Gerard Villalonga Hellín: «Di clases de inglés para pagarme el seminario» - Alfa y Omega

Gerard Villalonga Hellín: «Di clases de inglés para pagarme el seminario»

El nuevo obispo de Menorca fue maestro antes que sacerdote y administrador diocesano en dos ocasiones. Será ordenado este sábado

Fran Otero
El prelado ha compaginado la labor pastoral con el servicio en la Curia. Foto: Obispado de Menorca.

Primero maestro, luego sacerdote.
Estudié Magisterio. Cuando terminé, como no tenía ningún suspenso y una media alta, entré directamente en el cuerpo de profesores estatal. Antes se hacía así. Estuve en varios colegios de Mahón. Tengo esta vocación a la enseñanza, que me ha ayudado mucho como sacerdote, en la predicación, por ejemplo. Tras hacer la mili en Astorga, me quedé en el seminario de allí. Di clases de inglés en el menor para pagarme los estudios. Siendo ya sacerdote, ejercí varios años en Ciudadela (Menorca).

¿Fue una vocación tardía?
Más que una vocación tardía, fue un ingreso tardío. Desde niño siempre había manifestado que quería ser o maestro o cura. Tenía esas dos vocaciones. Maestro fue primero, porque mis padres me sugirieron que lo hiciera así. Querían que tuviera una seguridad. Luego, ya en Astorga, conocí a Julián Barrio, hoy arzobispo emérito de Santiago de Compostela, que era entonces un sacerdote joven y rector del seminario, y allí hice los estudios eclesiásticos, siempre con la idea de volver a Menorca.

En su diócesis ha ocupado todos los cargos: vicario parroquial, párroco, vicario judicial, vicario general, administrador en dos ocasiones…
Siempre he combinado la actividad pastoral con el servicio a la Curia. He estado en la calle, en primera línea. Me he sentido muy querido tanto por el clero como el pueblo.

¿Cómo es la realidad de una diócesis insular y pequeña?
Es como una familia. Algunos se ríen cuando les digo que somos 25 sacerdotes, tenemos 18 parroquias y tres arciprestazgos. La historia y la geografía nos condiciona mucho. El mar nos condiciona también. Pero tenemos todos los servicios, como cualquier otra diócesis. Aunque vivimos en una isla, no estamos aislados.

Hablaba de la geografía y del mar. ¿Cómo afrontan las realidades del turismo y la migración?
Somos un pueblo acogedor. Por aquí han pasado muchas civilizaciones y nos hemos enriquecido. Queremos ser pastores de los que nos visitan y también de aquellos que, por otras circunstancias, se han establecido aquí. La mayoría de los migrantes vienen a trabajar a los hoteles procedentes, fundamentalmente, de Latinoamérica, aunque también hay un grupo grande del norte de África. No hay problemas de convivencia.

¿Cuáles son los principales retos de la diócesis?
La evangelización y las vocaciones sacerdotales. La media de edad del clero es alta y tenemos un seminarista que ya termina. Ahora que me están haciendo muchos regalos, yo le pido a Dios que nos dé dos vocaciones. De aquí saldrán 40 jóvenes a la JMJ de Lisboa y estos eventos suelen ser propicios para que el Señor llame. Ojalá en septiembre pueda dar esta noticia. Sería lo más grande que nos puede pasar.

Los menorquines han estado un año sin obispo. ¿Cómo han recibido la noticia de su nombramiento?
Con una gran alegría. Me paran por la calle para decirme que están muy contentos. Me da un poco de miedo, porque no quiero que se creen expectativas. Soy un hombre normal, no hago milagros. Veo que hay una tendencia a apostar por obispos naturales de la diócesis. Hay que cambiar la mentalidad de las diócesis de inicio, de paso o de ascenso. Me quedaré aquí hasta que me jubile.

La diócesis participa en el único medio impreso de la isla. ¿Por qué es importante estar en este sector?
Es un medio de evangelización. Si no estás, no existes. Hay distintos niveles, pero los católicos tienen que hacer oír su voz. Mi lema, Hacer la verdad con el amor, coincide con el tema que ha escogido el Papa para la Jornada Mundial de la Comunicaciones Sociales de este año. Es la tarea de los periodistas.