Francisco: «La enfermedad es una cruz, pero puede dar vida a gente que no conocemos» - Alfa y Omega

Francisco: «La enfermedad es una cruz, pero puede dar vida a gente que no conocemos»

El Papa visitó este sábado la parroquia de Santa María Magdalena de Canossa, en el barrio Octavia de Roma. En la homilía, animó a los fieles a contemplar tanto el rostro transfigurado como el rostro de Jesús «hecho pecado» en la pasión para «pedir perdón por nuestros pecados, no pecar tanto y a tener confianza en el Señor»

Redacción
Foto: AFP / Alberto Pizzoli.

«El rostro transfigurado de Jesús nos anime a seguir adelante en el camino de la vida y en el camino de vida cristiana, nos anime a pedir perdón por nuestros pecados y a no pecar tanto, pero sobre todo, nos anime a tener confianza en el Señor»: con estas palabras el Papa Francisco alentó a los fieles de la parroquia de Santa María Magdalena de Canossa, en el barrio Octavia de Roma, donde este domingo, 12 de marzo, encontró a toda la comunidad parroquial, dialogó con los niños y jóvenes, rezó junto a los enfermos y ancianos, y presidió la celebración Eucarística.

Entre cantos y aclamaciones, y en medio de la alegría de los niños y jóvenes, el Obispo de Roma fue recibido en el Campo deportivo de la parroquia. Enseguida las preguntas de los jóvenes al Sucesor de Pedro sobre la persona de Jesús, si prefiere ser Papa o párroco, sobre los chismes y las malas palabras, sobre los momentos más bellos que ha pasado, sobre el uso de la tecnología para comunicar y el riesgo de caer en un diálogo virtual y líquido, sin diálogo y escucha concreta. Finalmente, el agradecimiento a los catequistas por su trabajo y por el rol que desempeñan dentro de la vida parroquial; preguntas y respuestas que marcaron el primer momento de la visita.

«Gracias por dar la vida»

Luego, el Papa Francisco se trasladó al teatro de la parroquia para saludar a los padres de los niños que se bautizaron durante el último año. «Les agradezco mucho por estar aquí —afirmó el Pontífice—; es cansado estar de pie, con los niños. ¡Muchas gracias! Les pido que oren por mí, lo necesito, y yo oraré por ustedes, para que estos niños crezcan bien y sean personas de bien. Gracias por dar la vida: ¡esto es grande! ¡Nos asemeja tanto a Dios, dar la vida, es esto lo que Él nos da!».

Enseguida, el conmovedor encuentro con los ancianos y enfermos de la parroquia, a quienes abraza y anima a llevar su enfermedad y a donarla como una semilla de vida para los demás. «Les agradezco por estar aquí. Les prometo rezar por ustedes. Y quiero también decirles simplemente que la enfermedad es una cruz —ustedes lo saben— pero la cruz es una semilla de vida, y llevándola bien se puede dar mucha vida a tanta gente que nosotros no conocemos; y luego, en el Cielo, lo sabremos. Les agradezco por llevar su enfermedad así. Estoy cerca de ustedes y les pido también de orar por mí, que el Señor me de vida espiritual, que me haga bueno, que haga de mí un buen sacerdote para el servicio de los demás. Me encomiendo a sus oraciones».

Homilía: «Jesús se ha hecho pecado por nosotros»

Después de saludar a los colaboradores de la pastoral y haber confesado a algunos fieles, el Papa Francisco presidió la Santa Misa. Comentando el Evangelio que la liturgia presenta el II domingo de Cuaresma, el Santo Padre señaló que, en dos momentos se hace referencia a la belleza de Jesús, de Jesús lleno de alegría y de vida. «Primero, en la visión: “Y se transfiguró”. Se transfigura delante de ellos, de los discípulos. Y su rostro brilló como el sol y sus vestiduras se hicieron cándidas como la luz. Y Jesús se transforma, se transfigura».

La segunda vez en la que el Evangelio mencionaba la belleza de Cristo es cuando, «mientras bajaban de la montaña, Jesús les ordenó de no hablar de esta visión antes que Él no haya resucitado de la muerte, es decir, en la resurrección Jesús iba a tener el mismo rostro resplandeciente, brillante, ¡será así! Pero, ¿qué quería decir? Que entre esta transfiguración, muy bella, y aquella de la resurrección, existirá otro rostro de Jesús: existirá un rostro no tan bello; existirá un rostro feo, desfigurado, torturado, despreciado, ensangrentado por la corona de espinas».

Debemos mirar la cruz, precisó el Papa, ahí está Jesús-Dios, el «Hijo amado», el Hijo de Dios, Dios mismo, en el cual el Padre se complace. «Él se ha anonadado para salvarnos. Y podemos usar una palabra muy fuerte, muy fuerte, tal vez una de las palabras más fuertes del Nuevo Testamento, una palabra que usa san Pablo: se ha hecho pecado. El pecado es la cosa más fea; el pecado es la ofensa a Dios, una bofetada a Dios, es decir a Dios: “Tú no me importas, yo prefiero esto”. Y Jesús se ha hecho pecado, se ha anonadado, se ha abajado hasta ahí. Y para preparar a los discípulos a no escandalizarse de verlo así, en la cruz, ha hecho esta transfiguración».

Mirar nuestros pecados, no los de los demás

Nosotros, precisó el Pontífice, estamos acostumbrados a hablar del pecado cuando nos confesamos; pero también, nosotros estamos acostumbrados a hablar de los pecados de los demás. Es una cosa fea, dijo el Papa, en cambio, deberíamos mirar nuestros pecados y ver a Jesús, que se ha hecho pecado por nosotros. «Este es el camino hacia la Pascua, hacia la Resurrección: con la seguridad de esta transfiguración ir adelante; ver este rostro resplandeciente, muy bello que será el mismo en la Resurrección y el mismo que encontraremos en el Cielo, y también ver este otro rostro, que se ha hecho pecado, ha pagado así, por todos nosotros».

Pensemos en esto, alentó el Papa Francisco, en este amor, y pensemos también en la belleza del rostro transfigurado de Jesús que encontraremos en el Cielo. «Y que esta contemplación de los dos rostros de Jesús —aquel transfigurado y aquel hecho pecado, hecho maldición— nos anime a seguir adelante en el camino de la vida, en el camino de la vida cristiana. Nos anime a pedir perdón por nuestros pecados y a no pecar tanto. Nos anime sobre todo a tener confianza, porque si Él se ha hecho pecado es porque ha tomado nuestros pecados. Y Él está dispuesto siempre a perdonarnos. Solo debemos pedirlo».

Al terminar la visita, el Papa agradeció a la parroquia «su calurosa acogida. Veo que son una comunidad vivaz, que se mueve, y esto me da gusto. Vayan adelante con alegría, siempre, sin desanimarse. Les pido de orar por mí: lo necesito, porque debo hacer bien el trabajo, no más o menos; y para hacerlo bien, es necesario sus oraciones».

RV / Redacción