Francisco explica que escribió Evangelii gaudium para «poner a los pobres en el centro»
El 24 de noviembre se cumplen diez años de esta primera exhortación apostólica del Papa con la que quiso «recuperar la alegría misionera de los primeros cristianos»
Con motivo de los diez años de la exhortación apostólica Evangelii gaudium, el Papa Francisco ha enviado en la mañana del 24 de noviembre un mensaje a un simposio organizado por el Dicasterio para el Servicio al Desarrollo Humano Integral explicando qué le inspiró para escribirla. «Me dirigí a los cristianos para invitarlos a una nueva etapa en el anuncio del Evangelio», explica. Su intención en aquel 2013 era proponerles «recuperar la alegría misionera de los primeros cristianos, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa, aún en circunstancias que, desde luego, no eran favorables al anuncio del Evangelio, ni a la lucha por la justicia, ni a la defensa de la dignidad humana».
Francisco recuerda que los primeros cristianos «eran difamados, perseguidos, torturados, y asesinados». Y que sin embargo, «en vez de encerrarse», pusieron la semilla para «una Iglesia en salida, que sabía tomar la iniciativa sin miedo, salir al encuentro, buscar a los lejanos y llegar a los cruces de los caminos para invitar a los excluidos».
El Papa advierte de que «en nuestro tiempo también existen dificultades, menos explícitas pero tal vez más insidiosas». Y que, «al no ser tan visibles, operan como una anestesia o como el monóxido de carbono de las viejas estufas que mata silenciosamente». A su juicio, «en todos los momentos de la historia están presentes la debilidad humana, la búsqueda enfermiza de sí mismo, el egoísmo cómodo y, en definitiva, la concupiscencia que nos acecha a todos».
«Poner a los pobres en el centro»
En opinión del Santo Padre, «el anuncio del Evangelio en el mundo actual sigue requiriendo de nosotros una resistencia profética contracultural ante el individualismo hedonista pagano». Y pone como ejemplo la de «los Padres de la Iglesia», quienes se opusieron «a un sistema que mata, excluye, destruye la dignidad humana». Francisco señala que esa mentalidad «aísla, aliena, clausura la vida interior a los propios intereses, nos aleja del prójimo y nos aleja de Dios».
«En Evangelii gaudium quise mostrar con claridad que, llamados a tener “los mismos sentimientos de Jesucristo”, nuestra misión evangelizadora y nuestra vida cristiana no puede desentenderse de los pobres», recalca Francisco. «Todo el camino de nuestra redención está signado por los pobres», añade. Y recuerda que Jesús, que era hijo de «la Virgen Santa, una muchacha pobre de la periferia perdida de un gran imperio», fue pobre y «nació en un establo entre animales y campesinos». Para el Pontífice es clave que «creció entre trabajadores y se ganó el pan con sus manos, que se rodeó de multitudes de desposeídos». Y destaca que «los puso en el centro de su corazón, les anunció la Buena Noticia primero, les prometió el Reino de los Cielos y nos envió a todos, discípulos misioneros, a darles de comer». Señala además que Jesús invitó «a defender su causa a punto tal de indicarnos con claridad que la misericordia hacia ellos es la llave del cielo».
«Es un mensaje tan claro, tan directo, tan simple y elocuente, que ninguna hermenéutica eclesial tiene derecho a relativizarlo», reivindica Francisco, quien advierte de que «acá se juega nuestra salvación». «Por eso, el Papa no puede dejar de poner a los pobres en el centro», se justifica, a lo que añade que esta apuesta «no es política, no es sociología, no es ideología» sino que «es pura y simplemente la exigencia del Evangelio». Aclara que perseguir este meta puede expresarse con muchas «derivaciones prácticas» en función de los contextos de cada uno, «pero de lo que nadie puede evadirse o excusarse es de la deuda de amor que tiene todo cristiano —y me atrevo a decir, todo ser humano— con los pobres».
El Papa está convencido de que «la Iglesia puede encontrar en los pobres el viento que avive la llama de un fervor menguante». «En el amor activo que les debemos a los pobres está el remedio para el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo: una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada», receta.
Finalmente cita posteriormente algunos párrafos de su exhortación apostólica centrados en la creación de nuevas mentalidades y estructuras. En su opinión, «si no logramos este cambio (…) estamos condenados a ver cómo se profundiza la crisis climática, sanitaria, migratoria y muy particularmente la violencia y las guerras, poniendo en riesgo al conjunto de la familia humana, pobres y no pobres, integrados y excluidos, porque “estamos todos en el mismo barco y somos llamados a remar juntos”». Y concluye diciendo que «quien piensa que puede salvarse solo, en este mundo o en el otro, se equivoca».