Frente al virus del miedo, el antídoto del conocimiento - Alfa y Omega

Frente al virus del miedo, el antídoto del conocimiento

Ojalá la gesta de Williams sirva de medicina contra el relato y sepamos reconocer en el otro un ser humano lleno de esperanza

Alfa y Omega

Parece un relato, a priori, facilón. Dos páginas seguidas con el conflicto por el realojo de los menores inmigrantes no acompañados en diversas comunidades autónomas y, al lado, la historia de Iñaki y Nico Williams, cuyos padres, originarios de Ghana, cruzaron a pie el desierto para llegar hasta nuestro país. La realidad es que ha sido una casualidad, pero no deja de ser la respuesta práctica a un deseo: «Es importante que la gente conozca el trabajo que se hace con ellos y los logros que consiguen», pide en conversación con este semanario el delegado de migraciones de Tenerife. «No los quieren por miedo y muchos son solo niños que quieren jugar a la pelota». Lejos de reduccionismos maniqueos, la propuesta se entiende sola. Los Williams no son menores no acompañados; al poco de llegar a Bilbao tras su travesía hasta nuestro país nació Iñaki. Ya en suelo español. Nico, después. Pero sus vidas perfectamente podrían haber transcurrido paralelamente a la de estos otros niños solos en otro país, de razas diversas y escasas oportunidades, que quieren jugar al balón. De hecho, los hermanos pasaron tiempos recios cuando sus padres trabajaban de sol a sol. También tienen en común que la Iglesia se ocupó de ellos. Por eso merece la pena detenerse en la historia de triunfo de estos dos hermanos, a cuya familia alguien les dio una oportunidad y el pasado domingo uno de ellos nos llevó a ganar la cuarta. Y por eso, declaraciones generalistas que asimilan a los menores migrantes con «robos, violaciones y machetazos» no solo «no es cierto», como dice el responsable de las migraciones en Tenerife, sino que generan un relato que va calando en la opinión pública cada vez más fuerte. Ojalá la gesta de Nico Williams sirva de antídoto contra dicho relato y sepamos reconocer en el otro un ser humano con sus dificultades, anhelos y esperanzas, y, sobre todo, sus ganas de ser resiliente, de crecer y de aprender. Igual en una década un tal Mohammed nos lleve de nuevo al triunfo.