«Hacer voluntariado con los niños con cáncer del Hospital de la Paz me terminó de tirar del caballo»
A Carlos Gómez le pidieron con ocho años en el colegio que dibujara qué quería ser de mayor. Pintó el «globo terráqueo» y puso «una cruz encima de África». Por título, tan solo una palabra: Misionero. Este sábado recibirá la ordenación diaconal de manos del cardenal Osoro
Tocaba clase de plástica en el colegio Nuestra Señora del Recuerdo y la profesora pidió a los alumnos que hicieran un dibujo de lo que querían ser de mayor. Los estudiantes empezaron a dibujar a futbolistas, bomberos… Carlos Gómez Vírseda, sin embargo, dibujó el «globo terráqueo» y puso «una cruz encima de África». Por título, tan solo una palabra: Misionero. «Debía tener unos ocho años y no recuerdo bien si me estaba planteando ser misionero o si realmente era para hacer la pelota porque entendía que eso le iba a gustar a la profesora», confiesa Gómez Vírseda a Alfa y Omega. «Es una de estas cosas que las recuerdas a posteriori y piensas que ya estaba por ahí el Espíritu trabajando».
Años después el dibujo cayó en el olvido y Gómez Vírseda terminó el colegio «con novia y con la vocación de médico bastante clara». De esta forma, comenzó la carrera de medicina. «Lo de ser misionero estaba bastante dormido. Ni me acordaba de esos deseos de infancia». Sin embargo, el joven puso fin a la relación sentimental con esta chica «y fue un momento de retomar las riendas de mi vida más enserio». Para ello, comenzó a recibir dirección espiritual de un jesuita y «empecé a hacer ejercicios espirituales todos los años». Paralelamente, inició un voluntariado con niños con cáncer en el Hospital de la Paz.
«Terminaba el voluntariado con unas ganas de entregarme entero, “yo quiero ser médico pero no solo de cuerpos”. No quiero que esto sea solo un horario, no quiero solo darme con un trabajo, sino que me salía querer entregarlo todo». Esto fue «lo que me terminó de tirar del caballo», confiesa. A través del acompañamiento y de los ejercicios, «me di cuenta de que ese darlo todo suponía dejar la medicina y darlo todo de verdad».
Así, Carlos Gómez Vírseda dejó la carrera cuando iba a empezar su cuarto año e ingresó en la Compañía de Jesús. Tras el noviciado y la licenciatura en filosofía, «el provincial me envió a terminar la medicina y a prepararme para irme al Chad de misiones ya como médico. Fue cuando de repente las dos vocaciones que yo sentía se fusionaron en una sola y se hicieron compatibles».
Médico en Chad
El joven jesuita estuvo viviendo en Chad durante dos años. Era uno de los dos únicos médicos de su hospital. «Es un proyecto muy bien pensado a nivel de salud pública para una zona muy grande, muy pobre, muy aislada. Solo éramos dos médicos, un chadiano y yo, pero había 12 centros de salud alrededor con bastantes enfermeros. Trabajando en red conseguíamos atender a mucha gente», explica.
Pero en Chad Carlos no solo trabajaba de médico, sino también de profesor de médicos. «Cuando los jesuitas montaron el hospital tuvieron la fantástica intuición de empezar a formar a chadianos como médicos». De esta forma, el jesuita era médico en el hospital «y también formaba a la primera promoción de médicos chadianos que en el futuro se harían cargo del hospital».
Los estudiantes terminaron su formación cuando Gómez Vírseda se volvió a España. «Habían terminado todos sus estudios, hicieron un examen y se les validó el título. Y ahora mismo ya se encargan, uno de la pediatría, otro de la cirugía…».
Ahora, el jesuita ha vuelto a Madrid, estudia teología en Comillas y este sábado, a las 18:00 horas, será ordenado como diácono. La ceremonia estará presidida por el cardenal Carlos Osoro, arzobispo de Madrid, en el colegio Nuestra Señora del Recuerdo, aquel en el que un niño plasmó en un dibujo su vocación de misionero.
Ante la celebración, a la que acudirán hasta dos de los médicos chadianos formados por el jesuita, Carlos Gómez Vírseda dice sentir «nervios». También «me sé indigno, inconsciente y distraído» ante la responsabilidad de «servir la Mesa de la Eucaristía, predicar la Palabra, celebrar los Sacramentos…». Pero en el fondo de su corazón «siento quietud y calma» y entonces «resuena en mí la frase del Ritual de la Ordenación: “Él que comenzó en ti la obra buena, Él mismo la lleve a término».