Francisco muestra en la audiencia el Nuevo Testamento de un soldado ucraniano muerto «en la locura de la guerra»
«Sin justicia no hay paz y el mundo se vuelve una jungla», dice el Papa en una catequesis que ha leído esta vez con su propia voz
«Tengo entre mis manos un rosario y un Nuevo Testamento de un soldado muerto en la guerra de Ucrania. Este chico se llamaba Alexander, Alejandro, y tenía 23 años», ha dicho el Papa Francisco este miércoles, al final de la audiencia general. El Santo Padre ha explicado que «Alejandro leía el Evangelio y los salmos y había subrayado el salmo 129: “De lo profundo a ti grito, Señor”. Él murió en la guerra y dejó detrás una vida». Por eso, «yo quisiera hacer en este momento un poco de silencio, para que todos pensemos un momento en este muchacho y en tantos como él, muertos en esta locura de la guerra. La guerra destruye siempre. Pensemos en ellos y recemos, y no nos olvidemos de la martirizada Ucrania, una guerra con tantos muertos», ha lamentado.
En esta ocasión, y a diferencia de ocasiones anteriores, el Papa ha leído personalmente su catequesis semanal durante la audiencia general, una vez superados los problemas respiratorios que le impidieron hacerlo en las últimas semanas, y se ha centrado esta vez en la justicia, dentro de su ciclo sobre los vicios y las virtudes. «La justicia es la virtud social por excelencia», ha dicho Francisco, una «virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar a Dios y al prójimo lo que les es debido». «A cada uno lo suyo», ha añadido el Papa en su explicación sobre esta virtud, cuyo objetivo es «equilibrar la balanza entre los hombres, sobre todo cuando se corre el riesgo de algún desequilibrio».
Para llevarla a cabo, es necesario que esté acompañada de otras actitudes «como el respeto, la gratitud, la afabilidad o la honestidad, que contribuyen a la buena convivencia entre las personas», ha señalado. En este sentido, la justicia «es fundamental para la convivencia pacífica de una sociedad», pues un mundo sin leyes que respeten los derechos humanos «sería una jungla en la que resultaría imposible vivir», ya que «sin justicia no hay paz». De hecho, «si la justicia no se respeta surgen los conflictos», ha añadido el Papa.
Pero la justicia no solo afecta a las grandes cuestiones sociales, «sino que también atañe a la ética de nuestra vida cotidiana», ha matizado. Así, «nos permite establecer relaciones sinceras con los demás», ya que el hombre justo «es recto, sencillo y directo, y no usa máscaras, sino que se presenta tal como es».
En los labios de este hombre «se encuentra a menudo la palabra “gracias”», ha destacado el Pontífice, porque «si amamos es porque hemos sido amados primero». Asimismo, estas personas «tienen veneración por las leyes y las respetan», sabiendo que «protegen a los indefensos de la arrogancia de los poderosos». Tampoco «se preocupan solo por su bienestar individual, sino que miran por el de toda la sociedad». Por eso, «no puede haber verdadero bien para mí si no hay verdadero bien para todos», ha dicho Francisco.
De este modo, el hombre justo «vigila su comportamiento para no perjudicar a los demás» y si comete un error, «pide disculpas siempre»; y es capaz de «sacrificar un bien personal para ponerse a disposición de los otros».
Además, el justo rehúye comportamientos nocivos «como la calumnia, el falso testimonio, el fraude, la usura, la burla o la deshonestidad». Antes bien, «cumple su palabra, devuelve lo que ha pedido prestado y reconoce un salario justo a todos los trabajadores», ha matizado.
Por último, los hombres justos «atraen la bendición sobre sí mismos y sobre el mundo en el que viven» y no son «moralistas y censores», sino «soñadores con hambre y sed de justicia y fraternidad». «Necesitamos ser hombres y mujeres justos, y eso nos hará felices», ha concluido el Papa.