En general, se habla poco de lo que está sucediendo en la República Democrática del Congo (RDC). Cuando sale el tema, se despacha rápidamente hablando de rebeldes en la parte oriental del país. El infame Movimiento 23 de marzo, abreviado como M23, apenas se conoce en Europa. Las matanzas que viene perpetrando en la provincia de Kivu del Norte no suelen salir en los informativos. Ya se sabe que, por lo común, los conflictos en África no son noticia, salvo que afecten a intereses económicos estadounidenses o europeos. Quizás por eso, casi no se ha mencionado la matanza del martes 29 de noviembre, que dejó más de 270 muertos en Kishishe, una localidad en la provincia de Rutshuru, al este del país.
El M23 cuenta con el apoyo de Ruanda. Quizás esto suene desconcertante después del genocidio que sufrió el país y que ha dejado una memoria tan terrible asociada a su nombre. Sin embargo, es Ruanda quien está detrás del movimiento M23. También Uganda lo apoya. Entre los dos, están desestabilizando a la República Democrática del Congo. En medio, las tropas de la misión de Naciones Unidas, que llevan más de veinte años desplegadas en el marco de distintas misiones (MONUC, MONUSCO), se han convertido más en parte del problema que en parte de la solución. Los más benévolos acusan a las UN de ineficacia. Los más severos, de complicidad.
El Congo lleva sufriendo mucho tiempo. A un régimen colonial aterrador —lean El fantasma del rey Leopoldo, de Adam Hochschild, y El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad— le sucedió un ciclo de guerras civiles alimentadas desde el exterior en el marco de la Guerra Fría. Esa injerencia no ha cesado. El precio lo pagan los congoleños en muertos, en heridos, en desplazados, en el saqueo de sus recursos naturales.
Desde la rebelión Kimbangu (1921) hasta nuestros días ha pasado más de un siglo sin que uno de los países más ricos del planeta haya conocido la paz y la independencia. La editorial Katrakrak publicó, por cierto, en 2021 la Historia de las revueltas panafricanas, de C. L. R. James, el famoso autor de Los jacobinos negros (Turner, 2003; Katakrak, 2022). Ambos libros resultarán de interés al lector que busque profundizar en los movimientos de resistencia africanos a ambos lados del Atlántico.
El domingo 4 de diciembre tuvo lugar una gran manifestación en Kinshasa, la capital de la RDC convocada por los obispos católicos congoleños en protesta contra la violencia en el este del país. El cardenal Fridolin Ambongo, titular de la archidiócesis, dijo en un mensaje a los manifestantes que «nuestra marcha no tiene ningún significado político. Pretende mostrar al mundo que somos un solo pueblo, unido por la causa nacional, unido por la soberanía de nuestro país y por la dignidad de nuestro pueblo» Se habla de la «balcanización» de la RDC mientras el M23 hostiga a los habitantes de la zona oriental del país. En Goma, no se pudo celebrar una manifestación similar por razones de orden público.
En el Congo, millones de personas están sufriendo una guerra de la que no se habla casi en ningún sitio.
Desde Jerusalén hoy hemos intentado romper ese silencio.