Hablar de Dios con la boca llena
Cada uno de nosotros compone su propia sinfonía. Itzhak Perlman, violinista Israelí, afligido de polio desde que era niño, sube al escenario para dar un grandioso concierto en Nueva York, una obra sinfónica que deja sin voz al mundo, un concierto sin precedentes… La toca con solo tres cuerdas. Una lección de resistencia. Perlman recompuso los sonidos de la cuerda faltante que estalló por los aires en medio de la ejecución del concierto. En la vida hay que afrontar las dificultades que llegan sin piedad.
El empresario y conferenciante Jacobo Parages enseña que «cuando la vida te ha zarandeado no hay que preguntarse por qué sino para qué». Más allá de su espondilitis anquilosante (una enfermedad que le obligó durante años a dormir sentado), Jacobo transmite que en esta vida «los retos se los va poniendo uno mismo». Tras superar el desafío de atravesar a nado el estrecho de Gibraltar, logró cruzar el canal de Menorca en 2014, la primera vez que lograba hacerlo una persona con una enfermedad crónica. A la espondilitis anquilosante sumaba ya un cáncer que solo le dio más carácter para lograr su sueño.
Javier Alonso nos contó en Alfa y Omega que «la vida cabe en una hora», una historia fantástica de la pequeña María Victoria (QDG) y su familia, a la que tengo la suerte de conocer y que, con su ejemplo, ha enseñado a muchos que la fe puede hacer que la muerte sea vista con esperanza. A estos padres que esperaban a su cuarta hija, María Victoria, en pleno embarazo les comunicaron un diagnóstico de Edwards, una enfermedad incompatible con la vida. Siempre que miro a Totoya (la madre), lo hago con admiración. Aún hoy me pregunto de dónde sacó la fuerza para superarlo. Ella me confesó un día que tuvo miedo, pero la fuerza de la oración de todos los que la acompañamos durante esos nueve meses, más esa hora de vida extrauterina de la niña, pudo con todo.
«Quiero que os tropecéis con Dios»
Una vez más, tengo la suerte de compartir un testimonio de amor y fe. Se trata de Ignacio Llorente, reconocido ejecutivo en el mundo financiero y educativo, a quien conocí como director de Relaciones Institucionales del IEB. En noviembre de 2016, le diagnosticaron un tumor cerebral: glioblastoma parietal izquierdo grado 4, uno de los peores. Le extirparon cerca del 90 %, dejando una parte residual de muy difícil acceso. Radioterapia y quimioterapia habían contenido el tumor hasta fechas recientes. El tumor se reactivó, creciendo hacia dentro, hacia la parte motriz del cerebro. Volvemos al diagnóstico inicial de noviembre de 2016, le daban una estimación de supervivencia de entre seis y 18 meses.
Hasta aquí solo puedo contaros una gran lección de valentía, de lucha. Así que Nacho dispuso que el tiempo que le quedaba era su plazo. «Sencillamente no quiero quedarme pasivamente esperando a ver qué pasa». Durante estos meses no dejó indiferente a círculos profesionales, amigos y a todo aquel con quien se tropezó en el camino. Dedicó su último año de vida a «hablar de Dios con la boca llena», le escuché decir orgulloso.
«Aunque pueda sorprenderos y vaya contra toda la lógica, estoy en el momento más pleno y feliz de mi vida. No me cabe la alegría en el pecho. Lo daría todo para que me entendierais. Lo único que de verdad tiene sentido en mi vida es el amor a Dios y mis ansias de irme al cielo a gozar con Él eternamente». A Nacho la batalla de la vida le robó la salud, pero no las ganas de contarle al mundo que «aún así merece la pena». Alguien se dirigió a él en público como un «auténtico novio de la muerte». Desde luego la afrontó con la confianza que solo aquellos que encuentran en la fe, la esperanza de otra vida, pueden esperar ver a Dios cara a cara. Un plus de espiritualidad en estos tiempos de guerra.
«Soy consciente de que podéis entenderme o no, de que podéis compartir estos sentimientos o no, de que os puedan resultar lógicos estos planteamientos o no, e incluso podéis pensar que se me ha ido la olla. ¿A cuento de qué tengo que hablaros de cosas que nunca habíamos hablado? No lo sé muy bien, pero tengo esa necesidad… Mi deseo ardiente es que a través de mí os tropezarais con Dios, que es lo único importante. No se puede violentar la libertad de nadie, pero rezar sí se puede, confiar en la gente sí se puede, pedirle a Dios que remueva vuestro corazón sí se puede y quereros a cada uno sin decíroslo, sí se puede». ¡Una gran despedida!
Nacho tenía prisa en amar a Dios, intentando darle un lugar relevante en nuestras vidas; «Perdonadme mi audacia. Todo esto os sonará rarísimo, os insisto, me queda muy poco tiempo y como sabéis soy poco paciente. No quiero forzar nada, no quiero precipitar nada y menos todavía desasosegaros. Entiendo que hablar de Dios, de la muerte, no es un tema fácil, que puede generar mucha perturbación, pero no hay nada que dé más paz que Dios, no hay nada que dé más alegría que Dios, no hay nada que llene más plenamente que Dios».
Yo me tropecé contigo, más que casualidad, una suerte. El pasado 14 de diciembre, Nacho llegó por fin a su cita más importante. Se fue feliz a estar con Dios.