Francisco, por la integración de los gitanos
El Papa se encontrará con la comunidad romaní rumana solo unas semanas después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos constate el «racismo institucional» en el país
El Papa Francisco concluirá su viaje a Rumanía con un encuentro con la población gitana. Egidiu Condac, presidente de Cáritas Rumanía, cree que «será un momento de integración y alegría, porque para esta comunidad significa que alguien que se preocupa por los más desfavorecidos va a intentar ayudarlos en su integración y quiere que participen, como parte de la nación», en esta visita.
La cita tendrá lugar solo unas semanas después de que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenara a Rumanía por la paliza que un grupo de policías dio en 2011 a un gitano y reconociera por primera vez, gracias a la información aportada por el Centro Europeo de Derechos de los Romaníes (ERCC por sus siglas en inglés), que existe en el país «un racismo institucional».
Pese a todo, el antigitanismo en Rumanía está en descenso y, a tenor de diversos estudios, no alcanza los niveles de otros países del sudeste europeo. Según la Agencia de la Unión Europea para los Derechos Fundamentales (FRA por sus siglas en inglés), el 28 % de los gitanos rumanos sufrió algún tipo de acoso en 2016, un dato similar al 30 % de España. Además, el 10 % se había sentido discriminado en el ámbito educativo, y un 12 % en el sanitario.
Mejora dentro de la gravedad
Eugen Ghita, representante en Rumanía del ERCC, explica a Alfa y Omega que un aspecto en el que se observa una mejora en los últimos años, por las remesas de los emigrantes, son las condiciones materiales de vida de los gitanos, que constituyen el 8,3 % de la población. Los hogares en los que se pasa hambre se redujeron de 2011 a 2016 al 32 %, casi la mitad que cinco años antes; pero aun así el 70 % de los gitanos está en riesgo de pobreza (frente al 25 % de la población general) y el 68 % vive en casas sin agua (en la población general son el 36 %).
Por el contrario a Ghita, que dirige una asociación de asesoramiento legal, le preocupa más la falta de políticas sociales, su poca financiación y las trabas burocráticas. Cita como ejemplo que el acceso a gran parte de las ayudas está vinculado a tener un trabajo asalariado, y solo un tercio lo tiene. Además, solo el 54 % tiene cobertura sanitaria. Una traba añadida –continúa– es que el documento nacional de identidad, necesario para todo, está vinculado a tener los papeles del propio domicilio en regla y muchos gitanos no los tienen, bien porque viven allí de forma ilegal o bien por problemas como haberse retrasado en el pago de impuestos.
¿Qué integración?
En el ámbito educativo, el representante del ERCC llama la atención sobre la segregación: en 2016, el 10 % de los niños gitanos solo compartía clase con niños de esta etnia. Ese mismo año se prohibió esta práctica, pero es difícil luchar contra ella porque «las familias no gitanas prefieren llevar a sus hijos a colegios donde no haya gitanos, y las romaníes no quieren llevar a sus hijos a colegios a varios kilómetros, o no pueden asumir el coste. En las escuelas cercanas a los asentamientos, la calidad de la educación es muy baja porque los maestros cambian todo el tiempo y faltan medios». Probablemente todos estos factores estén contribuyendo a que, según la FRA, la escolarización en Infantil y Primaria entre niños gitanos haya retrocedido algunos puntos, hasta el 38 % y el 78 % respectivamente. Su tasa de abandono en la segunda etapa de Secundaria, el 77 %, casi cuadruplica la de la población general, aunque en este sentido sí se ha avanzado gracias, según el activista, a las cuotas que reservan dos plazas para los gitanos en todas las clases de institutos y universidades.
Ghita sueña con el día en que todos estos indicadores señalen que se ha alcanzado la plena integración. «Pero luchamos para que esta no acabe en asimilación, como que los niños acaben por no aprender nuestra lengua y nuestra cultura, y nos volvamos invisibles, que es lo que quería [el dictador] Ceausescu». Pero, en este delicado equilibrio, el presidente de Cáritas Rumanía, Egidiu Condac, recuerda que también son algunos elementos de esta cultura, como la alta movilidad o los matrimonios tempranos de las muchachas, los que, si no se trabaja bien con ellos, «no permiten la integración».
Eugen Ghita, representante en Rumanía del Centro Europeo de Derechos de los Romaníes valora lo positivo de algunas de las políticas a favor de su comunidad, pero también es consciente de las limitaciones. Por ejemplo, lamenta que la enorme inversión de la UE en proyectos a favor de los gitanos no es sostenible, porque «al terminar los proyectos la Administración no asume su continuidad», y además ha creado entre los romaníes una cierta dependencia que los hace recelar si una iniciativa requiere más esfuerzo personal.
Otro ejemplo es la apuesta oficial por denominar a los gitanos romaníes «para evitar la carga peyorativa del primer término». Una medida positiva pero que –matiza– no ha sido bien recibida ni por este grupo, que «no se identifica con ella», ni por la sociedad en su conjunto, que «por el parecido casual entre romaní y Rumanía siente como si se apropiaran del nombre del país».