Glasgow, una cumbre blindada por el lujo
Las diferencias entre los países ricos y pobres se hacen patentes en Glasgow, donde muchos activistas y líderes del sur global se han quedado fuera al no poder abordar los precios estratosféricos de la estancia
Hileras de coches de lujo con los cristales tintados se abren paso por las calles blindadas adyacentes al edificio central –el Scottish Event Campus– de Glasgow, ubicado a orillas del río Clyde. Transportan a la élite política del mundo desde los prestigiosos hoteles donde se hospedan. Es una de las imágenes más repetidas en la cumbre del clima de Glasgow, la llamada COP26.
Los invitados a esta macroreunión para salvar el planeta han pagado entre 10.000 y 30.000 euros por poder asistir. Hospedarse en Glasgow se ha convertido en un lujo al alcance de pocos bolsillos. Según se puede comprobar en la plataforma online Booking, la media de precio de las habitaciones disponibles en este momento –solo el 9 %– se sitúa en torno a las 800 libras esterlinas (940 euros) la noche. «Es una locura, se han vuelto locos con los precios», asegura un periodista que está cubriendo la cumbre y que prefiere no dar su nombre. Había abonado 3.000 euros por los 15 días que duraba el evento. Pero cuando quedaban dos semanas para el inicio de la cumbre, el propietario de la vivienda que había alquilado por Airbnb le solicitó otros 2.000 euros. Como se negó, cancelaron su reserva y ha tenido que hospedarse en un hotel en la capital de Escocia, Edimburgo, a unos 70 kilómetros de Glasgow.
Estos precios prohibitivos han puesto en jaque a uno de los actores más importantes en las cumbres del clima: los activistas de los países en vías de desarrollo. La COP21 de París demostró que la sociedad civil va por delante de la política y que son muchos los ciudadanos que abogan por un cambio de modelo productivo y la sostenibilidad. Pero numerosos miembros de estas organizaciones procedentes de los países más pobres de África, Iberoamérica y el Pacífico se han quedado fuera. Cuando, además, son los que más sufren las consecuencias del calentamiento global.
Onjolo Víctor, un joven ecologista keniata dedicado en cuerpo y alma a contrarrestar la degradación medioambiental, denunció a EFE que, a pesar de haber pagado el billete de avión, finalmente no podría asistir a la cita por ser incapaz de sufragar su estancia. Renunció a presenciar las negociaciones del clima y lo seguirá de forma telemática, siempre y cuando la conexión a internet se lo permita.
A esta carrera de obstáculos se suman además los costes del visado, que oscila entre 95 y 120 libras (de los 115 a los 141 euros), el laberinto burocrático para obtenerlo y el retraso en las campañas de vacunación en estos países. Por ejemplo, según los datos de Our World in Data, en el continente africano solo 13,7 personas de cada 100 ha recibido al menos una dosis.
Rosed Kobusinge, una activista ugandesa de 26 años que viajó hasta Milán para participar en el movimiento Youth4Climate para preparar la COP26, se queja además de la lista roja que obliga incluso a los viajeros vacunados a hacer cuarentena en un hotel. «En esa lista la mayoría son países pobres». Su nación, Uganda, «tiene menos casos de COVID-19 que Estados Unidos». Y, sin embargo, «el trato es distinto», asegura. «No me puedo permitir desembolsar 2.000 libras (2.350 euros)» para financiar su estancia durante la cuarentena, se lamentaba el viernes.
La decisión del Reino Unido de sacar a todos los países de la lista roja, tomada el 1 de noviembre, llegó tarde para Kobusinge, como para la mayoría de activistas de naciones menos desarrolladas. Por obstáculos como este, «solo los países ricos van a estar representados, y esto es muy injusto».