Permanente para llevar el día a día del órgano presidido por el claretiano Luis Ángel de las Heras, obispo de Mondoñedo-Ferrol. Su trayectoria la avala: ha sido formadora y provincial en su congregación y presidenta de la CONFER en Andalucía, entre otros cargos. Ahora le llega un nuevo desafío que afronta «al servicio de la vida consagrada», para «animar y colaborar a la comunión, en este tiempo de tantas incertidumbres», reconoce en entrevista con Alfa y Omega.

Durante este mes de «estreno» ya ha tenido la oportunidad de acoger y acompañar a numerosos religiosos y religiosas, y de experimentar que ellos «son los protagonistas principales de este secretariado y para mí, una ayuda y colaboración indispensable». «Gracias a ellos —continúa— mi corazón activa la disposición de ese trabajo conjunto para ser esa Iglesia en salida, especialmente a los que más lo necesitan».

Entre llamada y llamada, escritos o comunicaciones con el obispo presidente o los vicarios y delegados diocesanos, la hermana María José Tuñón reconoce que estas semanas ha dedicado mucho tiempo a las contemplativas por las especiales circunstancias que viven. Lo hizo para ponerse a su disposición y para manifestarles que «este secretariado las quiere».

Pero más allá del necesario acompañamiento, Tuñón explica que la labor que tiene que desempeñar desde la CEE «es más de tender puentes y tejer cercanía» para que la vida consagrada en España «sea ese rostro samaritano que se juega la vida en tantos espacios que necesitan ser reparados». Y añade: «Esta es la prioridad, sentirnos cuerpo como vida consagrada, ágil y disponible, a pesar de nuestras dificultades, que anuncia y se implica, porque ha descubierto un tesoro».

Así se ha visto reflejado de manera especial durante la pandemia. De hecho, la vida consagrada no solo no ha sido ajena a toda esta situación, sino que ha sufrido numerosas pérdidas y respondido a tantas necesidades que han surgido. «Salió a los caminos y cunetas con otros muchos para poder seguir abriendo comedores sociales, para enviar dulces a los sanitarios o para dejar de hacerlos y confeccionar mascarillas, o poniéndose como muchos a disposición de Cáritas para llevar la compra a ancianos o personas vulnerables… Ojalá esta pandemia, como dice el Papa, nos devuelva mejores y más osados en el Espíritu. Testigos de esperanza en medio de tantas incertidumbres», sostiene la religiosa.

Precisamente, la hermana Tuñón responde a la pregunta sobre el futuro de la vida consagrada desde la esperanza. Y desde la llamada «a darlo todo por construir la casa común que es nuestra tierra en casa de todos y donde la voz de los más pobres se escucha y se priorice en nuestras opciones». En su opinión, esta idea, que puede sonar a «canto conocido», es lo que percibe en la vida sencilla de tantos religiosos que, desde su misión concreta, «están empeñados en ser profetas sin pretenderlo». «Esa es la dimensión esencial: la esperanza capaz de transformar el mundo, Jesucristo, con su oración, sus gestos sencillos en medio de nuestro mundo sufriente. ¡Hay futuro y tarea!».

Preocupación por los números

Sin embargo, no niega que preocupan los números, esto es, el descenso de efectivos en la vida religiosa y la escasez de nuevos candidatos. «De ahí la importancia de tomarse en serio el trabajar por una cultura de la vocación, para que cada persona descubra en su corazón la llamada de Dios, que nos convoca a hacer fraternidad en este mundo tan roto», explica.

Sí ve con optimismo dos realidades que han crecido en los últimos años: la misión compartida entre laicos y religiosos y los proyectos intercongregacionales. «Todos somos llamados a colaborar, a sumar y compartir –no somos francotiradores– lo que a través de nuestros carismas se nos ha regalado. Estamos en camino. Muchos son los proyectos en que religiosos de distintas congregaciones, laicos y laicas vamos tomando conciencia de que estamos en la misma viña».

—¿Y la sintonía con los obispos?

—Las relaciones son muy buenas pero siempre se pueden y deben mejorar. El camino de la sinodalidad nos impulsa.

CONFER reza por los 391 fallecidos

El pasado martes, la CONFER animaba a todas las comunidades religiosas de nuestro país a sumarse a la jornada de oración y recuerdo por los religiosos y religiosas fallecidos por coronavirus. También a tomar la lista con los nombres de todos ellos y a posarla sobre el altar durante la Eucaristía o a tenerla presente durante la oración de la mañana y de la tarde. Incluso a pronunciar los nombres en alto. Según las últimas cifras facilitadas por la CONFER, actualizadas a 29 de septiembre, en nuestro país han fallecido un total de 391 religiosos y religiosas de 78 congregaciones. Una cifra que sería más alta si se sumaran las bajas en la vida contemplativa o en los institutos seculares.