Francisco propone en su catequesis «una mirada humana al Mediterráneo» que descubrió en Marsella
En su audiencia general, Francisco ha hecho balance de su 44 viaje apostólico y ha pedido a la Virgen que este mar «se convierta en un mosaico de civismo y esperanza»
«Este es el sueño, este es el desafío: que el Mediterráneo recupere su vocación de ser un laboratorio de civismo y paz», ha dicho el Papa Francisco en la audiencia general del miércoles 27 de septiembre. El Santo Padre ha aprovechado su cita semana para hacer balance de su reciente viaje apostólico a Marsella del 22 al 23 de septiembre para clausurar la tercera edición de los Encuentros del Mediterráneo y mostrar su apoyo a la acogida de migrantes.
Francisco ha considerado «intolerable» que el Mediterráneo «se convierta en una tumba o un lugar de conflicto». Para el Pontífice, este mar precisamente tiene un legado de paz «al poner en contacto África con Asia y Europa». «Por supuesto, el mar siempre es de alguna manera un abismo que superar y también puede llegar a ser peligroso pero sus aguas encierran tesoros de vida», ha recalcado Francisco. Ha recordado cómo «sus olas y sus vientos transportan embarcaciones de todo tipo». «En resumen, es un lugar de encuentro y no de choque, de vida y no de muerte», ha sentenciado.
El Papa ha recordado cómo «de su orilla oriental, hace 2.000 años, partió el Evangelio de Jesús para anunciar a todos los pueblos que somos hijos del único Padre que hay en el cielo y que estamos llamados a vivir como hermanos y hermanas». «Esto, naturalmente, no sucede por arte de magia ni de golpe, es fruto de un camino del que cada generación está llamada a recorrer un tramo, leyendo los signos de los tiempos en los que vive», ha explicado.
«Nos ha tocado un periodo histórico en el que las migraciones forzosas se han convertido en ese signo de los tiempos, la señal que nos llama a todos a tomar una decisión de fondo: la elección entre indiferencia y fraternidad», ha señalado el Santo Padre. A su juicio, los frutos de su viaje a Marsella son «una mirada al Mediterráneo humana, no ideológica ni estratégica ni políticamente correcta ni instrumental». Y al mismo tiempo «una mirada de esperanza». «Cuando escuchas a testigos que han pasado por situaciones inhumanas y las comparten, reciben de ellos una profecía de esperanza y te encuentras de frente con la obra de Dios».
Francisco ha pedido que esta esperanza no se pierda. «Al contrario, debe organizarse, concretarse en acciones a largo, medio y corto plazo». Y ha invitado a los presentes a «trabajar para que las personas, en plena dignidad, puedan elegir si migrar o no». Este fue precisamente el lema de la Jornada Mundial del Migrante y el Refugiado, el pasado domingo.
«Lo primero es esforzarnos para que cada uno pueda vivir en paz, seguridad y prosperidad en su propio país de origen. Esto requiere una conversión personal, solidaridad y acciones concretar por parte de los gobiernos locales e internacionales», ha recalcado Francisco. Y «para quienes no pueden quedarse en su patria, se deben ofrecer estructuras que aseguren su seguridad durante el viaje y que sean acogidos e integrados allí donde lleguen».
Finalmente, Francisco ha cerrado su catequesis pidiéndole a la Virgen, a la que los marselleses veneran en la basílica de Nuestra Señora de la Guardia, «que acompañe los caminos de los pueblos del Mediterráneo para que esta región se convierta en un mosaico de civismo y esperanza».