Francisco reivindica que el Sínodo «pliega lo rígido y calienta lo gélido»
Durante una de sus primeras intervenciones en el Aula Pablo VI, ha elogiado al Espíritu Santo. «Es guía seguro y nuestro deber es distinguir su voz»
La segunda sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo, centrada en la sinodalidad, «deberá ofrecer su contribución para que se realice una Iglesia sinodal en misión que sabe salir de sí misma y habitar las periferias geográficas y existenciales». Lo ha afirmado el Papa Francisco en la tarde de este miércoles durante su intervención en el primer encuentro, en el Aula Pablo VI. Para ello será necesario «establecer relación con todos en Cristo, nuestro hermano y Señor». Asimismo, los cristianos tenemos la vocación de «ser enviados entre toda la gente a llevar el anuncio de que Jesús es nuestra paz».
«Esta asamblea guiada por el Espíritu Santo pliega lo que es rígido y calienta lo que es gélido», ha descrito el Santo Padre. Ha incidido además en que «cuando la Iglesia fue convocada al Sínodo en octubre de 2021, recorrimos juntos una parte del camino al que Dios Padre ha llamado siempre a su pueblo».
El Pontífice ha señalado a los participantes en el Sínodo que, entre los materiales entregados para la reflexión durante el día en el Aula Pablo VI, figura el texto de «un autor espiritual del siglo IV que nos podría resumir qué sucede cuando el Espíritu Santo nos mete en la condición de obrar a partir del Bautismo que llena a todos de igual dignidad». En opinión de Francisco, la experiencia que describe este filósofo «nos permitirá reconocer todo lo que ha sucedido en estos tres años y lo que todavía podrá suceder». Ha reivindicado que «el Espíritu Santo es un guía seguro y nuestro primer deber es aprender a distinguir su voz, porque él habla en todas las cosas». Y ha celebrado que «este proceso sinodal nos ha hecho tener experiencia» en ese sentido.
Dejando de leer por unos minutos el texto que tenía preparado e improvisando como es costumbre en él, el Papa ha subrayado cómo «al igual que la esperanza es la virtud más humilde y más fuerte, la desesperación es el defecto más grande». «El Espíritu Santo consuela porque comunica la esperanza de Dios, que no se cansa porque su amor nunca se cansa», ha apuntado Francisco. Lo ha explicado con una metáfora: «El Espíritu Santo penetra en esa parte de nosotros que a menudo es tan parecida a las salas de los tribunales, donde subimos a los acusados al estrado y formulamos nuestros juicios para condenarlos». Y en contraposición a esa imagen sombría, «el Espíritu Santo enciende un fuego con gran alegría y amor que permanece en el corazón de justos e injustos sin distinción alguna». Y ha recordado una idea recurrente en él: «Dios acoge a todos siempre, no olvidemos esto».
Finalmente, Francisco ha puesto de relieve que «debemos perdonar a todos, siempre conscientes de que la disposición a perdonar nace de la experiencia de haber sido perdonado». «Solo uno no puede perdonar, el que nunca ha sido perdonado», ha dicho para reducir tal presunción al absurdo. Y ha concluido sentenciando que «un susodicho cristiano que no adopte la gratuidad y la misericordia de Dios es tan solo un ateo disfrazado de cristiano».