Nuevo obispo auxiliar de Ciudad de México: «La respuesta a los abusos debe ser pastoral, no política»
Tras dejar México el 17 de agosto para iniciar una nueva etapa en Madrid, el agustino recoleto español Francisco Javier Acero regresará al país por encargo del Papa, ahora como obispo auxiliar de Ciudad de México
Será obispo en la diócesis más grande del mundo. Conoce bien el país e incluso tiene la nacionalidad. ¿Le sorprendió la elección de Francisco?
El 17 de agosto volví a España después de concluir la experiencia de gobierno como vicario provincial de México y Costa Rica. Vine a Madrid, a la oficina de la curia, para ocuparme de asuntos de nuestra red solidaria ARCORES, de la comunicación institucional y de la evangelización digital. Claro que me sorprendió. Estaba en una autoescuela sacándome el carné de conducir, porque el de México no me sirve para Europa.
¡Acababa de regresar!
No llevaba ni un mes. Había cerrado todo en México tras 23 años.
¿Dónde empezó todo? La vocación.
Soy alumno del colegio San Agustín de Valladolid. Allí me llevaron mis padres cuando tenía 2 años y medio. Nos hablaban de las misiones, pero lo decisivo fue ver a los frailes por los campos de fútbol, ver cómo nos acompañaban. Hice el BUP y COU en Navarra y también el noviciado y los estudios de Filosofía y Teología. Fui ordenado el 31 de julio de 1999 por David Arias, obispo en Newark (EE. UU.), y el 2 de septiembre de ese mismo año ya estaba en México.
¿Qué hacía allí?
Desde 1999 hasta 2012 estuve en una parroquia de la que dependía, además, la atención pastoral de los hospitales. Son los más grandes del país: el Hospital General, el Centro Médico Nacional y el Hospital Infantil. Este último lo visitaron Juan Pablo II en 1979 y Francisco en 2016. Vivía en la colonia Doctores, que es peligrosa, pero nunca me pasó nada.
¿Por qué es peligrosa?
En la zona hay muchos desguaces y, detrás de esto, droga y delincuencia juvenil. Es una zona muy deteriorada y abandonada. El Gobierno municipal ha hecho algo, pero no se trata de dar viviendas, sino de ir al corazón de las personas, de ocupar a los jóvenes, de ofrecer un salario digno a los papás, de promover una educación sexual a favor de la vida… Es lo que nosotros íbamos haciendo desde la parroquia con pequeñas píldoras, pero era ir contra corriente. La gente de Doctores es muy buena, religiosa, pero se ha metido el culto a la santa muerte, donde está el narcotráfico. El problema de todo viene de Estados Unidos. De allí proceden el dinero, las armas y el consumo de drogas.
¿Qué hacía en los hospitales?
Era una atención de visita cama por cama. Hablamos de 3.000 camas y no de hospitales como los de aquí. Allí los pacientes tienen que llegar con todos los insumos para operarse. También atendemos los tanatorios y me tocó liderar una obra social que ayuda a los enfermos y familias que vienen de fuera de la Ciudad de México y que tienen pocos recursos. En general, se trata de estar cerca de la gente y escuchar.
Del ámbito de la salud pasó a otro no menos importante, el de la educación.
En 2012 me nombraron director de un colegio de casi 2.000 alumnos en Querétaro. Me tocó integrar la tecnología en el proceso educativo. También promover la educación emocional. Desde pequeños, los alumnos van poniendo nombre a sus emociones —si están cansado, enojados o tristes…— y esa información permite al maestro modular la clase.
¿Qué le ha aportado haber sido vicario provincial?
Te ayuda a ver que tienes capacidad de organización y de escucha y empatía. También desagradable, porque las decisiones no gustan a todos y lleva a enemistades gratuitas. Lo más difícil son las relaciones humanas, como en cualquier familia y trabajo. Hay que trabajarse todo esto.
¿Por qué estudio psicoterapia?
Precisamente por el interés por trabajarme y cuidarme. Estar en una parroquia durante 13 años con enfermos y muertos no es fácil.
¿Y la afición a la comunicación?
Me marcó el programa Pueblo de Dios. Allí veía al sacerdote José Luis Martín Descalzo, al que luego escuchaba en la iglesia de Santiago en Valladolid. Leía el periódico para enterarme de las noticias, pero también para conocer el formato…
¿Cómo debe ser la comunicación en la Iglesia?
Debe preocuparse de los de dentro y de los de fuera. En ocasiones, quizás nos preocupamos mucho del público interno y poco del externo. La evangelización es para acompañar, formar y compartir, crear cosas nuevas que lleguen a un público diferente, incluso no creyente.
También se ha implicado en la protección de menores…
En los hospitales te encuentras de todo, también agresores y víctimas de abusos… y te crea inquietudes. La experiencia de gobierno también te pone delante de situaciones ante las que tienes que dar la cara y respuestas. Me formé. Es un tema que hay que tratar con sinceridad, delicadeza y caridad. Me empujó a implicarme más el caso de Juan Carlos Cruz, una persona que se ha convertido a pesar de todo lo que le ha pasado. La respuesta contra los abusos tiene que ser una acción pastoral, no política.
Nacido en Valladolid en 1973, fue ordenado sacerdote en 1999. Ese mismo año fue destinado a México, donde fue párroco de Nuestra Señora de Guadalupe de los Hospitales en Ciudad de México (1999-2012), director del colegio Fray Luis de León en Querétaro (2012-2015) y vicario provincial de México y Costa Rica (2015-2022). El 15 de septiembre de este año el Papa lo nombró obispo auxiliar de Ciudad de México.