Fati y Marie, el horror entre Túnez y Libia - Alfa y Omega

Fati y Marie, el horror entre Túnez y Libia

La madre y la hija, de solo 6 años, murieron de sed en el desierto después de haber sido expulsadas por la policía tunecina. Fati quería llegar a Europa o al menos establecerse en Túnez para escolarizar a su hija

Ángeles Conde Mir
Fati, Pato y la pequeña Marie

La foto de madre e hija abrazadas sin vida ha dado la vuelta al mundo como la imagen del enésimo abuso contra los derechos humanos de migrantes y refugiados y representan la brutalidad de las autoridades fronterizas de Túnez que no dudan en mandar a morir al desierto a mujeres, bebés y niños. Fati solo buscaba un futuro mejor para su familia.

El quinto intento

Fue hace poco más de 15 días, cuando esta joven y su marido, Pato, decidieron intentar de nuevo salir de Libia junto con su hija Marie. Era la quinta vez que intentaban abandonar una Libia que no trata precisamente bien a los subsaharianos. En lugar de embarcarse en cualquier cayuco o barco destartalado, pensaron que esta vez lo mejor sería llegar a pie hasta Túnez. Si no llegaban a Europa, al menos allí Marie, de 6 años, podría ir al colegio algo que en Libia no podía hacer al estar en situación irregular. Una vez emprendido el camino, la travesía se complicó. Era 14 de julio. Al llegar al confín, la guardia de frontera tunecina persiguió violentamente al grupo del que formaba parte la familia y los empujó de vuelta al desierto. Pasaron allí todo el día e intentaron cruzar a Túnez al día siguiente. Esta vez lo consiguieron. El sábado por la mañana ya estaban en la ciudad de Ben Gardane. Allí mientras la familia buscaba agua, la policía los interceptó y se llevó sus teléfonos móviles. Acto seguido, los devolvió al desierto.

Pato lo supo al ver la fotografía

«Caminamos durante al menos una hora hasta que sentí que perdía el conocimiento. Mi mujer y mi hija se pusieron a llorar», explica Pato a Refugees in Lybia que es la organización que ha hecho pública la historia de esta familia y que es una de las más activas en la denuncia de lo que sucede en esta frontera. Pato, cuyo nombre real es Meengue Nymbilo Crepin, pidió a su mujer y a su hija que lo dejaran ahí porque ya no tenía fuerzas. Sabía que si se quedaban con él morirían. Ambas se marcharon y él permaneció esperando la muerte. Pero esta no llegó. Quienes sí lo hicieron fueron tres sudaneses que le ofrecieron agua. Juntos consiguen llegar a Libia. Pato pensó que Fati y Marie también habrían logrado volver a Libia. Pero no fue así. El hombre descubrió por Internet que habían perecido de sed en el desierto. Vio la fotografía de sus cuerpos sin vida y las reconoció inmediatamente. «Era además la posición en la que solían dormir juntas», narra.

Fati y Pato se habían conocido en Libia. Ella procedía de Costa de Marfil. Era huérfana e hija única y decidió emigrar a Libia en 2016. Su nombre real era Matyla, pero se hizo llamar Fati porque era cristiana y temía tener problemas en Libia que es un país musulmán. Por eso, escondió su identidad. Ese mismo año, 2016, conoció a Pato y desde entonces se volvieron inseparables. En 2017 nació su hija, Marie. Pato procede de Camerún de donde se marchó después de que su hermana fuera asesinada en medio del conflicto de las regiones anglófonas.

Más de 900 cuerpos recuperados en 7 meses

La indiferencia en el desierto todavía no se ha cuantificado, pero Túnez sí la ha cuantificado en el mar: 901 muertos. El Ministro del Interior, Kamel Feki, ha comunicado los datos de los cuerpos recuperados entre el 1 de enero y el 15 de julio, muchos recogidos en redes por pescadores locales. Aunque el balance probablemente sea mucho peor ya que en el fondo del mar hay víctimas que nunca serán encontradas. Según el Ministro, la mayoría de los barcos que transportaban a estos inmigrantes habían salido de la costa de la ciudad tunecina de Sfax.

Hasta el 20 de julio, más de 15.000 inmigrantes extranjeros fueron interceptados por las autoridades tunecinas, más del doble que el año pasado. «Los operativos para contrarrestar el fenómeno de la migración ilegal por tierra y mar se han incrementado en un 244% respecto al mismo periodo del año pasado. La apuesta por la seguridad tendrá un impacto significativo en el descenso del número de inmigrantes con políticas de seguridad, control de fronteras terrestres y cierre de rutas ilegales para limitar la llegada de subsaharianos que hagan escala en Túnez o partan hacia las costas europeas», aseguraba.

La situación para los migrantes en Túnez se ha deteriorado rápidamente. El presidente, Kais Saied, sostiene que los subsaharianos quieren alterar la identidad y la demografía del país. Organizaciones de derechos humanos, autoridades libias y los propios migrantes han acusado a Túnez de violar el derecho internacional con las expulsiones masivas a través de sus fronteras. Por su parte, el gobierno tunecino reivindica el derecho de Túnez a proteger sus fronteras e insistió en que cumple con su «deber humanitario».