«Fui a Cáritas para dejar de tener trabajos de tres días»
Las empresas de economía social que apoya Cáritas en España ofrecen un empleo digno a casi 900 personas con dificultad para encontrar un trabajo o atrapadas en la precariedad. Cáritas Madrid pone el foco en ellas en su Campaña contra el Paro
Con dos hijos, uno con una enfermedad crónica, a Carmen no le fue fácil romper una relación afectiva dañina. «Y cuando tuve fuerzas para decir “se acabó”, me echaron de la residencia donde trabajaba. ¡Se me cerraron todas las puertas a la vez!», recuerda.
Buscó piso, encontró apoyo emocional y económico en la Cáritas de su parroquia, y empezó a solicitar ayudas públicas, pues su expareja no le pasa manutención. Lo que parecía casi imposible era encontrar y mantener un empleo. Casi nadie quería contratarla. O, si lo hacían, «en cuanto pedía dos o tres permisos por ingresos de mi hijo, para ir a médicos o quedar con mi abogado de oficio, me decían gracias y adiós».
Entre tantos portazos, una puerta se le abrió cuando en Cáritas le hablaron de Carifood. Se trata de la empresa de inserción más joven de la Fundación Labora, que apoya Cáritas Madrid, y una de las empresas que la entidad diocesana ha presentado en el marco de la Campaña contra el Paro de este domingo. Son parte de su respuesta al lema elegido para este año: Trabajo digno. ¿Te comprometes?
Juan José Gómez-Escalonilla, responsable de Carifood, explica que la idea se concretó cuando el centro universitario ESCUNI ofreció a Labora hacerse cargo de su cafetería.
Era una gran oportunidad. El ritmo de trabajo, más relajado que un bar a pie de calle, les permite cuidar mejor a los empleados. En una empresa de inserción, el objetivo es acompañar al trabajador en un itinerario que lo prepare para el mundo laboral normalizado. «Vas viendo cómo llevan hábitos de trabajo como la puntualidad o las relaciones personales, cómo manejan los momentos de tensión…».
Carmen había trabajado en hostelería en el pasado. Carifood le dio la oportunidad de volver a una cocina, y recuperar la agilidad que esta exige. Trabaja con dos camareros, también en puestos de inserción, y con un técnico de producción: una persona con experiencia en el sector que hace las veces de mentor. También tienen servicio de catering, para el que cuentan de forma puntual con un grupo más amplio de personas en proceso de inserción.
Carmen es consciente de que, cuando termine su itinerario, tendrá que pasar a una empresa convencional. Pero, de momento, valora enormemente tener un sueldo fijo, la flexibilidad, y haber vuelto a sentirse útil. «Al salir de esa relación tan mala, pensaba que no servía para nada. Aquí, gracias a Dios, me he fortalecido».
Los beneficios, para generar empleo
En el conjunto de España, Cáritas está detrás de 43 empresas de inserción. Además, impulsa otras siete empresas sociales: cooperativas –empresas en las que los empleados participan en todo el proceso– y centros especiales de empleo para personas con discapacidad u otro impedimento permanente para acceder a un trabajo normalizado. Todas estas iniciativas son «actividades económicas viables, pero sin ánimo de lucro. Su objetivo es la generación de empleo social» que facilite la incorporación al mercado laboral a personas en riesgo de exclusión. Los beneficios se reinvierten para lograrlo, explica Marta de la Iglesia, técnica de Economía Solidaria de Cáritas Española. En 2016, estas empresas sociales dieron trabajo a 1.817 personas; 880, en puestos de inserción. El resto son técnicos de producción y personal de acompañamiento y gestión.
De las 50 empresas, 13 se han creado en los últimos cinco años. Son el fruto de la apuesta de Cáritas Española por la economía social desde su asamblea general de 2015. «Ya había proyectos antes, pero ahora es una opción transversal y una de nuestras líneas de avance –subraya De la Iglesia–. Por ello, hemos creado un equipo para acompañar este modelo».
«He recuperado la ilusión»
Estas particulares aventuras empresariales se dedican a actividades como el reciclaje de ropa, la gestión de residuos, la ayuda a domicilio o la restauración, aunque también las hay de reformas, artesanía, huertos ecológicos o mensajería y transporte. Este último es el caso de Asiscar, otra de las empresas de Labora en Madrid. Cuenta con cuatro motos y tres furgonetas para portes y mudanzas. Desde octubre, una de ellas la conduce Benito. Español, se fue cinco años a Colombia y al volver en 2013, sin muchos recursos y con 45 años, descubrió que «el mundo del trabajo había cambiado». No lograba encontrar empleo estable. Lo más parecido fue un puesto temporal de conserje: 12 horas de noche, a cuatro euros la hora. Pasó varias temporadas en albergues para personas sin techo. «El último año, me daba igual todo», reconoce.
