Francisco manda un mensaje sobre Lampedusa
Durante el ángelus, al recordar que el viernes viaja a Marsella, ha asegurado que el fenómeno migratorio «representa un desafío no fácil, como vemos en las crónicas de estos días, que ha de ser afrontado juntos»
El Papa cierra su verano de viajes apostólicos este viernes con la visita a Marsella para participar en Encuentros del Mediterráneo, un encuentro que reúne a personalidades religiosas y civiles en una reflexión común sobre el Mediterráneo. La ocasión llega precedida por la enésima crisis en la pequeña isla italiana de Lampedusa donde, desde hace días, el ritmo de llegadas ha desbordado por completo la capacidad de acogida de este lugar. Con unos 6.000 habitantes, la isla, más cercana a África que al viejo continente, ha recibido en pocos días a más de 11.000 almas que han arribado, sobre todo, desde la ciudad costera de Sfax, en Túnez. De hecho, se ha producido un fenómeno nunca visto anteriormente: una fila de barcazas y pateras esperando para atracar en el muelle de Lampedusa. Otras han tenido que ser socorridas en medio del mar y hay que lamentar el ahogamiento de una pequeña de 15 meses y la muerte de otra recién nacida. La madre dio a luz en la barcaza entre combustible, agua salada y suciedad, unas condiciones absolutamente inhumanas.
Al finalizar el rezo del ángelus, el Pontífice ha solicitado a los fieles que lo acompañen con la oración en este nuevo viaje a Marsella y ha explicado el propósito de la visita a esta ciudad mediterránea, refiriéndose implícitamente a la crisis en Lampedusa: «Este viernes iré a Marsella para participar en la conclusión de Encuentros del Mediterráneo, una hermosa iniciativa que se desarrolla en importantes ciudades del Mediterráneo reuniendo a responsables eclesiales y civiles para promover caminos de paz, de colaboración y de integración en torno al Mare Nostrum con una atención especial al fenómeno migratorio. Este representa un desafío no fácil, como vemos en las crónicas de estos días, que ha de ser afrontado juntos en cuanto es esencial para el futuro de todos, que será próspero solo si se construye en la fraternidad poniendo en primer lugar la dignidad humana, las personas concretas y, sobre todo, las más necesitadas».
Quien administra el perdón de Dios ha de perdonar todo y siempre
Antes de la oración mariana, Francisco ha centrado su reflexión en el Evangelio de este domingo, en el que Pedro pregunta a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces?».
Con su respuesta, «no te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete», Jesús quiere señalar que cuando se perdona no se calcula, ha explicado el Papa. Ha asegurado además que perdonar todo y siempre es la tarea de «quien administra el perdón de Dios: perdonar siempre».
El Pontífice también ha evocado otra parábola, la del señor que perdona a su siervo una deuda exagerada e imposible de saldar por «pura compasión», mientras que el siervo no es capaz de perdonar a otro que, a su vez, le debe mucho menos.
«El mensaje de Jesús es claro: Dios perdona de forma incalculable, excediendo cualquier medida. Él es así, actúa por amor y por gratuidad. Nosotros no podemos pagarlo, pero, cuando perdonamos al hermano o a la hermana, lo imitamos. Perdonar no es por tanto una buena acción que se puede hacer o no: es una condición fundamental para quien es cristiano», ha asegurado.
«Fuera del perdón no hay esperanza; fuera del perdón no hay paz»
Francisco ha recordado que cada uno de nosotros es «un perdonado» porque Dios ha dado su vida por cada uno y «de ninguna forma podremos compensar su misericordia». Sin embargo, es posible responder a esa gratuidad perdonando a los demás. Porque, «fuera del perdón no hay esperanza; fuera del perdón no hay paz».