Gorety Pazos González: Detrás del deseo de eutanasia hay «presión social y asistencial»
Esta oncóloga no entiende una asistencia al enfermo de cáncer disociada de su biografía, valores y circunstancias vitales. Para ello reclama una sólida formación en bioética, materia que echa en falta en las universidades
Gorety Pazos, especialista en medicina de familia y experta en cuidados continuos y paliativos, imparte la sesión de La incertidumbre en la atención al paciente con cáncer en el IV Curso de Bioética y Oncología de la Fundación Pablo VI, que, desde octubre hasta febrero de 2023, ofrece formación a oncólogos clínicos y a todos los profesionales y voluntarios involucrados en la atención del paciente con cáncer.
¿Por qué es necesaria la bioética en el ámbito oncológico?
Una formación sólida en bioética para el ambiente en el que yo me muevo, el de los cuidados paliativos, es imprescindible, pero también para cualquier profesional que se dedique al ámbito de la sanidad. ¿Por qué? Porque en el día a día prácticamente todas las decisiones tienen un cariz ético: si inicio un tratamiento, si lo suspendo, qué pacientes son subsidiarios a tratamientos más agresivos o no, el tema de la autonomía del paciente, etcétera. Muchas veces, de una manera o de otra, influimos, persuadimos… Este conocimiento y esta práctica ayudan a tomar decisiones más ponderadas, ya que muchas veces la mejor decisión va a ser el justo intermedio. Los médicos son cada día más conscientes de la necesidad de formación en esta rama ética, sobre todo a raíz de la aprobación de la Ley de la Eutanasia. Otra cosa es que, por el tiempo tan limitado que tienen en su vida diaria y la gran carga asistencial que hay, se priorice otro tipo de formación más técnica.
¿Se echa en falta en las facultades de Medicina o Enfermería esa formación en la parte ética de la asistencia?
Estas habilidades blandas y el abordaje holístico del paciente no se tienen en consideración en los planes de estudio porque, según mi impresión, se está formando a profesionales técnicamente muy competentes que, en lugar de cuestionarse lo que tienen que hacer, lo hagan. Se quiere que tomen decisiones rápidas, sin tener que pasar por estos debates internos o unas deliberaciones éticas que les van a llevar más tiempo. Interesa más que haya profesionales muy cualificados técnicamente, que resuelvan, que den altas y que muevan pacientes, a que sean profesionales reflexivos o críticos.
La Ley de la Eutanasia se aprobó alegando una «clara y sostenida demanda social». ¿Existe esta demanda social en los pacientes oncológicos? ¿Qué otras realidades enmascara la ley?
En oncología hay ahora un porcentaje un poco mayor de pacientes que la demandan, pero tampoco ha habido un cambio muy sustancial. El cáncer provoca un declive progresivo de su situación y lo que piden es ser acompañados hasta el final, cuidar los síntomas y ser sedados, en muchos casos.
En cuanto a la segunda cuestión, de lo que hay que hablar es de las eutanasias disfrazadas de una sedación paliativa, que a veces se realizan como resultado de esa prisa que se produce por múltiples motivos: por la presión asistencial, por la falta de medios, por las propias familias o por el paciente que, de repente, tiene prisa por quitarse de en medio porque se siente un estorbo. En este sentido, hay un tema de fondo que puede estar enmascarando la problemática de cómo encara ahora una sociedad que vive a toda prisa las enfermedades crónicas y degenerativas, unido a un contexto cada vez mayor de pérdida de los vínculos familiares. En este sentido, tanto desde el punto de vista social como asistencial, sí podría haber un enmascaramiento de otros problemas a los que se les dé salida a través de la eutanasia. Día a día en el hospital lo vemos: que un paciente con un soporte familiar, social y económico bueno va a tener un final muy distinto que el mismo paciente con las mismas patologías y complicaciones, pero con un soporte social, familiar y económico peor.
La pandemia ha puesto de manifiesto la precariedad de medios y la saturación a la que se enfrentan los sanitarios. ¿Cómo cuidar la ética y el discernimiento ante una situación de desbordamiento? ¿Se han planteado alguna vez tirar la toalla?
Tirar la toalla no es exactamente el término, pero sí es verdad que algunos tratamientos y cuidados se ven muy limitados en la otra pata de la asistencia sociosanitaria. Tu podrías tener un paciente tranquilamente en su domicilio, pero si no hay un médico que le vaya a ver con una periodicidad alta, habrá tratamientos que no puedas iniciar o te inhibas de iniciar, lo que significa que tendrá que estar hospitalizado más tiempo. Y una hospitalización más larga da lugar a complicaciones nuevas (infecciones, desorientación, depresión…), que, a veces, acaban derivando en una sedación que hubiera sido evitable.