Francisco recuerda que la misión de la Iglesia no es política, sino evangelizadora
Durante su encuentro con la Iglesia local en la catedral de Ulán Bator, ha bendecido la figura de la patrona de Mongolia, una Virgen encontrada en la basura
Francisco ha dedicado la tarde del sábado en Mongolia a la Iglesia local, es decir, a las religiosas, los religiosos, los catequistas, los seminaristas, sacerdotes y obispos. Muchos de ellos son misioneros que pertenecen a unas diez congregaciones e institutos distintos de más de 25 nacionalidades.
La Virgen de la basura
Pero antes de escucharlos y dirigirse a ellos, el Papa ha querido ser partícipe de la extraordinaria historia de la figura de la Madre Celeste, la pequeña estatua que los católicos mongoles consideran su patrona. Años antes de que la Iglesia volviera a establecerse en el país en 1992, una mujer de fe budista encontró esta figura de madera en un vertedero de Darjan, la tercera ciudad más grande del país. Inmediatamente se la llevó a su ger y la colocó en el mejor lugar posible.
Años después, cuando la Iglesia ya estaba presente en Mongolia, una religiosa de visita en su casa descubrió la figura. La mujer no dudó en entregársela y fue conservada en la parroquia de esa localidad hasta que se llevó a la catedral de San Pedro y San Pablo de Ulán Bator, donde ha tenido lugar este encuentro del Papa con la Iglesia local. Allí Francisco ha conocido a la señora Tsetsege, esta madre de familia que 15 años antes de la llegada de los misioneros encontró a la Virgen entre la basura. Después, el Pontífice ha bendecido la delicada talla.
En la Iglesia ninguno es extranjero
El presidente de la Conferencia Episcopal de Asia Central, el español José Luis Mumbiela, ha dado la bienvenida a Francisco en Mongolia. «Gracias por haber venido a nuestra casa, a nuestra ger», ha dicho al Santo Padre. Le ha recordado que la Iglesia está formada por muchos misioneros de otros países y continentes, pero que ninguno es extranjero, «porque en el seno de la Iglesia ninguno es extranjero». Después Francisco ha escuchado el testimonio de una misionera de la Caridad, un joven sacerdote local y una catequista. Todos ellos han expresado al Papa su profundo agradecimiento por esta visita.
Retomando sus palabras, Francisco ha asegurado que «gastar la vida por el Evangelio es una bella definición de la vocación misionera del cristiano y, en concreto, del modo en que los cristianos viven esa vocación aquí». Así lo hicieron los primeros misioneros que llegaron a esta tierra en 1992. El Papa ha reconocido la labor del primer prefecto y uno de los tres primeros misioneros, el filipino Wenceslao Padilla, cuyo trabajo permitió la construcción de la catedral de Ulán Bator. También ha rememorado otros esfuerzos evangelizadores mucho anteriores, como el del franciscano Juan de Montecorvino en el siglo XIII, el primer traductor del libro de los Salmos y el Nuevo Testamento al idioma mongol.
Que la misión no sea una estéril prestación de servicios
«En estos 31 años de presencia en Mongolia, ustedes, queridos sacerdotes, consagrados, consagradas y agentes pastorales, han dado vida a una múltiple variedad de iniciativas caritativas que absorben la mayor parte de sus energías y reflejan el rostro misericordioso de Cristo buen samaritano. Es como su tarjeta de presentación, que les ha granjeado respeto y estima por los muchos beneficios que han aportado en infinidad de campos diferentes: desde la asistencia hasta la educación, pasando por la atención sanitaria y la promoción cultural. Los animo a proseguir en este camino fecundo y benéfico para el amado pueblo mongol», ha reconocido el Pontífice.
Al mismo tiempo, los ha invitado a no olvidarse de la contemplación y del encuentro cotidiano con el Señor en el rostro de los demás, porque «sin esto, las fuerzas van menguando y el compromiso pastoral corre el riesgo de quedar en una estéril prestación de servicios, en un sucederse de tareas que se deben hacer, pero que terminan por no trasmitir nada más que cansancio y frustración».
Ningún gobierno ha de temer la acción de la Iglesia
El Papa también ha insistido en que la misión de la Iglesia nunca es política, sino evangelizadora. Por eso, ha dicho que «ni los gobiernos ni las instituciones seculares tienen que temer a la acción evangelizadora de la Iglesia, porque no tiene ninguna agenda política que sacar adelante, sino que solo conoce la fuerza humilde de la gracia de Dios y de una Palabra de misericordia y de verdad, capaz de promover el bien de todos».
En su discurso, además ha hablado a la Iglesia local de la sucesión apostólica y la importancia del sacerdocio ministerial: «Para llevar a cabo esta misión, Cristo ha dado a su Iglesia una estructura que recuerda la armonía que hay entre los distintos miembros del cuerpo humano». Así, ha invitado a los católicos mongoles a ver en el obispo «no un administrador, sino la imagen viva de Cristo Buen Pastor que reúne y guía a su pueblo».
Lejos, pero muy cerca del corazón de Pedro
«Todos ustedes, lejanos solo físicamente, están muy cerca del corazón de Pedro y toda la Iglesia está cerca de ustedes, de vuestra comunidad, que es verdaderamente católica, es decir, universal, pues atrae hacia Mongolia la simpatía de muchos hermanos y hermanas esparcidos por el mundo, en una gran comunión eclesial», les ha dicho Francisco quien les ha pedido que estén cerca de sus obispos. Y, sobre todo, cerca de la gente «respetando y amando su cultura».
La Iglesia en Mongolia es una pequeña comunidad formada por unas 1.500 personas en medio de casi tres millones y medio de habitantes. El Papa ha pedido a sus pastores, misioneros, religiosas y catequistas que «no tengan miedo de los números reducidos, de los éxitos que no llegan o de la relevancia que no aparece», porque «no es este el camino de Dios».
Confundida entre los desechos de la sociedad
Y los ha invitado a que se fijen en la humildad de la Virgen María para salir adelante, sobre todo, en el ejemplo de una Virgen encontrada entre la basura, la patrona de Mongolia. «Un signo tangible de su presencia discreta y premurosa dejando que se encontrase una imagen suya en un vertedero. En un lugar de desechos ha aparecido esta hermosa estatua de la Inmaculada. Ella, sin mancha, inmune al pecado, ha querido hacerse cercana hasta el punto de ser confundida con los desechos de la sociedad, de forma que de la suciedad de la basura ha surgido la pureza de la Santa Madre de Dios», ha concluido.
Sin embargo, Francisco no se ha marchado hasta mucho más tarde de la catedral ya que ha pasado casi una hora saludando uno a uno a cada uno de estos obispos, sacerdotes, seminaristas, misioneros y misioneras.