Genocidio armenio: un millón y medio de mártires pronto canonizados
El centenario del genocidio armenio va a permitir a la Iglesia ortodoxa rendir homenaje a los mártires e intensificar el deber de la memoria
Para el pueblo armenio, 2015 no va a ser un año normal: marca el centenario de su tristemente célebre genocidio. También será la ocasión de una canonización masiva, realizada por la Iglesia ortodoxa: la de millón y medio de hombres, mujeres y niños muertos a causa de su pertenencia étnica y religiosa.
La ceremonia se celebrará el próximo 23 de abril. El día siguiente se convertirá en la «Jornada de la memoria» de estas víctimas, ha anunciado el patriarca armenio ortodoxo Karekin II en una carta encíclica que ha abierto oficialmente las celebraciones del centenario de este genocidio.
Estas se extenderán todo el año, ha destacado, especificando que «cada día de 2015 será un día de recuerdo y de devoción a nuestro pueblo, un viaje espiritual al memorial de nuestros mártires».
Otra información, pero que pide todavía ser confirmada: el 12 de abril, el Papa Francisco celebrará una misa de conmemoración de esta tragedia.
La aniquilación de un pueblo y de su cultura
Nunca se recordará demasiado: el pueblo armenio fue víctima, el siglo pasado, de uno de los genocidios étnico-religiosos más monstruosos de la historia de la humanidad.
«En 1915 y durante los años siguientes –recuerda el patriarca en su carta con acentos conmovedores-, un millón y medio de nuestros hijos e hijas sufrieron la muerte, el hambre, la enfermedad; fueron deportados y obligados a caminar hasta morir».
«Siglos de creatividad y de objetivos alcanzados fueron destruidos en un instante. Miles de iglesias y monasterios fueron profanados y destruidos, las instituciones nacionales y las escuelas, arrasadas y demolidas. Nuestros tesoros espirituales y culturales fueron erradicados y borrados».
A este dramático cuadro, que desgraciadamente huele en la actualidad, se pueden añadir las fosas comunes llenas de víctimas sin nombre, los trenes de desplazados incendiados…
Los únicos supervivientes de esta gigantesca masacre fueron los que lograron llegar a la Armenia actual, entonces bajo dominio ruso, de Siria o del Líbano, o incluso de otros países como Francia.
Después, con la valentía, la fe y el genio que lo caracterizan, este pueblo ha podido «resucitar de la muerte» y brillar de nuevo, como explica el patriarca con esta emotiva confesión:
«Poniendo nuestra esperanza en Ti, oh Señor, nuestro pueblo ha sido iluminado y reforzado. Tu luz ha encendido la ingeniosidad de nuestro espíritu. Tu fuerza nos ha orientado a nuestras victorias. Nosotros hemos creado cuando otros habían destruido nuestras creaciones. Nosotros hemos continuado viviendo cuando otros nos querían muertos».
Este centenario permite también celebrar esta resurrección.
La negación criminal de Turquía
Sin embargo, no se trata de pasar la página hacia atrás sin tener en cuenta el deber de la verdad y de la justicia, insiste el patriarca, que no duda en denunciar «la negación criminal de Turquía».
Hay que recordar que este país –y ello es un obstáculo para su posible entrada en la Unión Europea– nunca ha querido reconocer el genocidio, reconocido –y condenado– oficialmente por una veintena de países (a los que el patriarca saluda en su carta, deseando que a ellos se les añadan otros).
El año pasado, el primer ministro Erdogan presentó sus condolencias a los descendientes de las víctimas, un gesto que valoró el mismo Papa Francisco durante su reciente viaje a Turquía, y del que habló como una «mano tendida».
Pero para la mayoría de los armenios de hoy, este gesto es muy pequeño, respecto al calvario sufrido.
«La sangre de nuestros mártires inocentes y los sufrimientos de nuestro pueblo clama para tener justicia», exclama el patriarca, que cien años después de la tragedia denuncia los «santuarios destruidos, la violación de nuestros derechos nacionales, la falsificación y la distorsión de nuestra historia».
Un mayor reconocimiento por parte de Turquía podría ayudar al perdón. Pero en cualquier caso, en Turquía, como en otros lugares, el perdón no es el olvido.
Elisabeth de Baudoüin / Aleteia