Si es verdad que Dios existe y se ha revelado en Jesucristo, lo decisivo no es la contribución que la fe en Él puede significar para el orden social, sino lo que el hombre puede y debe hacer por su Creador. Como ha recordado el Papa Francisco en sus primeras palabras, la Iglesia no es una simple ONG. Su misión no consiste en asegurar el buen funcionamiento de la sociedad, ni en salvar el mundo, sino en llevar a las personas a la unión con Dios, que culminará en el cielo. Cada creyente tiene que acertar en la síntesis de liturgia (vida sacramental y de oración), kerigma (anuncio del Evangelio, con el ejemplo y con la palabra) y diaconía (servicio a los más necesitados). Cualquier reduccionismo falsearía la fe y prestaría un flaco servicio al mundo, pues le ofrecería una mercancía adulterada.