Francisco sobre la explotación infantil: «Un solo caso ya es demasiado» - Alfa y Omega

Francisco sobre la explotación infantil: «Un solo caso ya es demasiado»

Ha recordado la desaparición el pasado junio en su país, Argentina, de Loan Danilo Peña, un niño de cinco años de la provincia de Corrientes, y ha manifestado que «una de las hipótesis» es que haya sido víctima del tráfico de órganos

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa ha celebrado la audiencia general de este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano
El Papa ha celebrado la audiencia general de este miércoles en el Aula Pablo VI del Vaticano. Foto: Vatican Media.

Loan Danilo Peña solo tiene cinco años, pero lleva casi 7 meses en paradero desconocido. El pasado 13 de junio almorzó con su padre y otras doce personas en la casa que su abuela paterna tiene en el campo en la provincia de Corrientes, en el norte de Argentina. Al terminar, salieron hacia el monte en busca de naranjas. Loan iba en esta expedición, pero nunca regresó a casa. El Papa ha recordado su extraña desaparición en la audiencia general de este miércoles. Las investigaciones de la justicia argentina apuntan a que el niño pudo haber sido secuestrado por una red de trata de personas lo que también ha sido rebatido por el Pontífice. «Una de las hipótesis es que ha sido secuestrado para quitarle los órganos para trasplantes porque esto se hace y luego algunos vuelven con la cicatriz y otros nunca vuelven», ha asegurado con el rostro compungido.

«Esto se hace. Ya se sabe. Esto se hace. Algunos vuelven con una cicatriz, otros mueren. Por eso quiero recordar hoy a este muchacho Loan. Nos cuesta reconocer la injusticia social que lleva a dos niños, que tal vez viven en el mismo barrio o bloque de apartamentos, a tomar caminos y destinos diametralmente opuestos, porque uno de ellos nació en una familia desfavorecida», ha considerado en este sentido.

Francisco ha dedicado la catequesis semanal a los millones de niños que son forzados a trabajar, privándoles de su infancia, y ha subrayado que los menores son quienes pagan el «precio más alto» de la «pobreza generalizada», la «falta de instrumentos sociales para sostener a las familias» y la «precariedad del trabajo». Se trata de una plaga que duele al Pontífice y a la que ya se refirió la semana pasada en su primer encuentro en el marco del Jubileo de la Esperanza con peregrinos de todo el mundo en el Aula Pablo VI, cuando se detuvo en el problema del trabajo infantil, en particular, de la explotación en el sector de la producción alimentaria y textil. Es necesario «despertar las conciencias» y «practicar la cercanía y la solidaridad concreta con los niños y jóvenes maltratados», ha instado al pedir a los periodistas que den a conocer el problema y lo denuncien.

«A pesar de no tener la edad mínima para someterse a las obligaciones de la edad adulta, se ven obligados a trabajar y muchos de ellos están expuestos a trabajos particularmente peligrosos», ha asegurado.

Francisco ha señalado que en América Latina hay muchos casos de esclavización de los niños para la recolección de arándanos, aunque ha extendido su honda preocupación a los menores que son «esclavizados por la trata para la prostitución o la pornografía, y los matrimonios forzados».

«En nuestras sociedades, por desgracia, hay muchas formas de abuso y maltrato de menores. El maltrato infantil, sea cual sea su naturaleza, es un acto despreciable y atroz. No es simplemente una lacra de la sociedad y un delito; es una flagrante violación de los mandamientos de Dios. Ningún niño debería sufrir malos tratos. Un solo caso ya es demasiado», ha manifestado.

Ante este desolador panorama, el Papa ha instado a «despertar las conciencias, practicar la cercanía y la solidaridad concreta con los niños y los jóvenes» y ha pedido «construir confianza y sinergias» entre quienes se comprometen a ofrecer a los menores «oportunidades y lugares seguros en los que crecer serenamente». El análisis del Papa es claro: hoy son los más jóvenes quienes pagan el «precio más alto» de la «pobreza generalizada», de la «falta de instrumentos sociales para sostener a las familias», de la «marginalidad que ha aumentado en los últimos años junto con el desempleo» y de la «precariedad laboral». Además, en las grandes ciudades, donde hay más «fractura social» y «degradación moral», «hay niños empleados en el tráfico de drogas y en las más diversas actividades ilícitas», entre otras cosas, «a veces trágicamente» también «inducidos a convertirse en “verdugos” de otros compañeros, además de dañarse a sí mismos, su dignidad y humanidad». Allí se gesta «una brecha humana y social inaceptable entre los que pueden soñar y los que deben sucumbir. Pero Jesús nos quiere a todos libres y felices».

Francisco ha denunciado la indiferencia ante «estas vidas perdidas» que uno encuentra «en la calle, en el barrio de la parroquia». Por lo que ha pedido a los cristianos que se paren a «escuchar el sufrimiento de los sin voz, de los sin educación».

Así ha instado a reconocer que para erradicar el trabajo infantil, «no podemos ser cómplices del mismo» por ejemplo en comportamientos irresponsables como comprar productos que emplean mano de obra infantil. «¿Cómo puedo comer y vestirme sabiendo que detrás de esa comida o de esa ropa hay niños explotados, trabajando en lugar de ir a la escuela? Tomar conciencia de lo que compramos es un primer acto para no ser cómplices. Ver de dónde vienen esos productos», ha exhortado.

De esta manera también ha hecho un llamamiento a «las instituciones, incluidas las eclesiásticas, y a las empresas» para que asuman su responsabilidad. «Pueden marcar la diferencia cambiando sus inversiones hacia empresas que no utilicen ni permitan el trabajo infantil», ha asegurado. Asimismo, ha pedido a los periodistas «que pongan de su parte» con artículos de denuncia que contribuyan a concienciar el problema y ayudar a encontrar soluciones.

Finalmente ha recordado a la madre Teresa de Calcuta, que estuvo al lado de tantos niños «entre los más desfavorecidos y olvidados». «Con la ternura y la atención de su mirada, puede acompañarnos a ver a los pequeños invisibles, a los demasiados esclavos de un mundo que no podemos dejar a sus injusticias. Porque la felicidad de los más débiles construye la paz de todos», ha concluido.