Francisco llega a R. D. Congo: «No toquen África, no es una mina que explotar»
En su primer discurso del viaje apostólico, el Pontífice critica a las potencias extranjeras, que «han desatado un colonialismo económico esclavizador» sobre el país y el continente
«Me siento feliz de estar aquí, en esta tierra tan bella, grandiosa y exuberante», ha dicho nada más aterrizar en la República Democrática del Congo el Papa Francisco. En su primer discurso, ante las autoridades y los diplomáticos en el país, se ha referido al Congo como «un continente dentro del gran continente africano».
Se trata de «un país lleno de vida», ha dicho el Pontífice, y, sin embargo, «golpeado por la violencia como un puñetazo en el estómago», con una situación en la que los congoleños «luchan por salvaguardar su dignidad y la integridad territorial frente a los deplorables intentos de fragmentar el país».
Por ello «vengo a encontrarme con ustedes, en nombre de Jesús, como peregrino de reconciliación y de paz», ha anunciado, «para traerles la cercanía y el consuelo de toda la Iglesia católica».
El Papa ha utilizado la imagen del diamante como símbolo del país, para recordar que sus habitantes «son infinitamente más valiosos que cualquier bien que pueda brotar de este suelo fértil». «Estoy aquí para abrazarlos y recordarles que tienen un valor inestimable. ¡Ánimo, hermano y hermana congoleños!», les ha exhortado el Papa.
El veneno de la avaricia
En este sentido, ha pedido «que la violencia y el odio no tengan ya cabida en el corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y anticristianos que paralizan el desarrollo y hacen retroceder hacia un pasado oscuro».
Francisco ha lamentado que «el colonialismo político ha desatado un colonialismo económico igualmente esclavizador», por el que la República Democrática del Congo «no es capaz de beneficiarse suficientemente de sus inmensos recursos», algo que procede del «veneno de la avaricia» que «ha ensangrentado los diamantes» de este país.
En esta misma línea, se ha dirigido a las potencias extranjeras para decir que «este país y este continente merecen ser respetados». «No toquen la República Democrática del Congo, no toquen África. Dejen de asfixiarla, porque África no es una mina que explotar, ni una tierra que saquear».
Ante la atenta mirada de políticos locales y diplomáticos extranjeros, ha reclamado «una diplomacia del hombre para el hombre», que no tenga como centro «el control de los recursos y el aumento de los beneficios», sino «las oportunidades de crecimiento de las personas».
No puede ser, ha continuado, «que la comunidad internacional casi se haya resignado a la violencia que devora» esta zona. «No podemos acostumbrarnos a la sangre que corre en este país desde hace décadas, causando millones de muertos», ha sentenciado.
«Nuestro Padre del cielo —ha proseguido— quiere que sepamos acogernos como hermanos y hermanas de una misma familia y que trabajemos por un futuro que sea junto con los demás, no contra los demás».
Los otros desafíos del país
Así, favorecer la celebración de elecciones libres; ampliar aún más la participación en los procesos de paz de las mujeres, los jóvenes y los grupos marginados; buscar el bien común y la seguridad de la gente por encima de los intereses personales o de grupo; reforzar la presencia del Estado en todo el territorio; y hacerse cargo de las numerosas personas desplazadas y refugiadas son otros de los desafíos que el Papa ha lanzado al país. «Las personas tienen confianza cuando sienten que quien las gobierna está realmente cercano, no por cálculo ni ostentación, sino por servicio», ha recordado.
Junto a ello, la educación «es fundamental» en un país en el que muchos niños no van a la escuela y «demasiados mueren sometidos a un trabajo esclavizador en las minas».
Por último, «en nombre de Cristo, que es el Dios de la esperanza, el Dios de todas las posibilidades que siempre da la fuerza para volver a empezar, quisiera invitarlos a todos a un reinicio social valiente e inclusivo», ha concluido Francisco, que ha acabado su discurso asegurando «mi oración y cercanía todos los esfuerzos por un futuro pacífico, armonioso y próspero de este gran país».
El primer discurso del Papa ha tenido un seguimiento masivo dentro del país africano, donde Francisco «es considerado como una autoridad espiritual de referencia y de la mayor relevancia», explica el sacerdote Juan Baptiste Cyab, que estudia en España gracias a una beca de la Fundación CARF.
En este sentido, Cyab espera que las palabras del Pontífice «sean escuchadas y seguidas por todos» y que así puedan contribuir a la paz del país, especialmente en el este, a donde el Santo Padre no podrá viajar a causa de la violencia.
La cancelación de esta parte del viaje ha generado un doble sentimiento en los fieles. Según el sacerdote, «cunde la tristeza ya que no podrán ver al sucesor de Pedro», pero, por otro lado, «hay una sensación de alivio» debido «a la violencia que hay en la zona».
Junto con la paz, Juan Baptiste advierte de la necesidad de una mayor unidad en el seno de la Iglesia. «Me parece un poco fuerte hablar de división, pero es verdad que hace falta más cohesión entre los obispos ante determinadas cuestiones sociales», pide.