Habla la hermana del padre Jacques Hamel un año después de su martirio
Roselyne narra los momentos previos y posteriores al asesinato de su hermano, la desafección que le generaron algunos homenajes y el apoyo por parte de su arzobispo y del Papa. De aquí en adelante, tiene clara su misión: «Dar testimonio de su hermano»
El próximo miércoles, 26 de julio, se cumple un año del martirio del sacerdote Jacques Hamel en la iglesia de Saint-Etienne-du-Rouvray a manos de dos miembros del Daesh. Con motivo de esta efeméride, la revista francesa La Vie publica una extensa entrevista con su hermana Roselyne en la que narra los momentos previos y posteriores al asesinato de su hermanos, así como todos los homenajes que se le brindaron o el apoyo recibido por su arzobispo y por el propio Papa Francisco. También habla de las dificultades que tuvo para hacer el duelo por la pérdida de su hermano ante tanto ruido mediático y de los años que compartió con Hamel en familia y la vocación de este. A estas alturas, Roselyne tiene claro lo que quiere hacer: «Ser testimonio de su hermano». De hecho, quiere que esto sea «el bastón de peregrino» que le ayude en su caminar hasta su último suspiro.
El día del martirio
Aquel trágico 26 de julio, ella estaba con su hermano; habían llegado al pueblo para ayudarle en su última semana de trabajo, pues el mes siguiente lo pasarían juntos en Auvergne de vacaciones. «Llegamos la víspera de su muerte. Estaba inquieto porque llegábamos con retraso. Vestía una camisa que le había regalado el verano anterior. En la cena nos dijo que le iba a costar dos días habituarse a la nueva situación en la casa, pero que estaba muy feliz de tenernos allí. A las diez ya estaba descansando, pues se levantaba muy temprano para la Eucaristía», explica.
Tras el desayuno, el padre Hamel se fue camino de la Iglesia. La familia ya estaba en pie. Las nietas de Roselyne veían los dibujos animados en la televisión cuando sonó el teléfono. Era un periodista, quería saber si era la casa de Hamel y si estaba allí. Consiguió lo que quería, pero Roselyne todavía no era del todo consciente de lo que pasaba. Cuando lo fue, salió corriendo hacia la Iglesia. Se encontró con los militares, que la pararon y la llevaron a una especie de tanatorio al lado de la iglesia. Allí estuvo dos horas en silencio. Entonces, llegó la responsable de la funeraria y le dijo: «Todo ha terminado, hay un herido y un muerto, que es su hermano».
Sufrimiento
Roselyne cuenta con algo de desafección los días posteriores a la muerte de su hermano. Recuerda periodistas por todos lados, haciendo pregunta poco respetuosas o responsables políticos poniendo a una calle el nombre de Jacques si haberles consultado ni invitado al acto. «Cuando la gente se apodera de su martirio con la creación de una calle sin decirnos nada, me hace sufrir. Es como si se apropiasen de mi hermano», explica.
El apoyo de monseñor Lebrun y del Papa Francisco
Más positivo para ella fue el acompañamiento que les brindó el arzobispo de Rouen, Dominique Lebrun. «La primera vez que me reuní con él fue en casa de mi hermana. Le fui a recibir al ascenso. Llevaba su cruz y el fajín violeta. Le dije si tenía que llamarle monseñor y me respondió que con padre Lebrun sería suficiente. Un día me confesó: «Jacques tenía dos familias, vosotros y su familia religiosa. Para Jacques, vosotros formabais parte de nuestra familia». Entonces pensé que eran solo bonitas palabras, pero más adelante descubrí que sus palabras fueron sinceras. El es así, el padre Lebrun, en la misma línea que el Papa Francisco». Monseñor Lebrun propició además el encuentro entre Roselyne y el Pontífice: «Tenía una confidencia que hacerle. Un obispo me sugirió que se lo dijera al oído en el momento de la recepción y, como la escena fue grabada, luego me preguntaron qué le había dicho. Si hablo al oído del Papa, es confidencial».
¿Un santo?
Cuando oyó hablar por primera vez de la posibilidad de que Jacques alcanzara la santidad, su primera reacción fue preguntarse cuándo le dejarían en paz, cuando podría descansar en paz. Y llanto. Reconoce que no estaba en su mejor momento. Hoy lo ve de otra manera: «Sé que el Papa quiere que mi hermano sea reconocido santo y entonces podrá ser reconocido como intercesor. Lo merece por la muerte que ha sufrido, el martirio, y por cómo luchó con 87 años».
Musulmanes
Roselyne también se atreve a hablar de los asesinos de su hermano y de su relación con el islam. «Pienso en la familia del joven una familia correcta, que se encuentra con la impotencia, como todos los padres que tiene un hijo que vive mal. Pienso en su sufrimiento, en la muerte de su hijo… Pienso en la comunidad local, que tiene miedo de ser señalada por el comportamiento de este joven. No tengo ningún resentimiento hacia los musulmanes, pero sí contra aquellos que destrozan el cerebro de los jóvenes. En las exequias de Jacques había musulmanes presentes y yo quería encontrarme con ellos. Quería decirles que no se culpabilizaran por el horror cometido por un individuo, que en mí no había cólera ni odio». Al final de la ceremonia, les vio: «Si vieses sus ojos cuando les dije que quería encontrarme con ellos. Fue como un alivio».