Gaza y la guerra justa en el mundo actual - Alfa y Omega

El Tanaj o Biblia hebrea afirma menciona que «Él (Dios) juzgará entre las naciones y hará decisiones por muchos pueblos. Forjarán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra» (Isaías 2, 4). El Corán declara que «decretamos para los hijos de Israel que, quien matara a un ser humano, sería como si hubiera matado a toda la humanidad, y quien salvara una vida, sería como si hubiera salvado las vidas de toda la humanidad» (sura 5, verso 32). Por último, en el Evangelio de Mateo (26, 52) Jesús ordenó a Pedro: «Envaina la espada: que todos los que empuñan espada, a espada morirán». Si los textos sagrados de las tres religiones monoteístas son tan claros con la violencia, ¿por qué —en palabras de la Comisión de Justicia y Paz de la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa, en un documento publicado el 30 de junio— el concepto de «guerra justa» «está siendo utilizado de una manera en la que nunca fue pensada para justificar la muerte de decenas de miles de personas»? ¿Por qué estamos viendo morir a miles de personas en lugares como Ucrania o Gaza?

En ambos casos hemos visto cómo líderes religiosos usan su posición para justificar la violencia. En Rusia, el patriarca de Moscú, Cirilo, presentó el documento Presente y futuro del mundo ruso, donde se justificaba la invasión de Ucrania por ser una guerra justa «para proteger al mundo de la embestida del globalismo y de la victoria de un Occidente que ha caído en el satanismo». Los firmantes del documento de la Comisión de Justicia y Paz en Tierra Santa se muestran «indignados de que actores políticos en Israel y el extranjero estén movilizando la teoría de la “guerra justa” para perpetuar y legitimar la actual guerra en Gaza». Del mismo modo, muchos clérigos musulmanes se han manifestado a favor del pogromo que Hamás perpetró el 7 de octubre. El mismo secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin, reconoció hace unos días que «existe la guerra justa, la guerra de defensa. Pero hoy, con las armas que hay, este concepto se hace muy difícil». Y reveló que la idea misma «está en revisión».

Para hacer un análisis del caso, debemos atender a tres elementos presentes tanto en la situación actual en Gaza como en la decisión del Gobierno de Netanyahu de entrar en la Franja y que condicionan la calificación de la acción bélica como guerra justa. El 7 de octubre, Israel fue atacado por el grupo terrorista Hamás. Unas 1.600 personas fueron asesinadas con gran crueldad. Además, 260 fueron secuestradas, de las cuales unas 120 siguen en cautividad. Esta terrible agresión otorgó a Israel el derecho a la legítima defensa, recogido en el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas. Sin embargo, ese derecho a entrar en guerra (ius ad bellum) no se traduce en carta blanca en cuanto a las condiciones en las que esa guerra debe desarrollarse (ius in bello).

El problema de la guerra de Gaza respecto a esta segunda cuestión es que se trata de un callejón sin salida del que Israel difícilmente saldrá bien parado. Las declaraciones de Yahya Sinwar, líder de Hamás en la Franja, calificando las muertes de civiles gazatíes como «sacrificios necesarios», nos permiten conocer las verdaderas intenciones de Hamás. Si juntamos que esta es la zona más densamente poblada de la tierra con el hecho de que Hamás es un grupo terrorista cruel que no duda en usar instalaciones civiles (hospitales y escuelas) para esconder armas y centros de mandos, el cóctel no puede ser peor para Israel. Aunque es cierto que Tel Aviv ha tomado medidas para evitar la muerte de civiles, no es menos cierto que resulta muy complicado respetar el ius in bello en un lugar como Gaza y con un enemigo como Hamás. Israel, que es una democracia, está sufriendo un desgaste que le perseguirá durante décadas.

Por otro lado, el objetivo final de la intervención aún está por esclarecer, incluso sin entrar en las continuas advertencias de los servicios secretos previas al 7O. Por un lado, se ha hablado de que era la liberación de los rehenes sin negociar. Lamentablemente, el número de rehenes liberados por las Fuerzas de Defensa de Israel, cuatro, no solo ha sido muy bajo, sino que el grueso de liberados se ha logrado mediante concesiones a Hamás. También se ha hablado de que el objetivo final es la destrucción de Hamás, algo que parece complicado no solo porque más que un grupo es una ideología sino porque la organización es tremendamente popular entre los jóvenes palestinos de Cisjordania.

Cabe preguntarse por último si el día después de la guerra será el comienzo de algo mejor para la región. Si este fuera el objetivo podríamos estar ante una guerra no sé si justa, pero sí al menos útil. Netanyahu no solo no ha desvelado cual será el futuro de la Franja, sino que alguno de sus ministros extremistas ha hecho declaraciones incendiarias en las que se planteaba una Gaza sin palestinos.

En conclusión, los ciudadanos no solo debemos exigir a nuestros líderes políticos acciones acordes al derecho, sino que debemos exigir a nuestros líderes religiosos que sigan lo que está escrito en los textos sagrados. Es tan sencillo como regirnos por el quinto mandamiento: «No matarás».