Fernando Vérgez Alzaga: «No veo la creación de un cardenal como un honor»
A sus 77 años, el arzobispo salmantino se convertirá en agosto en el decimoquinto cardenal español. Un gesto que revela la máxima confianza del Papa, que ya le puso al frente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano
¿Cómo recibió la noticia?
Me sorprendió mucho; no me lo esperaba. Lo primero que sentí fue gratitud a Dios y al Papa por la confianza que depositó en mí. Tengo una responsabilidad para dar testimonio de Cristo con mayor entusiasmo.
¿Qué cambia para usted a partir de ahora?
Cambia en el sentido de una mayor conciencia de tener que servir al Papa aún más de cerca y ponerme a su servicio. La creación de un cardenal requiere un exceso de dedicación y responsabilidad. Por lo demás, seguiré desempeñando mis funciones diarias como siempre lo he hecho.
España se convertirá en agosto en una potencia cardenalicia con 15 purpurados.
Los cardenales que tiene España son la expresión de una Iglesia viva que tiende a abrirse al mundo. Sabemos que España, a pesar de muchas contradicciones, nunca ha perdido la llama de la fe. Aun con las persecuciones del pasado y ciertas fuerzas de la sociedad que querrían confinar a la Iglesia haciéndola irrelevante para las opciones de vida, esta sigue llevando a cabo su misión evangelizadora y de promoción humana. Es fundamental que la Iglesia sea la conciencia del país, porque se necesita una referencia moral y de valores.
Desde septiembre de 2021 usted es presidente de la Gobernación del Estado de la Ciudad del Vaticano y de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. ¿En qué consiste su trabajo ordinario?
El papel del presidente es fundamental para coordinar la Gobernación, de modo que garantice a la Santa Sede una independencia absoluta y visible, también en el ámbito internacional. Todo ello encaminado a garantizar el ejercicio de la misión universal y pastoral del Sucesor de Pedro. El presidente, en la práctica, asegura el gobierno del Estado, como indica la Ley Fundamental. Su tarea es ofrecer las directrices necesarias para su organización general y dirigir la administración.
¿Qué es lo que hace distinto el poder legislativo en el Vaticano respecto al funcionamiento de otros estados?
El Papa ha querido reformar la Curia romana y la Gobernación para hacerlas más adecuadas a las necesidades actuales. El Estado de la Ciudad del Vaticano se creó para garantizar al Papa una «independencia absoluta y visible». En esta búsqueda de la necesaria reforma, ya en 2014, el Pontífice encomendó al presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano y al presidente de la Gobernación la facultad de intervenir en el ámbito de la reorganización. En 2017 pidió una reforma legislativa sistemática a la luz de los principios de racionalización, economía y simplificación, y persiguiendo criterios de funcionalidad, transparencia y coherencia normativa.
¿Qué tarea ha sido la más complicada desde que llegó al cargo?
Creo que uno de los aspectos principales de estos últimos años es el reto de la renovación que pide el Papa Francisco. No se trata solo de reformar las estructuras y los aparatos, sino de preparar a las personas para el cambio. La formación continua es necesaria para motivar a los empleados al cambio que se está produciendo. Para ello, es necesaria una mayor integración entre los distintos organismos que componen la Curia romana y la Gobernación.
¿Cómo han cambiado la estructura y los perfiles de los empleados a lo largo de estas décadas?
La Curia romana y los órganos de la Santa Sede se han adaptado a lo largo del tiempo a los desafíos planteados por la sociedad. Cada pontificado tiene su carácter particular y caracteriza las opciones también dentro del Vaticano con su propio magisterio. Es absolutamente necesario que las estructuras y las personas cambien en función de las exigencias. Sería anacrónico que los órganos de la Santa Sede y de la Gobernación se rigieran por normas y directivas de hace 50 años. Lo que es atemporal es el objetivo de toda la Santa Sede: apoyar el anuncio del Evangelio y la misión de la Iglesia en todas las partes del mundo.
En sus años en la maquinaria de la Santa Sede ha sido responsable de las áreas de internet y telecomunicaciones de la Santa Sede.
Existe una relación privilegiada entre la comunicación y sus formas y la acción de la Iglesia. La comunicación no es una opción para la Iglesia, sino una necesidad, una misión inderogable. La Iglesia, en efecto, existe para comunicar: ella misma es una tradición viva, una transmisión incesante del Evangelio recibido, de las formas más fecundas y pertinentes culturalmente. La educación es el propósito y el impulso que guía todo el proceso comunicativo. Hay que tener en cuenta el nivel de comunicación pastoral. Que todos sean alcanzados por la Palabra no es un objetivo comercial o de poder para la Iglesia, sino que representa la respuesta a la misión que se le ha confiado. En este sentido, las nuevas tecnologías al servicio de los medios de comunicación son más imprescindibles que nunca. De hecho, sin los medios y sin las herramientas de comunicación, el mensaje de salvación llegaría a menos personas que a través de su uso.
¿Cuáles destacaría como los cambios más relevantes de la nueva constitución apostólica?
La prioridad de la evangelización, de la caridad y el papel de los laicos son los principales rasgos que vinculan la nueva constitución apostólica del Papa Francisco con el Concilio Vaticano II. Además, con esta reforma se quiso enfatizar la sinodalidad que abarca a toda la Iglesia en el sentido de que todos, según su asignación, deben participar. Con esta reforma el Papa también pretende eliminar cierta mentalidad arribista.
Usted es el primer cardenal perteneciente a los Legionarios de Cristo. ¿Cómo lo han recibido en esta realidad eclesial?
Personalmente, como religioso, no veo la creación de un cardenal como un honor, sino como una petición del Papa de un servicio aún mayor que el que se ha prestado hasta ahora. La creación como cardenal es personal y no significa el reconocimiento de una realidad subyacente. No es un cargo: se suma a una colaboración más directa y estrecha con el Pontífice. Es una iniciativa que parte del Papa. Sin embargo, el primer cardenal elegido de una congregación religiosa supone una responsabilidad aún mayor para todos sus miembros.
Nacido en Salamanca hace 77 años, es el gobernador civil del Vaticano, y primer cardenal de los Legionarios de Cristo. Ordenado sacerdote en 1969, tan solo tres años después comenzó a trabajar en la Santa Sede, en la congregación que atiende a los religiosos. Atesora más de 50 años de trabajo en los organismos de la Curia. Experto en la comunicación, ha dirigido las áreas de internet y de telecomunicaciones.