Fra Angelico
Guido di Pietro vino al mundo al norte de Florencia a comienzos del siglo XV, en el seno de una familia acomodada, según Vasari, y se formó como aprendiz de un monje benedictino, artista exquisito de estilo gótico, llamado Lorenzo Monaco. Pero además de este primer magisterio, el pintor excepcional al que hoy conocemos como el Beato o Fra Angelico –sobrenombre que recibió después de su muerte, por la precisión con que supo plasmar los principios de la fe cristiana, en parangón con Tomás de Aquino, llamado doctor Angélico–, asimiló la pujante corriente innovadora del estilo renacentista, cuyos seguidores buscaban inspiración en los modelos de la Antigüedad.
Al profesar como dominico en el convento de Fiésole, pequeña ciudad en las afueras de Florencia, muy visitada por su magnífico teatro romano, tomó el nombre de Giovanni.
En la ciudad del Arno trabajaban por entonces los maestros artífices de obras tales como la cúpula de la catedral, las puertas del Baptisterio y las esculturas monumentales para el Campanile y la iglesia de Orsanmichele.
Gracias a la exposición que el Museo del Prado ha dedicado a Fra Angelico y los inicios del Renacimiento en Florencia, hemos tenido el privilegio de poder contemplar juntas tablas que fueron compuestas para el convento donde profesó, y hoy están dispersas en Florencia, Madrid y Londres. Entre ellas sobresale por su belleza y singularidad La Anunciacióndel Prado, que ha recobrado todo su fulgor tras ser restaurada en los talleres del museo.
Fra Angelico prescindió en esta obra del fondo dorado y enmarcó la escena principal en una arquitectura de dos vanos, con un cielo estrellado del color del manto de la Virgen y una marcada perspectiva al fondo. A la derecha, rezagados, vemos a Adán y Eva en el Paraíso.
En ocasiones se enaltece ante todo el fervor religioso y la espiritualidad que transmite la pintura del dominico, en tanto que se presta menos atención a la extraordinaria pericia y al buen hacer del artista.
Por fortuna, creemos que esta mirada parcial no es hoy la predominante. La grandeza del arte de Fra Angelico se funda quizá en la armonía de sus composiciones, la distinción natural y el idealismo de sus personajes y la forma sublime de integrar el sentido y la figura, la fe y la estética.