Un pediatra, hacia los altares: «No tuvo hijos, pero se entregó a cuidar a los hijos de los demás»
El Papa ha reconocido la virtudes heroicas de Pedro Herrero Rubio, primer paso hacia la santidad de este pediatra alicantino asiduo de la Adoración Nocturna, que nunca tuvo hijos pero se desvivió por los de los demás
Pedro Herrero Rubio (1904-1978) es hijo predilecto de la ciudad de Alicante, donde se ganó el cariño de todos como pediatra. El lunes, el Papa reconoció que vivió las virtudes cristianas de forma heroica. Falta ahora que se confirme un milagro atribuido a su intercesión para que sea beatificado. Francisco también reconoció las virtudes de una religiosa española y de otros cinco siervos de Dios, además del martirio del salesiano eslovaco Tito Zeman.
«Era una persona extraordinaria, hacía que las personas fueran mejores», cuenta de él Pura Berenguer, que forma parte del equipo promotor de la causa de canonización desde hace más de 22 años. Cuando era joven, conoció al nuevo venerable: «Mi padre tenía una tienda de juguetes en el bajo del edificio donde vivía Pedro. Mis hermanos y yo trabajábamos en la tienda y le veíamos ir a Misa todos los días».
En los testimonios recogidos en la causa se cuenta cómo de pequeño «Pedro jugaba con sus amigos como si él fuera el sacerdote». Sin embargo, al final no fue esa su vocación. Estudió Medicina y se convirtió en un pediatra de prestigio. No entendía de horarios. Siempre acudía a medianoche si le llamaban para atender a un niño enfermo, y se quedaba con él el tiempo necesario. Cuando participaba en la Adoración Nocturna –llegó a ser presidente diocesano– «a veces se quedaba dormido por haber estado en vela cuidando a otros», continúa Berenguer. «No vivió su vida, vivió la de todos».
Pedro Herrero prestaba una atención especial a los barrios más humildes. En una época en la que no había aún Seguridad Social, «atendió durante unos 33 años a los hijos de los trabajadores del puerto, y también a las madres embarazadas», prosigue Berenguer. En toda esta labor, tuvo un apoyo fundamental en su mujer, Patrocinio Javaloy, por la que «tenía un gran amor».
No tuvieron hijos, pero ambos se entregaron a cuidar a los hijos de los demás; Patrocinio, como auxiliar. «Fueron un matrimonio ejemplar», afirma José Luis Casanova, delegado de Causas de los Santos de Orihuela-Alicante y vicepostulador de esta causa.
Casanova define a Herrero como «un gran apóstol», que solía hablarles de Dios a sus pacientes. Y «cuando ya no podía hacer más por ellos, ponía a la familia a rezar el rosario», añade Berenguer. Algunos padres de los niños que atendía terminaron pidiendo el Bautismo para sus hijos. Durante la Guerra Civil, él mismo bautizaba a los niños o buscaba como fuera a un sacerdote si estaban en peligro de muerte.