Francisco aclara en Filadelfia sus prioridades ante el Sínodo
El domingo comienza en Roma el esperado Sínodo de la Familia. En Filadelfia, el Papa ha expuesto sus verdaderos objetivos, que ni mucho menos se reducen al debate sobre el tema de la comunión de los divorciados vueltos a casar
Tras el inesperado éxito del viaje del Papa Francisco a Cuba y los Estados Unidos, su agenda se concentra ahora en el próximo Sínodo de los Obispos sobre la familia. La cumbre episcopal, que tiene por tema La vocación y la misión de la familia en la Iglesia y en el mundo contemporáneo, comenzará este domingo en el Vaticano. Y como era de esperar, medios de comunicación, participantes y curiosos ya están calentando los motores de la recurrente pregunta: ¿aprobará el Sínodo el acceso de los divorciados a la comunión eucarística?
En realidad, esta no es la preocupación central por la que el Papa convocó, por primera vez en la Historia, dos sínodos dedicados al mismo tema. En su viaje al otro lado del océano lo ha dejado claro, planteando la verdadera emergencia a la que el Sínodo está llamado a ofrecer respuestas.
¿Por qué convoca el Papa otro Sínodo sobre la familia?
La verdadera preocupación del Papa consiste en comprender cómo la Iglesia puede acompañar a las personas que en la sociedad contemporánea experimentan cada vez más el sufrimiento y la soledad provocados por la ruptura frecuente de tantas familias. Así lo ha reconocido él mismo en la rueda de prensa que ofreció en el avión de regreso a Roma: «A mí me parece simplista decir que la solución que propone el Sínodo» para las personas que viven la ruptura familiar consiste en decir «que puedan hacer la comunión».
«No», añadió. El Sínodo «propone mucho más». «El problema de las nuevas uniones de divorciados no es el único problema. En el Instrumentum laboris [el documento de trabajo que guiará las discusiones del Sínodo] hay muchos. Por ejemplo, los jóvenes no se casan, no quieren casarse. Es un problema pastoral para la Iglesia. Otro problema: la madurez afectiva necesaria para el matrimonio. Otro problema, la fe. ¿Creo que esto es para siempre?». En la preparación al matrimonio, prosiguió Francisco, «hay algo que no funciona». «El Sínodo debe pensar bien cómo hacer la preparación al matrimonio, es una de las cosas más difíciles».
El Papa fue a Estados Unidos con un primer objetivo, participar en el octavo Encuentro Mundial de las Familias, que culminó el pasado fin de semana en Filadelfia. Su intervención en la Fiesta de las Familias, que se celebró en la noche del sábado, era particularmente esperada. En el encuentro, que fue presentado por el hollywoodiano Mark Wahlberg, y en el que participaron Aretha Franklin, Andrea Bocelli y otras estrellas de la música, al ver la increíble cantidad de personas congregadas pendientes de sus labios, el Pontífice dejó a un lado los papeles e improvisó un discurso en español en el que confió lo que llevaba en el corazón.
Fue el momento de diálogo y comunión más destacado de su visita a Norteamérica. Un discurso en el que Jorge Bergoglio dejó espacio a todos sus registros, incluido el del humor. Hablando de la familia, espetó: «¡Claro, algunos de ustedes me pueden decir: Padre, usted habla así porque es soltero! En la familia hay dificultades. En las familias discutimos. En las familias a veces vuelan los platos –prosiguió en tono distendido–. En las familias los hijos traen dolores de cabeza. No voy a hablar de las suegras…».
La familia, la gran maravilla de la Creación
Para explicar la importancia que da la Iglesia a la familia, Francisco recurrió a otro de los registros de su personalidad, el razonamiento teológico: «Una vez, un chico me preguntó –ustedes saben que los chicos preguntan cosas difíciles–: Padre, ¿qué hacía Dios antes de crear el mundo? Les aseguro que me costó contestar. Y le dije lo que les digo ahora a ustedes: Antes de crear el mundo, Dios amaba porque Dios es amor, pero era tal el amor que tenía en sí mismo, ese amor entre el Padre y el Hijo, en el Espíritu Santo, era tan grande, tan desbordante… –esto no sé si es muy teológico, pero lo van a entender–, era tan grande que no podía ser egoísta. Tenía que salir de sí mismo para tener a quien amar fuera de sí. Y ahí, Dios creó el mundo. Ahí, Dios hizo esta maravilla en la que vivimos. Y que, como estamos un poquito mareados, la estamos destruyendo. Pero lo más lindo que hizo Dios –dice la Biblia– fue la familia. Creó al hombre y a la mujer, y les entregó todo, les entregó el mundo: Crezcan, multiplíquense, cultiven la tierra, háganla producir, háganla crecer. Todo el amor que puso en esa Creación maravillosa se lo entregó a una familia».
La familia, fábrica de esperanza para el mundo
El otro registro que asomó en sus palabras fue el pastoral. La gente se sintió comprendida cuando el Papa dijo: «En las familias siempre, siempre, hay cruz; siempre. Pero en las familias también, después de la cruz, hay resurrección, porque el Hijo de Dios nos abrió ese camino. Por eso la familia es –perdónenme la palabra– una fábrica de esperanza, de esperanza de vida y resurrección, pues Dios fue el que abrió ese camino».
«A veces, en casa, veo algunos de mis colaboradores que vienen a trabajar con ojeras. Tienen un bebé de un mes, dos meses. Y les pregunto: ¿No dormiste? Y él: No, lloró toda la noche. En la familia hay dificultades, pero esas dificultades se superan con amor. El odio no supera ninguna dificultad. La división de los corazones no supera ninguna dificultad. Solamente el amor es capaz de superar la dificultad. El amor es fiesta, el amor es gozo, el amor es seguir adelante».
La familia no es un problema de los católicos
El viaje del Papa a los Estados Unidos concluyó el domingo con la Misa final. En la homilía, Francisco dijo algo obvio, pero demasiado olvidado en la Iglesia y la sociedad: la familia no es una cuestión que interesa o afecta solo a los católicos. En este sentido, el Papa pidió la ayuda de todas las familias para que este «milagro de amor» pueda ser vivido y protegido por el mayor número de personas.
«Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia familia y de todas las familias del mundo –y estoy hablando de milagros de amor–, y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás».
El Papa Francisco ha planteado claramente lo que este Sínodo se juega. ¿Lo sabrán comprender sus participantes? ¿Lo entenderán los informadores sobre este Sínodo? La respuesta la sabremos muy pronto. De cualquier modo, será un Sínodo apasionante, pues afronta una cuestión de civilización: el papel de la familia en la sociedad.