Gentes: Salvador Sostres, columnista (en El Mundo) - Alfa y Omega

Ser padre y divorciarse es condenar a tu hijo —y especialmente a tu hija— a una permanente infelicidad. No es aceptable que un padre se divorcie porque se ha cansado o se ha desenamorado. Ser padre es comprender que ya no eres lo más importante de tu vida. Eso lo sabemos mejor que nadie los hijos de padres separados. Si ante la devastación con que estás a punto de arrasar la vida de tu hija todo lo que tienes que decir es que tu mujer ya no te gusta, o que ya no la puedes soportar, no has comprendido el deber, el sacrificio, lo irreversible de ser padre. Fundamos una familia y ésta es nuestra promesa ante Dios, ante nuestra mujer y ante nuestra hija; y ésta es nuestra misión y el sentido de nuestra vida.