Hace falta un pacto social por la lectura
Acumulamos planes de fomento de la lectura anquilosados en el folclore y leyes de educación que deprecian las humanidades. Paulo Cosín apuesta por la solución obvia, pero compleja, de lograr un pacto social por la lectura
Desde hace años, demasiados, nos vemos inmersos en una crisis de modelo educativo, modelo social y, en última instancia, de valores. Acaso la crisis del libro apenas sea la punta de ese iceberg. Pero, sobre todo, hay crisis de lectores, y la localizamos donde más nos duele y preocupa, en los jóvenes y adolescentes españoles, que manifiestan hoy la menor tasa de lectura por placer en esa franja de edad clave en la que es esencial ofrecerles modelos para construirse su identidad. Así lo cuenta, explica y argumenta Paulo Cosín en Para qué leer, y esta ha sido precisamente la razón por la que el director editorial de Morata se ha embarcado en su primera aventura como autor y ha iniciado la campaña de concienciación con la etiqueta #LeerTeDaMás. El libro se revela en sus manos como un artefacto dinamizador para trabajar activamente sobre el terreno (coloquios, debates, ferias, festivales, librerías, bibliotecas, encuentros en las aulas…), que es donde brilla por su ausencia una actuación real del fomento de la lectura, en la medida en que las campañas ministeriales, hasta la fecha, no están yendo más allá de la anécdota de la promoción.
Pero, afinando, ¿de qué carecen los planes de fomento de la lectura?, ¿y qué les sobra? A juicio de Cosín, «el principal recurso que falta es tiempo de dedicación en el aula, y, además, es importante una visión integral, de arriba abajo, Estado, Cultura, Educación; es una responsabilidad que no puede recaer exclusivamente en el profesorado, y no solo en el de Literatura». En España, nos recuerda, «tenemos un Plan de Fomento de la Lectura 2021-2024 que debe ir desarrollándose en acciones concretas, «que espero que sean exitosas», y también «tenemos una nueva ley de educación de la que nos falta ver el desarrollo que corresponde a cada comunidad autónoma». Pero, como venimos viendo, «si hay cambio de Gobierno, volveremos a tener otra nueva ley», lo que quiere decir con esto es que «toda la Administración pública, que, de manera individual comparte la importancia del fomento de la lectura, de forma conjunta, no se pone de acuerdo para firmar un pacto que pueda simbolizar un objetivo de Estado a largo plazo». La nueva ley de educación «establece que el alumnado debe adquirir la competencia de comunicación de manera transversal, el lenguaje de las competencias sigue pareciendo algo novedoso», y el punto de vista de Cosín es que «no debemos perdernos en nuevas formas de decir lo mismo». «El profesorado sabe desde siempre la importancia de la alfabetización en todas sus dimensiones, comprensión, expresión y escritura. Esto está por encima de toda ley». Es decir, insiste, «se necesitan recursos para formación, horas en clase y que cada centro cree su plan de fomento de lectura desde los equipos directivos y con la participación de todo el claustro, pues no es responsabilidad única de los profesores de Lengua y Literatura (que tienen ya participación predominante)». Y todo esto «debe estar por encima de toda ley y, para ello, la Administración debe proporcionar recursos concretos». Por eso, el autor lanza un guante: «Reto a las administraciones educativas centrales, autonómicas y locales a que los manifiesten en el desarrollo de sus leyes educativas y presupuestos».
Lo cierto es que, si todo falla desde la educación, ahí comienza el círculo vicioso imparable. Nos espera más tecnología, digitalización y empresa. Mientras que la formación en clásicas se queda en un rincón cada vez más alejado, de cara a la pared. También menos religión y más laxitud de cara a estimular la consecución de objetivos asociados a la excelencia académica. No parece que los nuevos vientos educativos de la ley Celaá vayan a soplar precisamente a favor de la forja humanística que crea nuevos lectores, esa forja lectora que alienta el salto del conocimiento a la virtud del que habla Cosín en Para qué leer. Como sociedad, en valores, ¿qué más nos estamos jugando con la educación, la lectura y los planes de fomento de la misma? Un instrumento muy valioso, crucial. Dice Cosín que la lectura, tal y como la presenta en el libro, dialogada y compartida, «es la mejor herramienta para conocer nuestras emociones y las de los demás y, desde ahí, tomar partido para actuar en este mundo incierto y en riesgo que se nos evidencia cada día (pandemia, guerra, aumento de problemas de salud mental, soledad y crecimiento de la pobreza…)».
Hacia la virtud
Si hay algo en el libro Para qué leer que no resulta nada habitual en este tipo de publicaciones es justo esto, que nos invita a reflexionar, desde las primeras páginas, sobre la lectura como virtud: «La práctica deliberada, reflexiva, de una actividad que nos aporta sentido a nuestra existencia se convierte en una virtud que nos lleva más allá del conocimiento, nos permite aspirar a la sabiduría», explica Cosín, refiriéndose a «esta sabiduría compartida que nos impulsa a alcanzar una virtud mayor que es la bondad, la cual requiere de nosotros la máxima inteligencia para ser felices y hacer felices a quienes nos rodean».
¿Y cómo es ese camino desde la lectura hacia la sabiduría y la bondad? «La lectura nos abre a experiencias de otros, reales o ficticias, nos permite conocer a los que son diferentes y otros puntos de vista, nos lleva a compartir los nuestros, a imaginar un mundo mejor, no de manera individual sino compartida», argumenta el autor pocos días después del Día del Libro, y «esta inteligencia compartida para un bien común nos acerca a la bondad». En este punto, la gran pregunta es si leer nos hace mejores: «Para ser mejor persona lo primero es querer serlo, después la lectura habitual, reflexiva y compartida, nos irá marcando el camino». Está claro que la lectura es un instrumento con mucho poder y, por eso, es «importante el para qué leer».
Paulo Cosín
Ediciones Morata
2022
160
17,12 €
Para qué leer, con prólogo de Javier Urra, argumenta por qué leer nos hace humanos y libres, nos redescubre el placer de leer y nos orienta en las complejidades de la comprensión lectora que forja el pensamiento crítico. Su objetivo es cultivar en el adolescente del siglo XXI una actitud positiva hacia la lectura, partiendo de sus nuevos centros de interés. Marca para el éxito, con una rica ejemplificación, los principales factores multiplicadores: oportunidad, motivación, práctica y reflexión.