En Asiscar, no solo encontró un trabajo acorde con su experiencia. También le ofrecieron un hogar estable en la casa de acogida San Agustín y Santa Mónica, de Cáritas. En ambos recursos, «los colaboradores y profesionales como los psicólogos te apoyan para ir saliendo a la sociedad. Con el estado de nervios con el que entré en este sitio, en otro trabajo no habría aguantado ni una semana. Aquí te dan confianza. He recuperado la ilusión, y me veo con fuerzas para encontrar otra cosa».
El cambio en unos meses ha sido tal que ahora está enseñando a otro trabajador, Marco Antonio, que se incorporó hace solo un par de semanas. «Soy venezolano pero mi madre es española –comparte–. Hace cuatro años me vine acá con mi mujer y mi hija por la situación del país. Tuve cantidad de trabajos a través de empresas de trabajo temporal: contratos de tres días, de un día sí y uno no, altas y bajas continuas… Eso desmotiva mucho. Contacté con Cáritas porque quería salir de esa dinámica».
Un modelo contagioso
Con todo, Cáritas no ve en sus empresas sociales solo una ayuda para los parados con más dificultades. También las impulsa porque las considera una valiosa vía para contagiar al resto de la sociedad los criterios de la economía solidaria. Marta de la Iglesia destaca en este sentido la aprobación en 2017 de la Ley de Contratos del Sector Público, que pide que se facilite a las empresas de economía social el acceso a los mismos.
El contagio también debe llegar a las empresas privadas. Gómez-Escalonilla es consciente de que cuando sus trabajadores salgan de Carifood o Asiscar, «muchas veces no van a encontrar las condiciones de trabajo que tienen aquí». Por eso, con la idea de cerrar el círculo del empleo digno que empieza con la formación y la inserción, Cáritas Madrid ultima el lanzamiento de una agencia de colocación para poner en contacto a las personas que han acompañado con «empresarios que hagan bien las cosas».
Mientras llega ese momento, las empresas sociales, que son proveedoras de muchas privadas, difunden en su día a día el mensaje de que «se puede ganar dinero, tener a los empleados con contratos y sueldos dignos, conciliar, y realizar un trabajo de calidad, asegura Gómez-Escalonilla. No vamos a hacer que un chico trabaje nueve horas, y alguna vez tendremos que decir a un cliente que un servicio se va a hacer al día siguiente porque el trabajador tiene un asunto personal. Pero –recalca– lo que se haga dentro del horario tiene que estar bien hecho».
Pequeños por vocación
Para este responsable, la clave en este delicado equilibrio está en decir que no a algunos encargos, y en no querer crecer demasiado rápido. «En Carifood, con los contactos de Cáritas, podríamos conseguir diez caterings diarios. Pero no somos capaces de asumirlos. No debemos tener un ritmo de trabajo» o una cantidad de trabajadores «que nos impida hacer bien su seguimiento»; sobre todo, contando con que pueden juntarse varios servicios que estén empezando.
Por este mismo motivo, la mayoría de las empresas sociales de Cáritas son pequeñas, con una media de unos 30 trabajadores. No renuncian a crecer: Carifood aspira a tener una cocina central, hacer más caterings y servir comida en empresas. Pero todo a su ritmo y en su justa medida. «La cualidad de lo pequeño –subraya Gómez-Escalonilla– es algo que tenemos que tener en cuenta, y más en la Iglesia».
Solemcor, en Córdoba, es una de las empresas de economía social más grandes entre las vinculadas a Cáritas: cuenta con 60 trabajadores, el 70 % de ellos en inserción. «Aunque ya realizábamos la misma actividad, como empresa de inserción nacimos en 2007, el año que se aprobó la ley que las regula», explica su gerente, José Repiso. El principal motor de su crecimiento en estos años ha sido la colaboración con la Administración pública: su flota de camiones realiza la recogida de papel y cartón en toda la ciudad, y lo lleva hasta la empresa de reciclaje que les indican.
Cuando la crisis redujo la cantidad de estos residuos y movió a algunas personas a recogerlos y venderlos para sobrevivir, también Solemcor tuvo que reciclarse: recogida de aceite usado y de ropa, gestión de puntos limpios, y un programa de limpieza que sirve sobre todo a parroquias. En 2015 abrieron un restaurante, llamado Tabgha –por el lugar de la multiplicación de los panes–, y el año pasado, una tienda de arreglos de ropa.
Repiso explica que han conseguido crecer sin abandonar el acompañamiento a cada persona porque, entre sus empleados, se encuentran personas de perfiles muy diversos: «Hay gente bastante normalizada, que ya trae unas habilidades» aunque arrastren la desestabilización que supone una situación de desempleo prolongada. «En otros proyectos sí tienes a gente a la que te cuesta más sacar adelante: más jóvenes, sin experiencia laboral –alguno con 35 años–, de familias desestructuradas… Con ellos sí hay que trabajar más los hábitos».