Francisco arremete contra las «dinámicas y comportamientos negativos» que a veces hacen invivible el trabajo
Ha recibido este martes, día en que cumple 88 años, a los participantes en la 3ª edición de LaborDì, una iniciativa de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores de Italia para promover el trabajo decente, que se ha desarrollado en el Centro de Congresos Auditorio de Roma
Como en sus anteriores cumpleaños, el Papa —que hoy cumple 88 años— ha transcurrido la jornada de forma rutinaria. Ha dedicado parte del día a escribir un mensaje a los participantes en la 3ª edición de LaborDì, una iniciativa de las Asociaciones Cristianas de Trabajadores de Italia (ACLI) para promover el trabajo decente, que se ha desarrollado en el Centro de Congresos Auditorio de Roma este martes.
Francisco asegura en la misiva que, a pesar de que el mundo del trabajo es un mundo humano, en el que todos están conectados con todos, a veces también está contaminado por «dinámicas y comportamientos negativos que a veces lo hacen invivible». Por ello ha llamado a preocuparse también en el ámbito laboral de la «búsqueda de la fraternidad humana y la amistad social, porque nuestras conexiones cuentan más que los números y el rendimiento». Un gesto sencillo que marcará la diferencia en los trabajos. El Papa anima a los trabajadores a mantener a raya la conciencia de su «singularidad». Una característica que, según dice es independiente de cualquier «éxito o fracaso», como la tendencia de los cristianos a establecer relaciones sinceras con los demás. «En muchos círculos seréis una revolución suave», constata el Santo Padre.
Citando la encíclica Laudato si’, asegura que, escuchando el grito de la tierra, del aire, del agua, a los que «un modelo equivocado de desarrollo ha hecho tanto daño», ha comprendido mejor que en la creación «todo está conectado». Por eso, les llama a poner todo de su parte para mejorar el mundo.
Falta menos de una semana para que arranque el Jubileo de la Esperanza. El próximo 24 de diciembre, el Pontífice abrirá la puerta santa de la basílica de San Pedro, que pondrá «patas arriba nuestra hermosa ciudad». En este contexto, el Papa llama a los trabajadores cristianos a unir sus esfuerzos y construir redes «también internacionales» para reparar la casa común y volver a tejer la fraternidad en la humanidad.
Francisco, que en su cuarta encíclica Dilexit nos propuso el Sagrado Corazón de Jesús como antídoto ante el «engranaje perverso» de un mundo en guerra y consumista, manifiesta que el trabajo «que no aliena, sino que libera, comienza en el corazón». «El corazón busca amistades, piensa no aislándose, se calienta empatizando. El corazón sabe ser flexible y generoso. Sabe renunciar a algo, pero persigue el ideal. Sabe fijarse objetivos, pero le importa cómo se alcanzan», indica. Así deja claro que, para la Biblia, el corazón es el lugar de las decisiones. «Allí nacen las aspiraciones, allí surgen los sueños, allí se hace sentir la resistencia, allí se cuela la pereza. A veces puede dar miedo y podemos fingir que no lo sentimos, pero sigue siendo nuestro, inviolable. Siempre podemos volver a él. Y allí, si tienes el don de la fe, sabes que Dios te espera con infinita paciencia», añade.
El Papa también constata que algunos trabajadores pueden sentirse casi abrumados por lo que se espera de ellos. Y cita la imagen de un jefe conocido o desconocido que posa su aliento en la nuca de los trabajadores. «Tantas exigencias, a veces demasiadas indicaciones y recomendaciones. En estas circunstancias, aprendan a guardar su corazón, a permanecer en paz y libres. No se dobleguen ante exigencias que le humillen y le causen malestar, ante formas de proceder y demandas que mancillen su autenticidad», recomiendo el Papa. Incluso va más allá. Pide a los trabajadores cristianos que muestren su desacuerdo con el mal, aunque provenga de una orden. «El mal nos aliena, apaga nuestros sueños, nos vuelve solitarios y resignados. El corazón sabe darse cuenta y, cuando es así, hay que pedir ayuda y aliarse con quienes nos conocen y se preocupan por nosotros. Hay que hacer una elección», remacha.
Del mismo modo, critica que cuando el trabajo se organiza sin corazón, «peligra la dignidad humana de los que trabajan, o no encuentran trabajo, o se adaptan a un trabajo indigno». No obstante, considera que hoy es la propia economía la que se da cuenta de que «el rendimiento no lo es todo». El Santo Padre dice que las máquinas colman la exigencia de productividad, pero que la inteligencia del corazón es solo «humana».