La literatura ha servido en multitud de ocasiones como guion-base para la gran pantalla. ¡Cuántas veces hemos discutido de manera estéril si era mejor la película o el libro! Las plataformas de streaming le han dado una vuelta de tuerca más al caso y ahora comenzamos a tener películas-madre que dan a luz un hijo en forma de serie. Es el caso de Hasta el cielo, una película dirigida por Daniel Calparsoro, estrenada con éxito más bien discreto en 2020, que contaba como principal reclamo con el protagonismo de Miguel Herrán (La casa de papel).
La película es en esta ocasión un pretexto para estirar el chicle y otorgarle a Netflix una más que considerable audiencia. Los que hayan visto la película van a encontrar un tono similar en la forma y alguna coincidencia que otra en el fondo, pero no es exactamente la misma historia, sino más bien su continuación, que trata de aprovechar lo que la película nos dejó por contar, y ese es, a mi juicio, uno de los pocos aciertos que tiene, junto con la interpretación de Luis Tosar que, haga lo que haga, llena la pantalla y roza el sobresaliente.
Por lo demás, Hasta el cielo (la serie) es un trabajo a cuatro manos del propio Calparsoro con Jorge Guerricaechevarría —con el que coincidió en Cien años de perdón—, inspirados en un programa de Equipo de investigación sobre las bandas de aluniceros en Madrid. La serie explora los bajos fondos madrileños, a veces escondidos junto a sus grandes torres, y nos plantea una acción trepidante a la que no le falta ni un buen empoderamiento femenino para que el best seller de otros tiempos se convierta ahora en un bestview. Todo es previsible. Es lo que pasa cuando, entre otras cosas, ya sospechas desde el principio que la persona a la que sutilmente le han colocado en cada plano una cruz al cuello anda bastante más cerca del vicio que de la virtud.