Hacinados en una plaza de toros
Melilla sigue siendo uno de los principales focos migratorios de nuestro país. De hecho, en pleno confinamiento, se mantuvo la llegada migrantes. El grupo más numeroso, de 55 personas, lo hizo el 6 de abril, y desde entonces han llegado con cuentagotas hasta los 92 que se contaban la semana pasada. A estos, todos migrantes subsaharianos, hay que añadir los trabajadores transfronterizos que se han quedado bloqueados por el cierre de fronteras con Marruecos, o los menores que cumplieron la mayoría de edad y tuvieron que abandonar los centros habilitados para ellos.
Este importante volumen de personas, junto con la paralización de los traslados a la península, ha provocado que el ya de por sí masificado Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) se llenase todavía más. Si su aforo es para 780 personas, ahora mismo están viviendo 1.400, una cifra que alcanzó los 1.600 durante el confinamiento.
De hecho, en este tiempo se tomó la decisión de que ya no ingresarían más personas allí y se habilitaron nuevos espacios. Los peor parados fueron los 92 subsaharianos. Primero los instalaron, junto a otras 100 personas, en un complejo llamado V Pino, un lugar sin ventilación ni climatización, con tres retretes y una ducha en mal estado, con literas sin colchones, sin ropa de capa ni almohadas.
Según explica a Alfa y Omega María Vieyra, abogada del SJM en Melilla, fueron instituciones eclesiales —el propio SJM, Cáritas Málaga y la asociación Geum DoDou, promovida por dos congregaciones— quienes dieron respuesta a las necesidades de higiene y alimentación, y ofrecieron atención jurídica.
Una labor que, a excepción de la entrega de comida, siguen realizando ahora que los chicos se encuentran en la segunda planta de la plaza de toros de la ciudad, también en condiciones muy precarias, hacinados y sin medidas de seguridad. Como se puede ver en las fotografías que acompañan a este texto, las literas están dispuestas unas tras otras en los pasillos, y no hay luz ni ventilación. Además, solo hay un baño y dos duchas. «Esto está provocando cortes de agua continuos, pues las instalaciones no están preparadas para soportar un nivel de actividad tan alto. De hecho, estuvieron una semana sin agua, teniendo que ir a buscarla en bidones para aclarar el retrete cuando hacían sus necesidades», explica Vieyra.
Muchos de los chicos que viven allí —confirma la abogada— reconocen que no pueden dormir por la noche por los olores nauseabundos, algo que, además, provoca que el ambiente esté cada vez más crispado.
El responsable de Cáritas en Melilla, Fernando Moreno, también da fe de la situación deficiente en la que viven estos migrantes: «Los estamos acompañando como podemos, pero no es un lugar adecuado ni para la atención humanitaria ni para los solicitantes de asilo». Cuenta que hace diez días, la secretaria de Estado de Migraciones estuvo en la plaza de toros, pero no visitó la zona de los subsaharianos, que esperaban que pasara por allí para mostrarle las condiciones en las que estaban viviendo.
Para Vieyra lo que está sucediendo es una cuestión de ética y de humanidad, pues las condiciones «son insalubres e indignas»; pero también de derecho, pues la mayoría son solicitantes de asilo y protección internacional, pues han llegado desde zonas de conflicto en Mali.
Desde la Red Migrantes con Derechos han instado al Ministerio del Interior a que autorice de nuevo los traslados a la península para rebajar el nivel de ocupación del CETI y al Ministerio de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones a que garantice unas condiciones dignas para los migrantes que están en Melilla.