«Hay familias cristianas atrapadas bajo las bombas en el sur de Líbano»
Los cristianos se encuentran en medio de este fuego cruzado. Los que han podido se han echado a las carreteras en una fuga masiva hacia el norte en busca de territorios más seguros y alejados de los bombardeos. «No tienen a donde ir. Huyen, pero no saben dónde», remarca el padre Toufic
Los libaneses tienen grabado a fuego la guerra de hace 18 años entre Hizbulá y Israel. Las tropas israelíes bombardearon el país durante seis semanas seguidas arrasando pueblos y barrios enteros de Beirut. Unos 1.300 libaneses y 165 israelíes murieron en esos combates. Ahora la operación terrestre en el sur del Líbano con el objetivo declarado de alejar las posiciones de la milicia chií de su frontera para permitir la vuelta de los habitantes de las localidades norteñas evacuados por los ataques del último año ha revivido esa pesadilla.
La incursión israelí ha supuesto un punto de inflexión en la escalada entre el ejército israelí y Hizbulá, iniciada bajo la sombra de la guerra en la Franja de Gaza y convertida en las últimas semanas en el frente principal. Los cristianos —como en 2006— se han vuelto a encontrar en medio de este fuego cruzado.
El padre Toufic Bou Mehri, franciscano de la Custodia de Tierra Santa y superior del convento franciscano de la localidad costera de Tiro, a pocos kilómetros del confín, señala que el pueblo cristiano de Deir Mimas —enclavado justo en la línea fronteriza entre Israel y Líbano— «está completamente vacío». Allí vivían 3.000 cristianos de diversas confesiones, católicos, ortodoxos, greco-católicos y protestantes. Todos se han echado a las carreteras en una fuga masiva hacia el norte en busca de territorios más seguros y alejados de los bombardeos. «No tienen a donde ir. Huyen, pero no saben dónde», remarca el franciscano con preocupación.
La madrugada del martes el ejército israelí (IDF) envió mensajes a los teléfonos móviles de los habitantes del sur del Líbano para que «abandonaran sus casas y por eso todos han huido», asegura Toufic que ha abierto las puertas del convento donde vive en Tiro —a tan solo 30 kilómetros de Deir Mimas— para acoger a decenas de familias desplazadas.
Antes del conflicto, el padre Toufic se trasladaba con su coche todos los domingos a esta localidad libanesa para celebrar Misa y repartir fruta y verdura fresca a las familias más necesitadas. Pero ahora «tengo que conformarme con hablar con ellos por teléfono porque ha sido imposible desplazarse hasta allí con las carreteras completamente bloqueadas».
Cómo sucedió durante la guerra de 2006, el conflicto abierto ha provocado una oleada de cristianos que están abandonando el país. Solo las familias más pudientes y con una red de contactos en el extranjero han tirado de ahorros para poder abandonar el país.
Sin embargo, no todos han podido obedecer la orden del ejército israelí y en este momento «hay familias cristianas atrapadas bajo las bombas» en el sur del país, tal y como explica padre Raffaele Zgheib, director de OMP Líbano.
Zgheib se encuentra en la ciudad portuaria de Joünié, a 17 kilómetros al norte de Beirut, y allí «todavía no hay señales de la invasión terrestre». Sin embargo, explica que la situación se está complicando mucho en el sur porque no todas las familias «han podido abandonar sus hogares». «Muchas tienen ancianos incapacitados a su cargo, personas con problemas de movilidad, o enfermos crónicos para los que afrontar un viaje de este tipo es casi una condena o simplemente no tienen un coche a disposición con el que poder irse», asegura el sacerdote.
Por ello «están pidiendo a la Cruz Roja que evacue sus pueblos porque están atrapados en sus pueblos». La situación a nivel humanitario es «muy difícil».
«Están llegando cientos de personas que han sido desplazadas del sur del Líbano», indica. En tanto, la iglesia local hace lo que puede para atenderlos: «Todos los edificios eclesiales, parroquias, escuelas y otros centros han abierto sus puertas para acogerlos. Además, se está recogiendo alimentos, productos de higiene y medicamentos para intentar acudir en ayuda de todos estos desplazados».
En un grito de socorro desesperado, pide la ayuda de la comunidad internacional para lograr «un alto el fuego». «Si no hay una tregua, este conflicto no puede resolverse. Va a ir a más», lamenta.
Según el Ministerio de Sanidad libanés, los ataques en todo el país han matado a al menos a 95 personas y herido a otras 172 en las últimas 24 horas. Además, más de 50 personas murieron en los bombardeos del domingo por parte de la aviación israelí. No hay cifras exactas, pero las autoridades libanesas calculan que cerca de 1.900 personas han muerto desde que empezase el conflicto.