Fidelidad hasta el martirio
«No nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin los cristianos», fue el mensaje que dirigió el Papa Francisco a los Patriarcas de las Iglesias orientales, representantes de unas comunidades que han tenido que pagar un «alto precio» por su fidelidad a la fe
«No nos resignamos a pensar en un Oriente Medio sin los cristianos»; «gran preocupación suscitan las condiciones de vida de los cristianos que sufren gravemente las consecuencias de las tensiones y conflictos»; «el obispo de Roma no descansará mientras haya hombres y mujeres, de cualquier religión, menoscabados en su dignidad…, privados del futuro, obligados a la condición de prófugos y refugiados». Son palabras del Papa a los Patriarcas de las Iglesias orientales, tras el encuentro de dos horas que mantuvo con ellos el jueves pasado.
En las últimas jornadas del Año de la fe, Francisco ha cedido un gran protagonismo a los representantes de unas Iglesias que, a menudo, pagan un «alto precio» por su fidelidad a la fe, «no pocas veces hasta el martirio. ¡La Iglesia entera os lo agradece!», les dijo.
Francisco destacó «la vitalidad renovada» de las Iglesias «oprimidas durante largo tiempo por los regímenes comunistas; el dinamismo misionero de las que se refieren a la predicación del apóstol Tomás», evangelizador de la India; «la perseverancia de las que viven en Medio Oriente…». Todas ellas deben saber que no están solas. «Me dirijo a toda la Iglesia para exhortar a la oración, que sabe conseguir del corazón misericordioso de Dios la reconciliación y la paz. La oración desarma la necedad y genera un diálogo allí donde hay un conflicto abierto. Si es sincera y perseverante, hará a nuestra voz humilde y firme capaz de ser escuchada incluso por los líderes de las naciones», dijo el Papa, en una aparente alusión a la gran movilización de oración por la paz que convocó en septiembre.
Pero además de estos asuntos, la Iglesia en Occidente mira con atención a las Iglesias orientales por un importante aspecto de su organización, la sinodalidad, referencia obligada con respecto a los cambios estructurales que estudia el Papa Francisco. Los Patriarcas, responsables de Iglesias con ritos propios y una amplia autonomía frente a Roma, participaron durante 4 días en la sesión plenaria de la Congregación para las Iglesias Orientales, que abordó el desarrollo de las ideas del Concilio Vaticano II en Oriente. «Dentro de la comunión eclesiástica, existen legítimamente Iglesias particulares, que gozan de tradiciones propias, permaneciendo inmutable el primado de la cátedra de Pedro, que preside la asamblea universal de la caridad» y «vela para que las divergencias sirvan a la unidad en vez de dañarla», les dijo el Papa. «Sí, la variedad auténtica, legítima, la inspirada por el Espíritu, no daña la unidad, sino que la sirve».
Con Putin y con uniatas
Los cristianos de Oriente Próximo estuvieron en el centro de la conversación de unos 35 minutos que mantuvo el Papa, el lunes, con el Presidente de la Federación Rusa y Presidente de turno del G 20, Vladimir Putin, que llegó al Vaticano acompañado de una amplia delegación gubernamental. La postura rusa tiene mucho de cálculo político, por su alianza con el régimen sirio, pero este país ha contribuido de forma decisiva a que la libertad religiosa haya cobrado más peso en la agenda internacional.
El mismo lunes, desde las páginas del diario francés Le Figaro, el responsable de relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú vinculó esta visita, la tercera de Putin a un Papa, con el buen momento ecuménico. «Ortodoxos y católicos somos aliados, no rivales. Compartimos el mismo campo de misión y una fe común en Jesucristo», dijo el Metropolitano Hilarión Alfeyev. Con respecto a los obstáculos que han impedido hasta ahora un encuentro entre el Papa y el Patriarca, Hilarión destacó «el conflicto no resuelto entre ortodoxos y católicos de rito griego en Ucrania», los uniatas. Moscú considera que estas comunidades, que apenas se diferencian de las ortodoxas por su obediencia al Papa, deberían incardinarse en la Ortodoxia, y les acusa de proselitismo.
Unas horas después de que fuera publicada esta entrevista, el Papa recibía a unos 3 mil peregrinos greco-católicos de Ucrania y Bielorrusia, con ocasión del 50 aniversario de la traslación de las reliquias de san Josafat (importante obispo mártir que vivió entre los siglos XVI y XVII). «El modo mejor de celebrar a san Josafat es amarnos entre nosotros y amar y servir la unidad de la Iglesia», con el ejemplo «valeroso de tantos mártires de los tiempos más recientes», les dijo el Papa, que les pidió «construir puentes de fraternidad con las demás Iglesias y comunidades eclesiales».
Este contencioso histórico tiene importantes connotaciones políticas, ya que entronca con la polarización de la sociedad ucraniana y con las discordias que el nacionalismo ha sembrado entre los cristianos en esta región de Europa. De ahí la importancia del encuentro que, desde hoy hasta el sábado, celebran en Polonia una delegación del Patriarcado de Moscú, encabezada por Hilarión, y el episcopado polaco, dando continuidad al histórico mensaje común firmado este verano en Varsovia por el Patriarca Cirilo y el Presidente de la Conferencia Episcopal Polaca.
En la ortodoxia rusa, parece que se gesta un gran cambio. Así podría entenderse el escepticismo del Patriarcado ante la propuesta de un grupo de diputados oficialistas de mencionar a la Ortodoxia en la Constitución rusa.
El lunes, en una entrevista con el diario Smolenskiye Novosti, Cirilo hacía unas declaraciones que, en tiempos cercanos, hubieran sido impensables en un Patriarca: «La Iglesia defiende su libertad, porque está segura de que sólo la independencia le permite ser plenamente una autoridad espiritual. Cualquier forma de convergencia entre Iglesia y Estado es peligrosa para la causa de Dios», decía, e incluso veía en esta estrecha relación que históricamente ha existido la fuente de muchos de los problemas que han padecido los cristianos rusos. «No queremos que se repita la Historia, porque estamos convencidos de que los acontecimientos sangrientos de principios del siglo XX y la persecución de la Iglesia que siguió resultaron, en buena medida, de su vasallaje al Estado».