Francisco: «El sacerdocio no es lugar para las personas con tendencias homosexuales arraigadas»
El Papa no quiere purgas: A los «curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato» o, de lo contrario, pedirles «que dejen el ministerio». Otra cosa son los candidatos al sacerdocio y la vida religiosa homosexuales: «El ministerio o la vida consagrada no es su lugar», afirma tajante en el libro-entrevista La fuerza de la vocación (Publicaciones Claretianas), que llega a las librerías el 3 de diciembre
La presencia de personas homosexuales entre el clero y la vida religiosa «es una realidad que no podemos negar». Esta es la respuesta del Papa al claretiano Fernando Prado, que el 3 de diciembre publica el libro-entrevista sobre la vida La fuerza de la vocación, según un adelanto publicado este viernes por el portal Religión Digital.
Francisco no pide ni mucho menos emprender una purga. Pero sí dice: «A los curas, religiosos y religiosas homosexuales, hay que urgirles a vivir íntegramente el celibato y, sobre todo, que sean exquisitamente responsables, procurando no escandalizar nunca ni a sus comunidades ni al santo pueblo fiel de Dios viviendo una doble vida. Es mejor que dejen el ministerio o su vida consagrada antes que vivir una doble vida».
Otra cosa es la admisión al sacerdocio o la vida religiosa. Aunque sin citarla expresamente, el Papa reafirma lo establecido en la Instrucción de 2005 de la Congregación para la Educación Católica Sobre los criterios de discernimiento vocacional en relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al seminario y a las órdenes religiosas. Ese documento distingue entre «quienes practican la homosexualidad, presentan tendencias homosexuales profundamente arraigadas o sostienen la así llamada cultura gay», de quienes manifiestan «tendencias homosexuales que fuesen solo la expresión de un problema transitorio, como, por ejemplo, el de una adolescencia todavía no terminada».
Para las personas incluidas en el primer grupo, la normativa eclesial vigente establece que no pueden se admitidos «al seminario y a las Órdenes Sagradas». Con respecto a los segundos, se deduce la imposición de una vigilancia para determinar que sus «tendencias homosexuales» han sido «claramente superadas al menos tres años antes de la ordenación diaconal».
«Parece que la homosexualidad está de moda»
«La cuestión de la homosexualidad —dice el Papa en entrevista con Fernando Prado— es una cuestión muy seria que hay que discernir adecuadamente desde el comienzo con los candidatos, si es el caso. Hemos de ser exigentes. En nuestras sociedades parece incluso que la homosexualidad está de moda y esa mentalidad, de alguna manera, también influye en la vida de la Iglesia».
En los seminarios y noviciados «tenemos que cuidar mucho la madurez humana afectiva», porque de lo contrario, advierte, los problemas «en el momento quizá no dan la cara, pero después aparecen».
El Papa relata un encuentro con un superior religioso que, «de visita canónica a una de las provincias de su congregación, se había quedado sorprendido. Él veía que había buenos chicos estudiantes y que incluso algunos religiosos ya profesos eran gays. Él mismo dudaba de la cuestión y me preguntó si en ello había algo malo. “En definitiva —decía él— no es tan grave; es tan solo expresión de un afecto”. Esto es un error. No es solo expresión de un afecto. En la vida consagrada y en la vida sacerdotal, ese tipo de afectos no tienen cabida. Por eso, la Iglesia recomienda que las personas con esa tendencia arraigada no sean aceptadas al ministerio ni a la vida consagrada. El ministerio o la vida consagrada no es su lugar».
Se trata, aclara el periodista y claretiano Fernando Prado, de «evitar que el seminario se convierta en un refugio ante la incapacidad de resolver otros problemas».
El triunfalismo de algunas nuevas congregaciones
La homosexualidad es uno de los asuntos de mayor impacto informativo en la entrevista del Papa con Prado, pero no el único. Francisco habla por ejemplo de los conventos de clausura con falta de vocaciones en los que, pese a todo, las monjas, diezmadas y envejecidas, se resisten a unificarse con otras comunidades, aferrándose al edificio. «Cuando no se quieren mover —dice el Papa— eso es pertinacia. Y cuando hay pertinacia, hay cerrazón de corazón para la apertura a la fecundidad. Ahí se quedan, muriéndose en un convento, solas. Eso no es digno de la vida consagrada contemplativa. Desdice su razón de ser más profunda».
En otro fragmento —adelantado esta semana por Alfa y Omega— el Papa habla de algunas nuevas congregaciones tanto de vida activa como contemplativa que, debido a su «cierto éxito vocacional», han sido presentadas como «el nuevo modelo».
«A mí particularmente —dice el Papa— me llama la atención que este fenómeno vaya, a veces, acompañado de cierto triunfalismo. Y el triunfalismo, realmente, no me convence. Desconfío de esas manifestaciones de fecundidad como in vitro, o de esas manifestaciones o mensajes triunfalistas que nos hablan de que la salvación está aquí o allí. Algunas congregaciones se mostraron como la salvación de la vida consagrada, tanto de la vida consagrada apostólica como de la contemplativa. Había que mirarlas. Eran el nuevo modelo. Incluso convencieron a muchos pastores para que las favorecieran. Algunos buscaron incluso la manera de apoyarlas económicamente. Algunos pastores, he conocido a varios, estaban impresionados por su capacidad de convocatoria, o por una vida piadosa ejemplar que aparentemente vivían. Eran la nueva vida consagrada, la que iba a ser la solución y modelo para las antiguas y envejecidas órdenes y congregaciones… y resulta que, después, dentro de algunas de ellas explotaron asuntos de corrupción interna impresionantes».