Francisco lamenta el sufrimiento de los hijos «cuando se rompe un matrimonio» - Alfa y Omega

Francisco lamenta el sufrimiento de los hijos «cuando se rompe un matrimonio»

En la audiencia general de este miércoles, ha señalado que el Espíritu Santo debe ser invocado y estar presente en el matrimonio para sostener la vida familiar

Victoria Isabel Cardiel C.
El Papa acaricia a un niño antes de la audiencia
El Papa acaricia a un niño antes de la audiencia. Foto: EFE / EPA / Maurizio Brambatti.

En una plaza de San Pedro abarrotada de peregrinos, que a pesar del mal tiempo en Roma han querido acercarse para escuchar la audiencia general de este miércoles, el Papa ha hecho gala de un dicho italiano: «Entre marido y mujer, no pongas el dedo». Un refrán que pone de manifiesto que no es conveniente interferir en los asuntos de los cónyuges. Durante la catequesis, en la que ha reflexionado sobre el tema El Espíritu y la esposa. El Espíritu Santo guía al pueblo de Dios hacia Jesús, nuestra esperanza, el Pontífice ha señalado que, en cambio, lo que sí debería colocarse es el «dedo de Dios» que es el Espíritu Santo.

El Papa ha destacado a san Agustín como el principal factótum de la doctrina de la Iglesia católica sobre la indisolubilidad del matrimonio porque «parte de la revelación de que “Dios es amor”». El amor «presupone al que ama, al que es amado y al amor mismo que los une. El Padre es, en la Trinidad el que ama, la fuente y el principio de todo; el Hijo es el que es amado, y el Espíritu Santo es el amor que los une».

Como si fuera un simple párroco dando catequesis, Francisco se ha cuestionado: «Pero, ¿qué tiene esto que ver con el matrimonio?». En su respuesta, ha detallado que el Espíritu Santo debería llamarse «no la tercera persona singular de la Trinidad, sino la primera persona plural. Él, en otras palabras, es el Nosotros, el Nosotros divino del Padre y del Hijo, el vínculo de unidad entre personas diferentes, el principio mismo de la unidad de la Iglesia, que es precisamente un cuerpo único resultante de varias personas».

El matrimonio cristiano es «el sacramento del don que se hace, el uno para el otro, del hombre y de la mujer». De ahí se comprende que «la pareja es la primera y más elemental realización de la comunión de amor que es la Trinidad».

Así ha explicado que los cónyuges deben formar también «una primera persona plural, un nosotros». «Preséntense el uno ante el otro como un yo y un tú, y preséntense ante el resto del mundo, incluidos los niños, como un nosotros».

Es «hermoso oír a una madre decir a sus hijos: “Vuestro padre y yo…”, como dijo María a Jesús cuando lo encontraron a los 12 años en el templo enseñando a los doctores, y oír a un padre decir: “Vuestra madre y yo”, como si fueran uno».

«¡Cuánto necesitan los hijos esta unidad, padre y madre juntos, esta unidad de los padres, y cuánto sufren cuando se rompe! ¡Cuánto esperan los hijos de los padres, cuánto sufren! Sin embargo, para corresponder a esta vocación, el matrimonio necesita el apoyo de Aquel que es el Don, o más bien el dador por excelencia. Donde entra el Espíritu Santo, renace la capacidad de darse», ha enfatizado.

Así ha manifestado que el matrimonio debe construirse sobre roca y no sobre arena, porque cuando fracasan o «cuando se ve que no hay amor entre los cónyuges, los primeros en sufrir son los hijos». «Por supuesto —ha continuado— puede parecer más fácil y rápido construir sobre arena que sobre roca; pero la parábola de Jesús nos dice cuál es el resultado».

En este caso, pues, ni siquiera necesitamos la parábola, porque las consecuencias de los matrimonios construidos sobre arena «están, por desgracia, a la vista de todos. Y son sobre todo los niños los que sufren». «Los niños sufren la separación o la falta de amor de sus padres. De muchos cónyuges, hay que repetir lo que María dijo a Jesús en Caná de Galilea: “No tienen vino”. Sin embargo, el Espíritu Santo es quien sigue realizando, en el plano espiritual, el milagro que Jesús hizo en aquella ocasión; a saber, cambiar el agua de la costumbre en una nueva alegría de estar juntos. No se trata de una ilusión piadosa: es lo que el Espíritu Santo ha hecho en tantos matrimonios, cuando los novios decidieron invocarle».

En este sentido, ha propuesto que junto a la información jurídica, psicológica y moral que se da en la preparación de los novios al matrimonio, se profundice también «en esta preparación espiritual, para que el dedo de Dios, que es el Espíritu Santo, esté siempre presente entre los esposos».

Al final de la catequesis, el Papa ha asegurado que «Palestina está sufriendo ataques inhumanos de nuevo» y ha instado una vez más a buscar la paz ante los principales conflictos mundiales. «No olvidemos a Myanmar (Birmania), y a Palestina, que está sufriendo ataques inhumanos. No olvidemos a Israel, no olvidemos a todas las naciones que están en guerra», ha concluido.