Has escondido estas cosas a los sabios y se las has revelado a los pequeños
Miércoles de la 15ª semana de tiempo ordinario / Mateo 11, 25‐27
Evangelio: Mateo 11, 25‐27
En aquel tiempo, tomó la palabra Jesús y dijo:
«Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te ha parecido bien.
Todo me ha sido entregado por mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar».
Comentario
«Has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y se las has revelado a los pequeños». ¿Cómo es posible revelarse a unos y esconderse a otros? Porque Dios no es un objeto cualquiera que está ahí delante para ser visto. A Dios no se le conoce como se conoce el universo ni nada que contenga. Por mucho que el misterio que constituye su existencia desborde la realidad, Dios siempre está más allá del mundo, y más allá de nuestras capacidades de conocer. Porque Dios no es algo que se pueda conocer. Es Alguien que se muestra cuando quiere y a quien quiera. A Dios solo se le conoce personalmente, dentro de una relación Tú-a-tú iniciada por Él. Lo que ocurre es que el hombre es creado por Dios, como es creado el mundo, y por eso siempre nacemos ya dentro de esa relación con Dios. No podemos alcanzarle, pero nuestra vida consiste en un constante ser alcanzados por Él: «en la imposibilidad de saber qué es Dios, estamos abrumados por la experiencia de que Él es», escribió Balthasar. De ese modo, Él se revela escondiéndose a nuestras fuerzas, mostrándose a nuestra humildad: conocemos a Dios cuanto más nos dejamos alcanzar por Él.