Francisco previene frente a una «visión demasiado angelical de la Iglesia»
En una carta sobre el estudio de la historia de la Iglesia, asegura que si se deja que el juicio sobre «momentos horrendos» lo hagan los medios, las redes sociales o los políticos, «siempre estaremos expuestos a la irracionalidad de la ira o la emoción»
Francisco quiere que los jóvenes estudiantes de Teología cultiven en los seminarios «una verdadera sensibilidad histórica». Es decir, que tengan una «clara familiaridad con la dimensión histórica propia del ser humano». Por ello, en una carta publicada este jueves llama a renovar el estudio de la historia de la Iglesia para ayudar a los sacerdotes a «interpretar mejor la realidad social». En el documento, titulado Renovación del estudio de la historia de la Iglesia, asegura que «nadie puede saber realmente quién es y qué pretende ser mañana sin alimentar el vínculo que le une a las generaciones que le preceden».
En concreto, pide que la historia de la Iglesia sea «amada y estudiada como una madre, tal como es». Previene por ello frente a una «visión demasiado angelical» que ignora «sus manchas y arrugas». Reconoce, en este sentido, que a veces en el discurrir temporal de la Iglesia nos topamos con «nombres problemáticos», que deben mostrarse «sin olvidos, omisiones ni simplificaciones». Una visión honesta y completa permite no ceder a las influencias de las ideologías que son capaces de aniquilar «todo lo que es diferente». Lo contrario no sería «en absoluto» amar a la Iglesia sino solo «a un fantasma de nuestra imaginación».
A modo de ejemplo, el Santo Padre menciona la genealogía de Jesús, relatada en el Evangelio de Mateo. «Hay algunos nombres problemáticos, por no decir otra cosa». Del mismo modo, no se puede ignorar que entre clérigos y laicos «ha habido quienes no fueron fieles al Espíritu de Dios». Sin embargo sea cual sea el juicio que la historia haga de tales faltas, «debemos ser conscientes de ellas y combatirlas enérgicamente para que la difusión del Evangelio no se vea perjudicada». Francisco asegura también que de esta manera la Iglesia aprende de los errores y se reconoce a sí misma «incluso en sus momentos oscuros» curando sus propias heridas y las del mundo en el que vive.
Estudio valiente y dinámico
El Pontífice pide desconfiar de quienes proponen «ignorar» el pasado y la experiencia de los mayores. «Así funcionan las ideologías de distinto color, que destruyen todo lo que es diferente», afirma. En todo caso, reclama un estudio sesudo que se aleje de la «cháchara» o los «resúmenes en internet» para poder llegar a «opciones valientes y dinámicas» que, «alimentadas por la investigación y el conocimiento», respondan a los «estribillos paralizantes del consumismo cultural». «No hay que dejarse anestesiar por la banalidad», escribe.
El Papa también deja claro que el enfoque de estos estudios debe seguir la dinámica académica y no limitarse a una perspectiva «meramente cronológica» ni a un «reduccionismo global» incapaz de dialogar «con la realidad viva». Francisco subraya así la importancia de educar a los estudiantes en la correcta investigación de las fuentes, para convertir el aprendizaje en «pasión e implicación».
Profundizar en este campo, asegura el Santo Padre, permite mantener viva «la llama de la conciencia colectiva» y desprenderse de los recuerdos individuales ligados «al propio interés o a las propias emociones, sin una verdadera conexión con la comunidad humana y eclesial en la que vivimos». De esta forma, «se consigue tejer una relación con la realidad que llama a la responsabilidad ética, al compartir, a la solidaridad», insiste.
Mirar los procesos
Con todo, el Pontífice propone leer el presente en una clave de «diacronía», como parte de procesos históricos en desarrollo. Se evita de esta manera el aplanamiento en la «sincronía», desligándolo del pasado. Tal perspectiva es urgentemente necesaria para contrarrestar el «borrado del pasado y de la historia o las narrativas históricas tendenciosas». Para el Papa este problema se agrava aún más «si pensamos en historias prefabricadas cuidadosa y encubiertamente que sirven para construir memorias ad hoc, memorias identitarias y memorias excluyentes».
Así, insta a que el estudio de la realidad, pasada o presente no ceda a «simplificaciones ingenuas y peligrosas». Si el juicio sobre «momentos horrendos» y «personas muy oscuras» se delega en «los medios de comunicación, las redes sociales» u otros ámbitos donde prima el «interés político, siempre estaremos expuestos a la irracionalidad de la ira o la emoción».
Finalmente, el Papa insta a no dejar en el olvido acontecimientos como la Shoah, los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki y tantas otras plagas que «hacen que nos avergoncemos de ser humanos». Son recuerdos que hay que rememorar «sin anestesia» y sin caer en la tentación de descartarlos con el argumento de «ha pasado mucho tiempo» y «debemos mirar hacia adelante». Y concluye: «Sin memoria nunca se avanza, no se crece sin una memoria intacta y luminosa».