Francisco: «La deuda se ha convertido en un instrumento de control para explotar recursos» - Alfa y Omega

Francisco: «La deuda se ha convertido en un instrumento de control para explotar recursos»

En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, publicado este jueves, el Santo Padre también pide que se elimine la pena de muerte en todas las naciones

María Martínez López
Extracción de coltán en una mina de la República Democrática del Congo
Extracción de coltán en una mina de la República Democrática del Congo. Foto: CNS.

El Papa Francisco ha pedido una vez más, de cara al Jubileo 2025, condonar o al menos reducir notablemente la deuda de los países pobres, destinar un porcentaje del dinero utilizado en armamento para crear un fondo que ayude a combatir la pobreza y eliminar las condenas a muerte. En su mensaje para la Jornada Mundial de la Paz, que se celebra el 1 de enero y se ha publicado este jueves, el Santo Padre sugiere «tres acciones que puedan restaurar la dignidad en la vida de poblaciones enteras y volver a ponerlas en camino sobre la vía de la esperanza, para que se supere la crisis de la deuda y todos puedan volver a reconocerse deudores perdonados».

Como hizo san Juan Pablo II con ocasión del Jubileo del año 2000, Francisco también invita a que en este próximo año santo, que se celebra cada 25 años, haya «una notable reducción, si no en una total condonación, de la deuda internacional, que grava sobre el destino de muchas naciones», recoge EFE. Critica que además de que «las poblaciones, más abrumadas por la deuda internacional, también se ven obligadas a cargar con el peso de la deuda ecológica de los países más desarrollados».

En este sentido, asegura que «la deuda externa se ha convertido en un instrumento de control, a través del cual algunos gobiernos e instituciones financieras privadas de los países más ricos no tienen escrúpulos de explotar de manera indiscriminada los recursos humanos y naturales de los países más pobres, a fin de satisfacer las exigencias de los propios mercados».

Pena de muerte

Asimismo, insta «a un compromiso firme para promover el respeto de la dignidad de la vida humana, desde la concepción hasta la muerte natural, para que toda persona pueda amar la propia vida y mirar al futuro con esperanza, deseando el desarrollo y la felicidad para sí misma y para sus propios hijos». Dentro de esto, exhorta a «la eliminación de la pena de muerte en todas las naciones».

Su tercer llamamiento ante el año santo es que se utilice «al menos un porcentaje fijo del dinero empleado en armamentos para la constitución de un fondo mundial que elimine definitivamente el hambre y facilite en los países más pobres actividades educativas también dirigidas a promover el desarrollo sostenible, contrastando el cambio climático». En el texto afirma que «aquellos que emprendan por medio de los gestos sugeridos el camino de la esperanza podrán ver cada vez más cercana la tan anhelada meta de la paz».

Francisco concluye su mensaje deseando que 2025 «sea un año en el que crezca la paz». «Esa paz real y duradera, que no se detiene en las objeciones de los contratos o en las mesas de compromisos humanos», agrega. Francisco entregará este mensaje a todos los mandatarios que lo visiten durante el próximo año.

Devastación del mundo

Pero el pontífice argentino también se dirige a todos los hombres y mujeres. A ellos les indica que «cada uno de nosotros debe sentirse responsable de algún modo por la devastación a la que está sometida nuestra casa común, empezando por esas acciones que, aunque sólo sea indirectamente, alimentan los conflictos que están azotando la humanidad».

El Pontífice cita «el trato deshumano que se da a las personas migrantes, la degradación ambiental, la confusión generada culpablemente por la desinformación, el rechazo de toda forma de diálogo, las grandes inversiones en la industria militar». Y añade: «Por tanto, al comienzo de este año queremos ponernos a la escucha de este grito de la humanidad para que todos, juntos y personalmente, nos sintamos llamados a romper las cadenas de la injusticia y, así, proclamar la justicia de Dios».

Y asegura que «hacer algún acto de filantropía esporádico no es suficiente. Se necesitan, por el contrario, cambios culturales y estructurales, de modo que también se efectúe un cambio duradero».