Francisco y el cine: «Acerca nuestra mirada al modo de mirar de Dios»

Francisco y el cine: «Acerca nuestra mirada al modo de mirar de Dios»

En el día en el que el Santo Padre tenía previsto visitar Cinecittà, compromiso cancelado por su ingreso, repasamos sus películas favoritas y cómo han influido en su manera de ver el mundo

Javier Martínez-Brocal
El Papa Francisco durante la proyección
El Papa Francisco durante la proyección de Freedom on Fire. Foto: EFE / EPA / Francesco Sforza.

La primera vez que el Papa Francisco vio Roma fue en las pantallas de un cine de barrio en Buenos Aires. Tenía 10 u 11 años y la película era Roma, ciudad abierta. Le impactó profundamente, pues Roberto Rossellini la dirigió en 1945, cuando la ciudad mostraba aún las heridas de la ocupación nazi y de los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial. Bergoglio no ha explicado qué pasó por su cabeza cuando vio en las escenas finales la basílica de San Pedro; aunque confiesa que sí quedó esculpida en su memoria la tragedia de la guerra.

«Nuestros padres nos llevaron a ver todas las películas de aquel periodo; las de Rossellini, De Sica, Visconti, los grandes del neorrealismo. Entonces se proyectaban tres películas seguidas, la principal y dos títulos menores. Nos llevábamos un bocadillo de casa y nos pasábamos el día en el cine», recuerda en su autobiografía Esperanza. «Esas películas marcaron nuestras conciencias, nos ayudaron a entender los devastadores efectos del conflicto», añade.

Al Santo Padre le gusta considerar el cine como «catequesis de la mirada»; pues si se enfoca bien, es «una pedagogía para los ojos que cambia nuestra mirada miope y la acerca al modo de mirar de Dios». Está muy agradecido a sus padres porque, seleccionando las cintas que mostraban a sus hijos, «nos formaron el corazón». Su visita al complejo de estudios Cinecittà, en Roma, prevista para este lunes en el marco del Jubileo de los Artistas y del Mundo de la Cultura, se encuadraba en esta visión; aunque finalmente tuvo que cancelarse por su ingreso hospitalario.

En particular, el Pontífice considera que las películas de posguerra del neorrealismo italiano son «una gran escuela de humanidad» pues muestran ejemplos «de lucha, de esperanza, de sabiduría». «Cuántas personas al ver una de esas películas, se identificaban con sus esperanzas y expectativas y salían del cine con un suspiro de alivio, ante las preocupaciones y dificultades cotidianas», recordó en 2019 durante un encuentro con empresarios de salas de cine.

Su preferida es La Strada, de Federico Fellini (1954), protagonizada por Anthony Quinn y Giulietta Mesina. «Es quizá la película que más me ha gustado. Me identifico con ella, hay una referencia implícita a san Francisco», confió a Antonio Spadaro en 2013. La vio cuando tenía 18 años y se enamoró de un diálogo entre la protagonista y el bufón de un circo itinerante. Este le explica que «todo lo que hay en este mundo sirve para algo». Luego toma una piedra del suelo y añade: «No sé para qué sirve esta piedra, pero para algo tiene que servir, porque si es inútil, entonces todo es inútil. También las estrellas. Y también tú, tú también sirves para algo con lo tonta que eres».

Cuando celebraba bodas en Argentina, en la homilía solía aconsejar a la pareja que vieran la película Los niños nos miran, la historia de un pequeño que es testigo de la crisis del matrimonio de sus padres, realizada por Vittorio de Sica en 1944. También usaba en sus catequesis Rapsodia en agosto (1991), de Akira Kurosawa, para explicar la importancia del diálogo entre los ancianos y los nietos.

De su adolescencia recuerda también una cinta argentina llamada Pelota de trapo, de Leopoldo Torres Ríos, la primera grabada en suburbios reales, estrenada en el Cine Metropolitan de Buenos Aires el 10 de agosto de 1948. «Cuenta la historia de un grupo de niños que juegan al fútbol en la calle y se divierten con lo que tienen, aunque ellos sueñan con tener un día un balón real de cuero», explicaba en el libro Vida, escrito junto a Fabio Marchese Ragona.

Francisco es quizá el primer Pontífice que menciona una película en un documento oficial: El festín de Babette, la película de Gabriel Axel de 1987. En Amoris laetitia recuerda esa historia de una cocinera católica que descubre que ha ganado la lotería y se gasta el premio en cocinar un banquete para los habitantes del pueblo en el que trabaja. «Puesto que estamos hechos para amar, sabemos que no hay mayor alegría que un bien compartido», escribe Francisco. Así, «las alegrías más intensas de la vida brotan cuando se puede provocar la felicidad de los demás, en un anticipo del cielo. Es dulce y reconfortante la alegría de provocar deleite en los demás, de verlos disfrutar».

Su actriz preferida es Anna Magnani (1908-1973). De ella cita a menudo aquello que decía a su maquillador: «Déjame todas las arrugas, no me quites ni una, que he tardado toda la vida en conseguir que me salgan».

Del cine contemporáneo ha mencionado películas como La vida es bella, de Roberto Benigni. Ya durante el pontificado ha visto al menos amplios extractos del documental Freedom on Fire (2022) del israelí americano Evgeny Afineevsky; y de Yo capitán (2023) de Matteo Garrone. En estos años le han visitado actores como Leonardo di Caprio, Angelina Jolie, Whoopi Goldberg o Sylvester Stallone. Pero no quiso recibir a los protagonistas de Los dos PapasJonathan Pryce interpretaba al cardenal Jorge Mario Bergoglio y Anthony Hopkins a Benedicto XVI—, para no hacer publicidad de esa película.

Entre bromas, ha asegurado que al partir de Buenos Aires para participar en el cónclave, dejó en su mesa de trabajo un DVD de Habemus Papam, de Nanni Moretti (2011), para su regreso. No pudo verla, pues se precipitaron los acontecimientos. Y también en aquel caso, la realidad fue mucho más interesante que la ficción.